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Mostrando entradas de febrero, 2022

"De lo que rebosa el corazón habla la boca" (Lc 6, 39-45)

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  Con varias imágenes y refranes de su tiempo, hoy nos invita Jesús a ser conscientes de lo que hay en nuestro interior, no engañarnos a nosotros mismos. Podemos pasarnos la vida, y perderla, echando a los demás la culpa de lo que nos ocurre: la tentación del victimismo es seductora, porque parece quitarnos la responsabilidad de lo que nos pasa, pero nos impide encontrar nuestros recursos para cambiar nuestra situación. Podemos proyectar nuestro malestar en críticas contra los demás, sin darnos cuenta de que ese malestar interior que no podemos reconocer, es el que nos hace ver mal todo. Nuestra mente tiene varios recursos para no afrontar la realidad incómoda, pero esa actitud nos ciega, y no conduce a nada bueno. Jesús nos invita a una actitud lúcida: descubrir qué hay en nuestro corazón. Para ello, puede servir de ayuda ver los frutos que está dando, lo que sale de él. Muchos maestros espirituales hablan de esta necesidad de ser conscientes de lo que hay dentro de nosotros, para pod

"Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar" (Lc 6, 27-38)

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En un mundo que presume de globalización, pero sigue lleno de divisiones y marca barreras infranqueables; en una sociedad que se está polarizando y en la que crece la desconfianza y la falta de entendimiento, las palabras de Jesús, hoy, resultan chocantes, y a la vez, portadoras de aire fresco. A las Bienaventuranzas, les siguen las palabras de hoy, que son, como ellas, propuesta de una novedad que pasa por nosotros.  En el corazón de este pasaje, una "regla de oro": " Tratad a los demás como queréis que ellos os traten " (Lc 6, 31). Con sencillez y profundidad, Jesús nos da la clave para tratar al otro como alguien con la misma dignidad que yo. Una invitación a ponerme en su lugar, a cultivar al empatía, para saber actuar haciendo el bien. Y esta regla se inserta propuesta insólita: no basta con tratar bien a los que nos tratan o nos caen bien, a los nuestros (" ¿qué mérito tenéis? "). Es preciso abrir el amor y la bondad a todos, incluyendo a los más dif

"Bienaventurados..." (Lc 6, 17.20-26)

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Jesús baja del monte y se detiene en el llano. Viene al encuentro de la sociedad. Y vienen a él de muchos lugares, tanto judíos como paganos. Los versículos 18 y 19 del evangelio, que se han omitido de la lectura, hablan de que " venían para oírle y ser curados... porque salía de él una fuerza que sanaba a todos ". A esa acción de Jesús que sana, que devuelve la alegría de vivir, se unen sus palabras, y desde esa acción se entienden. Jesús proclama que Dios está cerca de los pobres, de los que lloran, de los hambrientos, de los perseguidos. A ellos, en efecto, se dirige particularmente Jesús. Suyo es el Reino de Dios. Porque es así, empezando por los últimos, anteponiendo a los que siempre quedan fuera, es como ese Reino viene para todos.  La palabra de Jesús es promesa de futuro, porque Dios va a actuar en sus vidas ya lo está haciendo, en los hechos de Jesús. Y es también declaración actual: Jesús los proclama ya dichosos, y Él está ya actuando. Jesús pone de manifiesto una

"Y dejándolo todo, lo siguieron" (Lc 5,1-11)

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El Evangelio habla hoy de llamada, de conversión (como descubrimiento), de asombro, de seguimiento. Y lo hace en un relato lleno de paradojas, que también reflejan la forma en que Dios se hace presente entre nosotros, como fuerza en la debilidad, grandeza a partir de lo pequeño... Todo ello, por cierto, forma parte del " Evangelio que os anuncié, y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando " (1 Cor 15, 11), que habla de la gracia de Dios que se ha manifestado en Cristo, y que nos hace " ser lo que somos ", desarrollar nuestra identidad y nuestra vida en plenitud. Jesús se acerca a Simón pidiéndole un pequeño favor, y así inicia un diálogo que lleva a lo más grande. Se mete en su barca, para embarcarlo a él en su misión. Le pide, para llenarlo de su riqueza. Le pide, primero, a dejar por un momento lo que estaba haciendo y hacerle sitio, para predicar desde su barca. Después le dice que deje la orilla y vaya a aguas más profun