sábado, 26 de junio de 2021

"Talita Kumi" "Levántate" (Mc 5, 21-43)


 Hoy, la primera lectura y el Evangelio nos hablan de Dios como Dios de la vida. Dios ha creado al hombre para la inmortalidad (Sab 2,23). Y esto se refleja en Jesús, que va transmitiendo vida a su paso.

Es significativo el encuentro con aquella mujer enferma. Enferma y marginada, porque sus flujos de sangre la volvían impura según la Ley. De hecho, según esa misma Ley, no debería haber tocado a Jesús, porque al hacerlo, le transmitía la impureza. A veces también nosotros nos acercamos a Dios así: a hurtadillas, por detrás, como con miedo de ponernos ante Él cara a cara (¿porque no nos sentimos dignos, por miedo a lo que nos pueda decir...?) Él, por el contrario busca el encuentro personal, en la verdad de lo que somos y vivmos. Un encuentro en el que aquella mujer que había encontrado la salud de su cuerpo, ahora es rehabilitada en su condición de hija del pueblo elegido, recibe la paz y la salvación.

Y son muy significativas las palabras de Jesús a la niña: tanto, que el evangelista ha querido transmitirlas como sonaron en los labios de Jesús: "talita kumi". "Levántate". Unas palabras y un gesto que Él tiende siempre a la persona abatida, postrada, caída, sea por la razón que sea. Unas palabras y un gesto para guardar en el corazón.

Ahora. Levántate.
No te dejes morir
en muertes cotidianas
que acallan el verso,
que secan el alma
y frenan el paso
hasta dejarte inerte

No mueras en vida,
sepultado por nostalgias,
rendido antes de tiempo,
consumido por dentro.
No permitas que te envenene
el odio, ni dejes
que la amargura –¿o es miedo a vivir?–
haga de tu corazón una losa.

Levántate.
Sostenido por la memoria
de buenos amigos y buenos momentos,
confiado en un hoy grávido de oportunidades.
Movido por la esperanza en lo que ha de llegar.

Levántate, agradecido por tanto…
Ama,
descubre los milagros ocultos,
cree.
Y pelea, si hace falta,
la batalla nuestra de cada día.
Que eso es ser humano.
Levántate.
Ahora.

(José María R. Olaizola sj).


Lecturas del día (www.ciudadredonda.org)

sábado, 19 de junio de 2021

"Ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos" (2 Cor 5, 15; Mc, 4,35-40)

 

Al hilo de los conflictos de la comunidad cristiana (la alusión del texto a "conocer a Cristo según la carne", se refiere a los que se fijaban en las raíces judías de Jesús), San Pablo nos recuerda un elemento central de la experiencia cristiana: Cristo ha dado la vida por nosotros, y eso marca nuestras vidas a fuego del amor. Tomar conciencia de ello nos hace "morir" al anterior modo de vivir (el "hombre viejo", encerrado en sus pasiones e intereses) para comenzar una nueva vida. Nuestra vida ya no se agota en nosotros mismos, sino que se abre a Aquél que por nosotros ha muerto y resucitado. Somos llamados a la experiencia del amor, que es no vivir para uno mismo, sino vivir para la persona amada, y desde ella. Vivir para Cristo, que se convierte en experimentar la vida que él nos ofrece (libertad, paz, alegría...) y construir fraternidad y solidaridad  ("amaos unos a otros, como yo os he amado" Jn 13, 34-35).

Estamos en ese camino, que implica, con frecuencia, marchar a otras orillas, dejando nuestra "zona de confort", y afrontar jornadas de navegación inciertas y tempestuosas, donde también aparecen nuestras dificultades y nuestros miedos, como los de los discípulos en el Evangelio de hoy. La imagen de la barca en medio de la tormenta refleja cómo nos sentimos en algunas situaciones, como la que hemos vivido con la pandemia (precisamente éste evangelio fue el elegido por el Papa en el momento de oración que convocó en marzo de 2020). De aquellos discípulos, aprendemos que también en esos miedos y dificultades podemos abrirnos a Cristo, pidiéndole ayuda, para contemplarlo como Aquél que es capaz de poner paz y dominar los vientos. Para aprender, a través de las jornadas y situaciones, a creer en Él. 

Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)


sábado, 12 de junio de 2021

"El reino es como una semilla de mostaza..." (Mc 4, 26-34)

 


El contexto del Evangelio de hoy es complicado: En el capítulo anterior, Marcos cuenta cómo los maestros de la Ley acusaban a Jesús de estar endemoniado, y su misma familia decían "está fuera de sí" (Mc 3,21). Marcos escribe, además, para una comunidad pequeña y pobre, amenazada por las persecuciones y calumniada por las gentes. 

Es en este contexto donde Jesús pronuncia estas dos parábolas que invitan a la confianza en el Padre, y en su obra -el Reinado de Dios, la realización de su plan de vida para todos-. Un reino que no se manifiesta de forma espectacular y avasalladora, sino humilde, como la pequeña semilla que germina, va abriéndose camino y echa ramas capaces de acoger. 

Una semilla que precisa tierra buena para crecer, como explica la parábola del sembrador (Mc 4, 13-20), que nos invita a meditar sobre "qué clase de tierra somos" y qué trabajo tenemos que hacer para que esta semilla eche raíces en nosotros y crezca. Una semilla que, sin embargo, crece, "sin que el hombre sepa cómo", y así nos invita a la humildad del sembrador que confía que su trabajo dé fruto, aunque sea de manera diferente a como pensaba, porque "es Dios quien da el crecimiento" (1 Cor 3, 6). Una actitud capaz de ir más allá de los "resultados", que alude también San Pablo en la segunda lectura: "caminamos guiados por la fe, sin ver todavía" (2 Cor 5,7)

"Cuentan que un joven paseaba una vez por una ciudad desconocida, cuando, de pronto, se encontró con un comercio sobre cuya marquesina se leía un extraño rótulo:  "La Felicidad".
Al entrar descubrió que, tras los mostradores, quienes despachaban eran ángeles. Y, medio asustado, se acercó a uno de ellos y le preguntó. "Por favor, ¿qué venden aquí ustedes?"
"¿Aquí? -respondió el ángel-.  Aquí vendemos absolutamente de todo". 
"¡Ah! - dijo asombrado el joven -. Sírvanme entonces el fin de todas las guerras del mundo; muchas toneladas de amor entre los hombres; un gran bidón de comprensión entre las familias; más tiempo de los padres para jugar con sus hijos..."  Y así prosiguió hasta que el ángel, muy respetuoso, le cortó la palabra y le dijo:
"Perdone usted, señor.  Creo que no me he explicado bien. Aquí no vendemos frutos, sino semillas."

José Luis Martín Descalzo

Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

sábado, 5 de junio de 2021

"La sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros" (Ex 24, 8; Mc 14, 12-16.22-26)

 

Para un hebreo, la sangre significa la vida (por eso, el temor reverencial de la Ley judía ante todo lo relacionado con la sangre). Tener esto en cuenta nos ayuda a entender las lecturas de esta fiesta del Corpus, que vuelven, una y otra vez, sobre la sangre y la alianza. Podemos, así, comprender que es la vida de Jesús la que establece la alianza definitiva de Dios con nosotros. Esa vida que se fue derramando día a día, curando enfermos, levantando a marginados, acogiendo a pecadores, anunciando el amor el Padre... hasta entregarse finalmente en la cruz, es presencia de Dios que estará siempre con nosotros: hasta el último día, y hasta el rincón más perdido de nuestro mundo o de nuestra historia. Y que nos invita a vivir en su presencia, a abrirle nuestro corazón, a compartir con Él nuestra vida. Comulgar con la vida (la sangre) de Cristo es entrar en esta alianza de amor, ir viviéndola en nuestro día a día. 

Por eso, el Corpus es el día de la Caridad. La Iglesia es expresión de esta alianza, y se alimenta en la Eucaristía, para vivir cuanto ella significa, ser memoria vida de Cristo que sana, levanta, acoge, hace presente el amor, de manera especial con los  más olvidados y necesitados. 

Cáritas, hoy nos invita a ahondar en este estilo de vida, cultivando actitudes de proximidad, de atención y cuidado hacia el otro, de vinculación con los demás, para compartir, para ayudar a los que, muy cerca de nosotros, necesitan apoyo, y para contribuir a hacer un poco más humano nuestro mundo. 

Pues entendiendo, como he dicho, el buen Jesús cuán dificultosa cosa era esta que ofrece por nosotros (…) no hubiera sino muy poquitos que cumplieran esta palabra, que por nosotros dijo al Padre, de “fiat voluntas tua”. Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene (Jn 13, 1), y en su nombre y en el de sus hermanos, pidió esta petición: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, Señor”. (…) Por ser nosotros tales y tan inclinados a cosas bajas y de tan poco amor y ánimo, que era menester el suyo para despertarnos, y no una vez sino cada día”.  
                           Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 33, 1-2


Lecturas de hoy: (www.vaticannews.va)

  En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, ante...