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Mostrando entradas de abril, 2022

"Para que tengáis vida en su nombre" (Jn 20, 19-31)

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 Los relatos evangélicos del encuentro con el Resucitado intentan describir algo que no cabe en palabras, que desborda nuestros conceptos; algo que es profundamente real y, a la vez, abre toda nuestra realidad a otra dimensión. Están, por ello, llenos de detalles simbólicos, de pistas para nuevas lecturas. Son puentes que nos acercan al encuentro con Cristo Resucitado.  Un encuentro que se realiza en la fe. La historia de Tomás nos conduce a una bienaventuranza: " Dichosos los que crean sin haber visto ". Tomás también confiesa lo que está más allá de lo visible: el señorío y la divinidad de Jesús. No se cuenta si llegó a tocar las llagas de Jesús, como antes exigía. Más bien parece que el encuentro con Él lo sorprende de tal modo que le hace olvidar aquellas exigencias.  Este relato nos invita a preguntarnos sobre las condiciones que ponemos para "ver" al Señor, para reconocer su presencia en nuestras vidas. Tal vez Él se está haciendo presente y nos invita a descu

"Que Él había de resucitar de entre los muertos" (Jn 20, 1-9)

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La Resurrección de Jesús es el fundamento de nuestra fe, de toda vida cristiana. Es desde ella desde contemplamos la muerte de Jesús en la cruz y la Última Cena. De otro modo, esos acontecimientos serían admirables, conmovedores... pero no traerían salvación, no cambiarían las cosas. Si Cristo hubiera terminado definitivamente en la cruz, habrían conseguido su objetivo quienes lo mataron y los motivos y medios que usaron (el odio, la manipulación, la injusticia, las divisiones y enfrentamientos).  La Resurrección lo cambia todo. Es un cambio tan radical que a los discípulos les cuesta asimilarlo. Los relatos evangélicos transmiten esta dificultad que tienen los discípulos para descubrir el sepulcro vacío como señal de la Resurrección, para comprender y acoger el anuncio de los ángeles, y el testimonio de las primeras testigos, e incluso para reconocer a Jesús, aunque lo tengan ante su vista. Esta dificultad, por una parte, prueba la verdad de su experiencia. El anuncio de la Resurrecci

"Junto a la cruz de Jesús" (Jn 18,1-19,42)

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Contemplamos hoy la cruz.  La muerte de Jesús es consecuencia de su vida, de la misión que Él ha venido a realizar en nuestro mundo. Ha venido a nosotros, y ha anunciado el amor del Padre, que acoge a todos y nos ofrece su vida. Amor que estamos llamados a vivir y transmitir. Amor en el que podemos encontrar felicidad. Asumiendo la dificultad que tiene nuestro mundo para acoger su amor, cargando así con nuestro pecado.  “ Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron ” (Jn 1, 11). Es extraño que, por anunciar el amor, Jesús fuera odiado; por anunciar la paz, encontrara la violencia. Pero así es nuestro mundo. En Israel, había diversos grupos, y cada uno tenía sus “fronteras de odio”. Los fariseos consideraban que el amor a Dios implicaba la exclusión y el odio a los pecadores (en algunos salmos del Antiguo Testamento quedan ribetes de esa postura). Los judíos odiaban a muerte a los romanos… Resultó inaceptable el amor del Padre a todos, sin exclusiones, que Jesús anunciaba. Como tambi

"Los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1-15)

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  Nos disponemos a celebrar el Triduo Pascual: la muerte, sepultura y Resurrección del Señor. El Jueves Santo recoge el sentido de toda esta celebración, que se hace presente en cada Eucaristía.  Jesús, sabiendo que está a punto de ser arrestado, celebra la Pascua definitiva con sus discípulos. La Pascua (= Paso) comenzó siendo una fiesta de paso del invierno a la primavera. Cuando los hebreos salieron de Egipto, se convirtió en la fiesta del paso de la esclavitud a la libertad, a convertirse en Pueblo de Dios. Ahora, con Jesús, va a ser el paso de la muerte a la vida, con una alianza nueva, y eterna, entre Dios y la humanidad: la que el Hijo de Dios realiza entregando su vida por nosotros, compartiendo nuestra muerte, para que nosotros podamos compartir su Vida.  En la mesa de la Última Cena, Jesús entrega a los suyos lo que ha sido su vida: su experiencia del amor del Padre, su misericordia por toda la humanidad, su entrega por ese amor, en la que se recogen todos sus hechos y sus pa

"Voy a celebrar la Pascua en tu casa" (Mateo 26, 14-25)

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  El Evangelio nos habla de preparativos. Judas se pone de acuerdo con las autoridades judías, y buscan ocasión para prender a Jesús. Los discípulos se disponen a preparar la fiesta de Pascua. Jesús también se prepara: sabe que llega su hora, que esta Pascua es definitiva.  Envía a los discípulos a una casa. Ha quedado en el anonimato su dueño. Alguien dispuesto a abrir su casa para acoger a Jesús y a sus discípulos. Su hogar será el lugar donde Cristo revela a los suyos el sentido de su misión y de su muerte, donde pone toda su vida y su persona en manos de sus discípulos, antes de entregarla en la cruz. De alguna manera, en esa casa nace la Iglesia. Esa noche, Jesús anuncia que será entregado por uno de los suyos. Han compartido caminos, encuentros con multitudes, acontecimientos asombrosos y también momentos amargos; y están sentados a una mesa en la que Jesús comparte lo más íntimo y valioso… Pero hay un camino que cada uno recorre por sí mismo. El anuncio de Jesús sacude a l

"Era de noche" (Jn 13,21-33.36-38)

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  Las lecturas de hoy siguen acercándonos a la Pascua, y hoy lo hacen por su lado oscuro. Asistimos a los pasos siniestros de Judas, que se pierde en la noche, en la traición. Y vemos también a Pedro. La noche se le viene encima, y él no está preparado. Tiene una imagen irreal de sí mismo, no conoce su debilidad, que le va a hacer caer. En el centro de la escena está Jesús. Juan nos invita a apoyarnos en su pecho, como Él, a sentir su soledad, su conmoción interior, tal vez su desencanto, en este momento en que sabe que va a ser traicionado por uno y abandonado por otros. Con todo, Jesús mantiene el rumbo. Lo sostiene la confianza en el Padre. Una confianza que “rima” con las palabras que escuchamos a Isaías: “ Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad el Señor defendía mi causa ” (Is 49,4). Tiende, también su mano a Judas, con ese bocado de comida (que significaba un gesto de cariño, incluso de predilección) y con las palabras a

"La casa se llenó de la fragancia del perfume" (Jn 12, 1-11)

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  Hay cosas que “ no sirven para nada ”, pero pueden significarlo todo. Como un abrazo, como escuchar a alguien en un momento de dificultad o sufrimiento, aunque no puedas darle ninguna solución…             En una sociedad que ha centrado todo en la eficacia; en una cultura que pone precio a todo y que ha dado tanta importancia a los medios que puede perder los fines, perder el rumbo, el gesto de María nos interpela. Es un gesto de amor sin medida, y sin vuelta atrás, como ese frasco quebrado y el perfume derramado. Como la misma vida de Jesús, que ha pasado haciendo el bien, hasta el fin: esos pies que María ha ungido con el perfume, se dirigen ya a la Cruz.             Y es que los medios y la eficacia son necesarios. Pero son inútiles si no hay una opción personal, una orientación de fondo, que los encauce. En lo que se refiere a la atención a los pobres, por ejemplo, personas frágiles y sin medios, como Teresa de Calcuta o Francisco de Asís han hecho más que muchos poderosos.

"El Rey que viene en el nombre del Señor" (Lc 19, 38; Lc 22 y 23)

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 El Domingo de Ramos nos introduce en la Pascua que vamos a celebrar en esta semana. El tercer canto del Siervo de Yahveh, de Isaías (Is 50, 4-17) nos va acercando al misterio del enviado de Dios que va a salvar pasando por el sufrimiento y la humillación. Por su parte, la carta a los Filipenses (Flp 2, 6-11) nos ofrece un himno que resume la misión y la vida entera del Hijo de Dios como un camino de solidaridad con los hombres, un camino de abajamiento (kénosis), obediencia y servicio. Éste es el camino de la gloria de Dios. La gloria que, extrañamente, reconoce el centurión romano que asiste a la ejecución de Jesús.  El relato de la Pasión, en los cuatro evangelios, es un relato denso, lleno de contenido, y a la vez conciso. Permite ver e imaginar los sufrimientos de Jesús, pero no abunda en ellos. Prefiere apuntar detalles que nos hablan de la salvación que esta vida entregada nos ofrece, del misterio de Dios que se revela, veladamente (valga la paradoja) en Jesús, el Maestro que mu

"Mirad que realizo algo nuevo" (Is 43.19; Flp 3, 8-14; Jn 8, 1-11)

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Los escribas y fariseos intentan poner en evidencia que la predicación de Jesús no es fiel a la Ley de Dios. Para ello, traen ante él una mujer sorprendida en adulterio. Sobre ella, según la ley, pesa la condena a muerte por lapidación (¡aún vigente en algunos lugares!). Pero Jesús desenmascara la incongruencia de su rigorismo: al traer sólo a la mujer y dejar escapar al hombre que estaba con ella, ellos han pecado contra la misma ley que invocan, pues mandaba apedrear a ambos (Lv 20,10), y la han corrompido. El episodio, además de la denuncia "feminista" que plantea (¿cuántas veces hoy sigue siendo utilizada la mujer, y sigue sufriendo injusticias?), llama a una primera reflexión: cuando invocamos la justicia para condenar a otros, probablemente estamos haciendo una lectura sesgada, inconsciente de nuestras propias incoherencias y pecados.  San Pablo contrapone también " una justicia mía, la de la ley " con " la que viene de la fe de Cristo, la justicia que vi