"Conducido por el Espíritu al desierto"(Mt 4, 1-11)
Comenzamos la Cuaresma, camino hacia la Pascua. Como a Israel, este camino nos lleva, en este primer domingo, al desierto. Nos invita al encuentro con nosotros mismos, “ en una soledad sin caminos ”, sin carriles prefijados; para que busquemos orientación, para que tracemos nuestro rumbo. Como hizo también Jesús, al comienzo de su misión. Jesús enfrenta en el desierto sus tentaciones, que irán apareciendo a lo largo de su vida. Y que están conectadas con las tentaciones originarias del ser humano, presentadas en el relato del Génesis, lleno de simbolismo. Podemos centrar nuestra atención en muchos detalles y alusiones, que ofrecen pistas para reflexionar: la seducción del mal que sutilmente embauca; el hecho de que promete lo más apetecible, y lleva a la desnudez, a la indignidad (y a un nuevo error, que es esconderse de Dios)… Y aquella palabra de la serpiente: “ Seréis como Dios ”, engañosa, porque... ¿qué sabemos, realmente, de cómo es Dios? Las tentaciones de Jesús tienen que ver,