"El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 1-18)
En estos días de tantos mensajes, encuentros, eventos... busquemos un momento para la adoración, para el silencio, que nos ayuden a captar el misterio que celebramos con mas hondura. Una hondura, por otra parte, que no se expresa en pensamientos, sino que toca en silencio nuestro corazón, para irse expresando, encarnando en nuestra vida. El Evangelio, anoche, nos hablaba de una luz grande que ilumina al pueblo que habita en tinieblas, de la gracia y salvación de Dios, que hanaparecido en algo tan frágil y pequeño como un recién nacido, que además, no ha encontrado sitio en el pueblo y nace en un establo. Las lecturas de hoy ahondan en esto. El Hijo de Dios, la sabiduría eterna que se expresa en el orden del cosmos (" Él sostiene el universo con su palabra poderosa ", Heb 1,3), la luz que es vida y alumbra a todo hombre (Jn 1, 3-4.9) se hace " carne ": asume la realidad humana, precisamente con cuanto esto significa de debilidad (En la Escritura, el término "