viernes, 15 de abril de 2022

"Junto a la cruz de Jesús" (Jn 18,1-19,42)


Contemplamos hoy la cruz. 

La muerte de Jesús es consecuencia de su vida, de la misión que Él ha venido a realizar en nuestro mundo. Ha venido a nosotros, y ha anunciado el amor del Padre, que acoge a todos y nos ofrece su vida. Amor que estamos llamados a vivir y transmitir. Amor en el que podemos encontrar felicidad. Asumiendo la dificultad que tiene nuestro mundo para acoger su amor, cargando así con nuestro pecado. 

Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1, 11). Es extraño que, por anunciar el amor, Jesús fuera odiado; por anunciar la paz, encontrara la violencia. Pero así es nuestro mundo. En Israel, había diversos grupos, y cada uno tenía sus “fronteras de odio”. Los fariseos consideraban que el amor a Dios implicaba la exclusión y el odio a los pecadores (en algunos salmos del Antiguo Testamento quedan ribetes de esa postura). Los judíos odiaban a muerte a los romanos… Resultó inaceptable el amor del Padre a todos, sin exclusiones, que Jesús anunciaba. Como también el hecho de que pusiera el amor por encima de la seguridad de la Ley. Por eso se fue quedando solo, y al fin lo mataron. Sigue ocurriendo hoy: Gandhi, Martin Luther King, Ignacio Ellacuría, Óscar Romero… Son muchos los que han muerto asesinados por predicar la paz, y han sufrido la injusticia porque trabajaban por la justicia.

 Jesús lo sabe. Y asume, voluntariamente,  ese rechazo, esa dificultad del mundo para acoger el amor de Dios. Carga con nuestro pecado Lo hace por amor al Padre y a todos nosotros. Muere por nosotros, por cada uno. Por amor a ti.  

 Y muere junto a nosotros. En la cruz, Jesús se hace solidario de todos los que sufren. Ésta es la respuesta de Dios ante el mal del mundo. No es una explicación, sino su propio Hijo, clavado a nuestras cruces. Su Hijo, que muere con nosotros, por amor a nosotros. 

Y que, a través de la cruz, abre un camino que va más allá. Cristo ha resucitado. De hecho, Juan nos invita a atisbar cómo en su misma crucifixión, ya está apuntando la fuerza y la luz de la Resurrección. su relato va desgranando detalles que hablan de la Cruz como la hora en que se manifiesta la gloria de Dios, como Jesús la había anunciado. Aun en medio de los ultrajes, Jesús aparece como rey que juzga a Pilato, y como Dios ante cuya presencia ("Yo soy") los mismos que han ido a prenderlo se postran, aunque no quieran. Y su muerte es entrega del espíritu, que anticipa cómo lo va a transmitir en su Resurrección. La entrega de Cristo, por amor a nosotros, lleva en sí misma la vida de Dios que vence al pecado y a la muerte. 

Por eso, la cruz de Jesús y su Resurrección son el comienzo de una historia nueva, en la que el odio es vencido por el perdón, la mentira por la verdad, la muerte por la vida. Lo que ya se ha realizado en Jesús, se va realizando poco a poco, paso a paso, en sus seguidores, que con la fuerza de Cristo, muerto y resucitado, podemos ir venciendo la injusticia, la mentira, el odio... y participaremos de su Resurrección 

El dibujo que acompaña esta reflexión es obra de San Juan de la Cruz. Con una perspectiva inédita en su tiempo, Juan nos invita a mirar la cruz desde el cielo, como si nos sugiriera mirarla desde el Padre. Una cruz de la que pende el cuerpo de Jesús, en sombras, inclinado sobre el mundo, y que a la vez aparece como iluminada desde atrás, como anunciando la luz de la Resurrección. Juan canta la misteriosa belleza del crucificado con el poema del pastorcico, en el que Cristo es el pastor que da la vida para llamarnos a su amor. "Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32).

Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento
y en su pastora puesto el pensamiento
y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,
que no le pena vese así afligido,
aunque en el corazón está herido,
mas llora por pensar que está olvidado.

Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: “¡ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia
y el pecho por su amor muy lastimado.

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.

San  Juan de la Cruz



Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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