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Mostrando entradas de marzo, 2022

"Dejaos reconciliar por Dios" (2 Co 5, 20; Lc 15, 1-3.11-32)

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  El relato evangélico de hoy se abre con una crítica, que marca la razón de la ruptura de los fariseos con Jesús: "Ese acoge a los pecadores y come con ellos". Jesús proclama el amor misericordioso del Padre, que acoge a todos, que no se pliega a las divisiones y los rechazos que llenan nuestro mundo, y que enarbolaban, como bandera, los distintos grupos del tiempo de Jesús (justos y pecadores, judíos y gentiles, etc.). Por ser fiel a ese amor del Padre a todos, es por lo que todos irán dejando solo a Jesús, y al final lo llevarán a la cruz. Y hoy nos sigue costando aceptar ese amor que es más abierto que nuestros límites y bandos, más profundo que cualquier cálculo.  Jesús nos habla de este amor, con la parábola de un padre incomprendido. Uno de sus hijos pensó que sería más feliz lejos de él, y actuó sin ningún respeto (pedir la herencia significaba poco menos que desear la muerte de su padre). Aun cuando vuelve, espera un perdón limitado, que lo deje entrar en casa como j

"Fue a buscar fruto" (Lc 13, 1-9)

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El judaísmo antiguo pensaba que Dios recompensaba a los buenos y castigaba a los malos, ya en esta vida. Este pensamiento, que en la propia Escritura ya se pone en cuestión (ése es uno de los grandes temas del libro de Job, que deja la respuesta en el misterio), aparece en el entorno de Jesús. Así, los discípulos, ante el ciego de nacimiento, preguntan "¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?" (Jn 9, 2). Y de manera parecida, hoy vemos a algunos preguntar a Jesús, impresionados por desgracias recientes (con el agravante de que la matanza de los galileos fue en un acto religioso).  La actitud, aunque parezca ingenua, no está tan lejos de nosotros. El problema del mal en el mundo es una de las preguntas más angustiosas, porque ninguna explicación satisface. Y, sin querer, tendemos a explicaciones que nos hacen sentir a salvo, que nos hacen pensar que las desgracias les ocurren a personas que han cometido algún error o mal (" algo habrá hecho "). Lo

"Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor" (Mt 1, 16.18-21)

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Celebramos hoy la fiesta de José, aquel hombre justo, no con "la justicia de la ley" (de la que habla hoy la carta a los Romanos, cap. 4), sino con la fe, la confianza en el amor de Dios, que le dio capacidad de ajustarse a su voluntad de Dios. Su figura, silenciosa, nos habla de escucha de la Palabra y de disponibilidad; de una fidelidad que renuncia al protagonismo y a la vez está pronta para colaborar con Dios, poniendo en ello creatividad. De un amor lleno de delicadeza, de ternura, de capacidad de acogida, que es imagen del amor del Padre. De un "cuidar" que también nos alcanza a nosotros, llamados a cuidar de Jesús en aquellos que nos necesitan, y cuidar de la Iglesia " El Hijo del Todopoderoso viene al mundo asumiendo una condición de gran debilidad. Necesita de José para ser defendido, protegido, cuidado, criado. Dios confía en este hombre, del mismo modo que lo hace María, que encuentra en José no sólo al que quiere salvar su vida, sino al que siempre

"Este es mi Hijo, el elegido: escuchadle" (Lc 9, 28-36)

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La lectura del Génesis (15, 5-18) y el Evangelio nos narran experiencias intensas del misterio de Dios. En la primera, Dios se revela a Abraham y, usando las formas y ritos de los pactos de entonces, se compromete en alianza con él, prometiéndole una tierra y una descendencia.  Por su parte, la escena que Lucas nos presenta acontece " ocho días después " (Lc 9, 28) de que Jesús haya anunciado a los discípulos su Pasión en Jerusalén, y haya dicho "s i alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga " (Lc 9, 22-23). En la Transfiguración, se revela a los discípulos, por un momento, la luz interior que tiene ese camino de Jesús, que se les presentaba oscuro e incierto. Es un atisbo de la luz de la Resurrección, que ellos aún no comprenden, y por eso guardan en silencio. En esta manifestación, la próxima muerte ( éxodo , dice Lucas) de Jesús está también presente, es el "tema" de la conversación que tienen con Jesús

"El Espíritu lo fue llevando por el desierto" (Lc 4, 1-13)

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 El primer domingo de Cuaresma nos trae el relato de las tentaciones. Antes de comenzar su misión pública, el Espíritu Santo conduce a Jesús al desierto (el mismo desierto que atravesaron los hebreos para salir de la esclavitud y convertirse en Pueblo de Dios). Allí, Jesús enfrenta las tentaciones que le acompañarán durante toda su vida. Tentaciones que se refieren a su forma de ser Mesías; y, a la vez, tentaciones que nos alcanzan a nosotros. - En primer lugar, la tentación de dedicarse a saciar los apetitos, que va unida a la tentación de usar su poder en su propio beneficio. Jesús, que un día multiplicará el pan para atender a una multitud hambrienta, ahora mantiene su ayuno y renuncia a convertir la piedra en pan, porque " no sólo de pan vive el hombre ". Es preciso ir más allá de lo cómodo y de lo que apetece, es preciso descubrir la necesidad de Dios, y cultivar la interioridad. Y la verdadera interioridad no es mera búsqueda de bienestar (aunque sea bienestar interior)