Hay cosas que “no sirven para nada”, pero pueden significarlo todo. Como un abrazo, como escuchar a alguien en un momento de dificultad o sufrimiento, aunque no puedas darle ninguna solución…
En una
sociedad que ha centrado todo en la eficacia; en una cultura que pone precio a
todo y que ha dado tanta importancia a los medios que puede perder los fines,
perder el rumbo, el gesto de María nos interpela. Es un gesto de amor sin
medida, y sin vuelta atrás, como ese frasco quebrado y el perfume derramado.
Como la misma vida de Jesús, que ha pasado haciendo el bien, hasta el fin: esos
pies que María ha ungido con el perfume, se dirigen ya a la Cruz.
Y es que los
medios y la eficacia son necesarios. Pero son inútiles si no hay una opción
personal, una orientación de fondo, que los encauce. En lo que se refiere a la
atención a los pobres, por ejemplo, personas frágiles y sin medios, como Teresa
de Calcuta o Francisco de Asís han hecho más que muchos poderosos. Se
encontraron con Jesús. Y desde Él, fueron capaces de todo.
Imagina la
escena. Piensa, también, en gestos que para ti han sido importantes. ¿Y tú?
¿Eres capaz de dar sin buscar algo a cambio? ¿Eres capaz de hacer algo sin
buscar resultados enseguida?
Aquí
tenemos también una clave, “una llave” para entrar en el Misterio Pascual que
celebramos. Dedicar tiempos a la oración, a escuchar la Palabra de Jesús, a
meditarla, puede parecer que “no sirve para nada”. Pero nos acercan a esa
amistad en la que todo puede encontrar sentido, y en la que encontramos fuerza
y luz para toda nuestra vida.
Un salmo habla de la oración como un perfume:
“suba mi oración como incienso en tu
presencia,
El alzar de mis manos, como ofrenda de la tarde” (Salmo 141, 2)
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