lunes, 11 de abril de 2022

"Era de noche" (Jn 13,21-33.36-38)

 


Las lecturas de hoy siguen acercándonos a la Pascua, y hoy lo hacen por su lado oscuro. Asistimos a los pasos siniestros de Judas, que se pierde en la noche, en la traición.

Y vemos también a Pedro. La noche se le viene encima, y él no está preparado. Tiene una imagen irreal de sí mismo, no conoce su debilidad, que le va a hacer caer.

En el centro de la escena está Jesús. Juan nos invita a apoyarnos en su pecho, como Él, a sentir su soledad, su conmoción interior, tal vez su desencanto, en este momento en que sabe que va a ser traicionado por uno y abandonado por otros. Con todo, Jesús mantiene el rumbo. Lo sostiene la confianza en el Padre. Una confianza que “rima” con las palabras que escuchamos a Isaías: “Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad el Señor defendía mi causa” (Is 49,4). Tiende, también su mano a Judas, con ese bocado de comida (que significaba un gesto de cariño, incluso de predilección) y con las palabras a Pedro (que escuchamos el domingo pasado: “yo he rezado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos” Lc 22, 32). Jesús anuncia que, en esa historia de abandono, ultrajes y sufrimiento, que le aguarda, se ha de manifestar la gloria de Dios. El amor es más fuerte.

Hoy es un día para pararnos a tomar conciencia de nuestras debilidades, de nuestros tropiezos y desvíos. De cómo (y por qué) negamos a veces a Dios, y también a los que están cerca de nosotros, o traicionamos nuestras opciones, nuestros valores y nuestros mejores proyectos. En esta conciencia de nuestras propias contradicciones y debilidades, nos preside esa mirada de Jesús que nos acoge, que nos tiende siempre su mano, que nos invita a confiar, como Él. Cuando la realidad que nos rodea, o nuestra propia realidad, nos decepciona; cuando sentimos la soledad o la perplejidad, Él sigue siendo apoyo firme


"Hay otros que, cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se aíran contra sí mismos; acerca de lo cual tienen tanta impaciencia, que querrían ser santos en un día. De éstos hay muchos que proponen mucho y hacen grandes propósitos, y como no son humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tanto más caen y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo dé Dios cuando él fuere servido: que también es contra la dicha mansedumbre espiritual; que del todo no se puede remediar sino por la purgación de la noche oscura. Aunque algunos tienen tanta paciencia en esto del querer aprovechar, que no querría Dios ver en ellos tanta"             
                                            San Juan de la Cruz, Noche Oscura, 1, 5,3


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