sábado, 28 de noviembre de 2020

"¡Velad!" (Mc 13, 33-37) Adviento 2020

 


Comenzamos un nuevo año litúrgico con el Adviento, tiempo de preparación para una Navidad que, este año, será diferente: despojada de muchos de sus elementos "tradicionales", tal vez la Navidad de este año pueda parecerse a la primera, cuando el Hijo de Dios vino a nosotros en medio de la noche, en la pobreza de una familia a la intemperie. 

Y en medio de la noche que vivimos, en medio de este tiempo lleno de incertidumbres, inclinado a la desmotivación y el cansancio, escuchamos la voz de Cristo que nos llama a velar, a estar despiertos. Más aún, nos lo asigna como tarea en un mundo que necesita abrirse al Señor. 

Cuando Jesús habla de ese "momento" ("kairós") que no conocemos de antemano, no se refiere a un tiempo meramente cronológico. Hay momentos cruciales: situaciones que llegan sin avisar, o etapas de la vida que tienen una profundidad y una trascendencia que sólo más tarde llegamos a comprender. Es precisa una actitud atenta para abrir nuestra vida a Aquél que puede llegar a nosotros en el momento y en la forma más inesperados. (Ni siquiera se trata de reconocerlo en el momento, sino, como aconteció a los de Emaús, de tener el corazón abierto para compartir, acoger, dejarse acompañar...). Uno de los prefacios de Adviento nos recuerda que Jesucristo, el que nació en Belén hace dos milenios, y el mismo que se manifestará como Señor al final del tiempo, viene a nosotros en cada persona y en cada acontecimiento. 

Este Adviento nos llama a preguntarnos por nuestras esperanzas. ¿En qué se apoyan? ¿Qué actitudes sostienen? 

Nos llama a ahondar nuestra Esperanza, como actitud de apertura radical a Aquel que viene a nosotros, que acompaña nuestros pasos y abre caminos.

Esperaré a que crezca
el árbol
y me dé sombra.
Pero abonaré la espera
con mis hojas secas.

Esperaré a que brote
el manantial
y me dé agua.
Pero despejaré mi cauce
de memorias enlodadas.

Esperaré a que apunte
la aurora
y me ilumine.
Pero sacudiré mi noche
de postraciones y sudarios.

Esperaré a que llegue
lo que no sé
y me sorprenda.
Pero vaciaré mi casa
de todo lo enquistado.

Y al abonar el árbol,
despejar el cauce,
sacudir la noche
y vaciar la casa,
la tierra y el lamento
se abrirán a la esperanza

            (Benjamín González Buelta)

Lecturas de este domingo (www.ciudadredonda.org)




sábado, 21 de noviembre de 2020

"Conmigo lo hicisteis" (Mt 25, 31-46). Cristo, Rey del Universo y de la Historia

 


Hace casi un siglo, cuando en Europa se extendían y ganaban poder los movimientos totalitarios que desatarían los peores horrores del sigo XX, el Papa Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey, con un llamamiento a que el mundo acogiese los valores del Evangelio "ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectitud de costumbres" (encíclica Quas Primas). 

La fiesta de hoy, que da culminación al año litúrgico, nos habla de esperanza: Dios está presente en la historia, y la conducirá hacia Sí. Puede que nos cueste entender cómo es eso, porque Dios no "mueve los hilos del mundo" como un teatro de marionetas: Él nos ha creado libres y respeta nuestra libertad. Pero tantas personas que, a lo largo de los siglos, se han dejado inspirar por Dios y han ayudado a reorientar los pasos de la humanidad, son un indicio de que nuestra historia no es un barco a la deriva, sino que Dios acompaña la historia y nos guiará. 

El Evangelio y la liturgia de hoy nos habla del final de la historia ("Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre..."), con unas claves que vale la pena meditar: 
- por una parte, une la figura del rey ("su reino no tendrá fin" afirmamos en el Credo) con la del pastor, que cuida de su rebaño con solicitud y ternura (Ez 34, 11-12.5-17: "buscaré las ovejas perdidas, vendaré a las heridas...") 
- además, el juicio final se basa en la misericordia, y en él se revela un dato sorprendente: en el necesitado (el hambriento, el inmigrante -forastero-, el enfermo, el preso...) está presente el mismo Cristo al que hoy veneramos como rey. Esto trae ese juicio a nuestro presente: nuestra forma de comportarnos con los necesitados que encontramos en nuestro camino, es la que nos introduce en el reino de Cristo (reino de misericordia, de paz, de verdadera vida humana), o nos alejan de Él. 

"A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado" (San Juan de la Cruz, Dichos de Luz y Amor, 60)







sábado, 14 de noviembre de 2020

No escondas el talento (Mt 25,14-30), tiende tu mano al pobre

 


De nuevo, el Evangelio llama a la responsabilidad. El final del relato incluye una sentencia que, probablemente, era un refrán con contenido social: "al que tiene se le dará y le sobrará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene". Jesús lo recuerda varias veces, (Mt 13,12, p. ej.), y lo convierte en una llamada a dar fruto, porque, en el terreno espiritual, las actitudes estériles echan a perder lo que se tiene. No basta con conservar la fe, o mantener unos cumplimientos, porque el Evangelio que se nos ha confiado no es para quedar guardado bajo el celemín, sino para que brille (Lc 11,33).

Esta vez, la parábola subraya el miedo como causa (¿o excusa?) de la inacción del empleado que queda descalificado. Y nos invita a preguntarnos sobre qué es lo que nos inhibe y nos puede impedir dar fruto. Y cuáles son nuestros talentos. Tal vez, nuestros exámenes de conciencia tienden a fijarse demasiado en los fallos (lo que hacemos mal), y pueden encontrar nueva perspectiva si descubrimos los talentos recibidos y cultivamos la confianza que nos mueva a ponerlos en juego. 

Este domingo se celebra la Jornada Mundial de los pobres, con el lema "Tiende tu mano al pobre". En medio de circunstancias que (como decía aquel refrán de tiempos de Jesús) empobrecen más a los que menos tienen, somos también llamados a hacer que el Evangelio dé fruto en nuestro mundo. 

Sea la conclusión en esto: que procuremos siempre ir adelante y, si esto no hay, andemos con gran temor, porque sin duda algún asalto nos quiere hacer el demonio; pues no es posible que, habiendo llegado a tanto, deje ir creciendo, que el amor jamás está ocioso, y así será harto mala señal” (Teresa de Jesús, Moradas V, cap. 4, 10).

Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)




sábado, 7 de noviembre de 2020

"Velad" (Mt 25, 1-13)

 

Los últimos domingos del año litúrgico nos interpelan sobre el rumbo y el sentido de nuestra vida, y nos llaman a estar vigilantes. Para las primeras comunidades cristianas, esa vigilancia se orientó, en gran medida, en la espera del retorno glorioso de Cristo ("Maranathá!" ¡Ven, Señor! La segunda lectura, de 1 Tes 4,13-18, nos muestra que lo esperaban como algo inminente). Con el paso del tiempo, la Iglesia va comprendiendo que ese estar en vela es discernimiento para descubrir el paso del Señor por nuestra vida ("para abrirle tan pronto como llegue y llame" Lc 12, 36) y por nuestro mundo ("interpretar los signos de los tiempos", Lc 12, 56), para estar atentos a lo que nos ofrece y lo que nos pide.

Esa invitación a tener los ojos y el corazón abiertos, se ilustra con la parábola de las diez doncellas, que habla sobre la necesidad de estar preparados, precisamente porque hay momentos que nos pillan por sorpresa, como ese esposo que llega en mitad de la noche (Mt 10,6). Y la capacidad de responder no se improvisa, tiene que ver con las actitudes que hemos ido cultivando y guardando en el corazón, simbolizadas por ese aceite que no se puede repartir, porque es personal: nadie puede amar, ni esperar, ni creer por mí. 

¿Qué aceite, qué actitudes he de cultivar y guardar para que mi vida pueda dar luz, para salir al encuentro del Señor que viene?

"¿No oíste sus pasos silenciosos?
Él viene, viene, viene siempre.
En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
Él viene, viene, viene siempre.
"

    (R. Tagore)



Lecturas de hoy (ciuadredonda.org)

domingo, 1 de noviembre de 2020

"Hijos de Dios. Bienaventurados"

 



El día de Todos los Santos y del día de Difuntos transmiten la visión cristiana sobre el misterio de lo que hay más allá de esta vida. Bajo la sobriedad de estas celebraciones podemos descubrir una esperanza llena de optimismo y serenidad. En contraste, el marketing de las fiestas de Halloween tapa una visión aterrorizada, poblada de fantasmas y miedos.

Mañana, 2 de noviembre, recordaremos a nuestros difuntos con la nostalgia y la pena que nos produce su ausencia, pero con esperanza serena en el Dios de la misericordia, que nos ha creado para la Vida, y cuando esta existencia que conocemos se agota, nos introduce en su Vida. 

Y hoy, fiesta de Todos los Santos, celebramos esa Vida, que es plenitud que se nos invita a descubrir ya en este mundo. Plenitud que ha brillado en la existencia de tantas personas que transmiten el bien, la paz, el amor. 

De esa realización humana nos habla el Evangelio. En un mundo que pretende que la dicha sólo es para los ricos, los que tienen éxito y se imponen a los demás, Jesús habla de felicidad para los pobres, para los que lloran, para los misericordiosos y los que trabajan por la justicia y la paz... Dios hace brotar una realidad nueva, y aquellos que la acogen se convierten en cauce que transmite esa vida y se llena de ella. 

Las bienaventuranzas ofrecen una variedad de caminos de realización humana desde Dios. Los santos que conocemos muestran la creatividad de la gracia, del Espíritu Santo, que florece en cada persona de una manera nueva, con un fruto propio, reflejando un rasgo de Dios en una realidad concreta.

Al celebrar a todos los santos, tanto los que han brillado ante todos como los que han pasado discretamente, recordamos nuestra vocación a esta plenitud de vida. La santidad no consiste en hechos extraordinarios, ni siquiera en una vida exenta de fallos. La santidad es la presencia y el amor de Dios que cada persona estamos llamados a acoger y cultivar en nuestra vida concreta, para que dé fruto.

Aventuremos la vida!" (Teresa de Jesús)



Lecturas de hoy: https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/lecturas/



  En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, ante...