“Cuando levantéis al Hijo del Hombre, sabréis que Yo Soy” (Jn 8, 21-30)
El relato de la primera lectura, aquel estandarte con una serpiente, que curaba a los que eran mordidos por serpientes, es el transfondo de las palabras de Jesús en el Evangelio. Cuando sea levantado en la cruz, Jesús se convertirá en estandarte salvador para el mundo. Nosotros, mordidos por el sufrimiento, la muerte y las injusticias de la vida, somos llamados a contemplar a Jesús, que sufre y muere injustamente en la cruz. Para ser sanados por Él. Es una paradoja: en la cruz, donde Jesús llega hasta la aniquilación y la muerte, es precisamente donde se revela como auténtico Dios (“Yo Soy”). El amor de Jesús, que no retrocede ni ante la muerte, es la fuerza de Dios que vence a la muerte, que abre el camino de la Resurrección, que nos ofrece esperanza. “El que me ha enviado está conmigo, no me ha dejado solo” “Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede soportar; es ayuda y da fuerzas; nunca falta; es ami