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Mostrando entradas de agosto, 2020

"... que cargue con su cruz y me siga" (Mt 16, 21-27)

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  En un momento, la roca llamada a ser fundamento de la Iglesia  (Mt 16, 18), se convierte en piedra de tropiezo, en tentador. Pedro (¿y quién no?) quiere seguir a Jesús "a su manera", y compaginar la misión con el éxito. Jesús reacciona sin contemplaciones ante ese intento de manipularlo: " ¡quítate de delante! " El discípulo no está para ir delante, marcando el camino, sino para seguir a Jesús, y dejarse enseñar. El Evangelio del domingo pasado nos invitaba a preguntarnos quién es Jesús en nuestras vidas. El de hoy nos invita a preguntarnos sobre nuestra disposición para seguirlo: para dejarnos conducir por Dios, y no intentar traerlo a nuestros intereses. Para buscar al Dios de los bienes, y no los bienes de Dios. Para seguir a Jesús con realismo, asumiendo las dificultades del camino.  La propuesta de Jesús exigente. También es portadora de esperanza: nuestras cruces (sufrimientos, dificultades, fracasos...), no las llevamos solos, sino acompañados y guiados por

"Vosotros, ¿quién decís que soy Yo? (Mt 16, 13-20)

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  El Evangelio nos presenta la confesión de fe de Pedro en Jesús. No se trata de la opinión de la gente, ni siquiera de una respuesta aprendida de una tradición. Las palabras de Pedro significan centrar en Jesús todas las esperanzas: en Jesús se centra toda la esperanza de salvación de Israel. Es una confesión audaz, que va más allá de las doctrinas judías: Jesús es el Hijo de Dios vivo. Es vida, y va más allá de las palabras. Es Dios, y va más allá de nuestros límites.  Jesús bendice a Pedro, reconociendo en él esa sabiduría que el Padre ha dado a los pequeños (Mt 11, 25-27). Y le da un nombre y una misión nuevas, con una promesa irrevocable: la fe humilde en Jesús es la columna firme que hace a la Iglesia capaz de dejarse sostener por Dios.  Varias veces al año, la liturgia nos hace volver sobre esta pregunta, como una interpelación personal: ¿Quién decís que soy Yo?  ¿Qué lugar tiene Cristo en mi vida, en mi escala de valores, en mis esperanzas, en mi corazón...? Jesús, ¿quién eres

"Señor, socórreme" (Mt 15, 21-28)

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  Una vez más, Jesús sana a los que se acercan a él. Esta vez se trata de una extranjera pagana.  Y el evangelio nos transmite, con una dura expresión, la mentalidad de los judíos al respecto: "no está bien echar a los perros el pan de los hijos". Nos transmite también el dolor de la mujer, que grita pidiendo ayuda a Jesús, y la constancia en su petición a Jesús.  Jesús escucha la insistencia de esa madre angustiada por su hija, y cambia su postura inicial ("Sólo me han  enviado a las ovejas descarriadas de Israel"), y responde a su petición.  A veces podemos tener la idea de un Dios inmutable, que tiene sus planes hechos desde siempre. Jesús, sin embargo, nos revela que Dios ha entrado en verdadero diálogo con nosotros. Su plan de salvación es eterno y e irrevocable, pero lo va construyendo, paso a paso, con nosotros. En relación con ese plan están la compasión, la fe, la oración insistente...  Dios escucha verdaderamente. Al leer este evangelio, recordemos también

"Proclama mi alma la grandeza del Señor" (Lc 1, 39-56)

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  María nos precede, como hermana mayor y como madre. Al contemplarla disfrutando de la vida de Dios plenamente, en cuerpo y alma, nos asomamos al destino que Dios nos tiene reservado, que nos ofrece a cada uno.   Por otra parte, la devoción del Pueblo de Dios, que hoy celebra a María en múltiples advocaciones y en miles de iglesias y ermitas, en pueblos y ciudades, nos ayuda a comprende que María, elevada al cielo, no está lejos, sino muy cerca de nuestra tierra concreta, atenta a los asuntos que nos preocupan. Participando de esa cercanía que tiene Dios a cada persona.  Y el Evangelio nos revela el secreto de su vida y de su gloria: "dichosa tú, que has creído" (Lc 1, 45); "dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan" (Lc 11, 28, en la Misa de la vigilia). María no espera que la admiremos en un pedestal, sino que sigamos su ejemplo. Nos precede también en el seguimiento de Jesús, que es el camino de la Vida  Magníficat (Kairoi) Lecturas de hoy:  http

"Animo, soy Yo. No temáis" (Mt 14, 22-33)

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  El de hoy es un Evangelio para contemplar, dejando que sus imágenes hablen a nuestro corazón. Nos muestra unos discípulos fáciles de fascinar por lo extraordinario, y con miedo a los fantasmas de la noche. Más tarde, tras la Pascua (Jn 21,7), Pedro ya no pedirá andar sobre el agua sino que, al saber a Jesús en la orilla, simplemente se lanzará al agua, y se aprestará al trabajo de arrastrar a tierra la red. De momento, a esta comunidad entusiasmada porque ha visto a Jesús saciar a la multitud (Mt 14, 15-21), Jesús no le deja instalarse en el éxito, sino que la envía a otra orilla.   Y se lo manda con urgencia, porque la noche se echa encima. De hecho, los alcanza en plena travesía. Y esa barca navegando contra el viento en medio de la noche, es, tal vez, uno de los mejores retratos de la Iglesia. Una Iglesia zarandeada por olas y vientos, pero no abandonada. Jesús viene a su encuentro en la madrugada. No se hunde en el abismo del mar, y alza su voz sobre el viento: "ánimo, soy Y

"Hasta quedar satisfechos" (Mt 14,13-21)

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A pesar del título que se ha puesto a esta escena, el Evangelio no habla de multiplicar.  Lo que subraya son unas actitudes de Jesús: - Aunque buscaba un momento de soledad y calma, su compasión le lleva a cambiar de planes, ante que (" como ovejas sin pastor ") lo busca.  - Ve las necesidades de las personas, y responde concretamente: cura los enfermos, se da cuenta de que necesitan comer... - Siempre unido al Padre: levanta la mirada, bendice el pan... Y pide una actitud en los discípulos. Frente a la tentación de inhibirse por la precariedad de medios ("aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces"), y de dejar que cada uno se las arregle como pueda, Jesús les llama a poner en juego lo que tienen, a compartir.  El texto de Isaías (Is 55, 1-3) refuerza una lectura de este Evangelio: frente a la dinámica del mercado (comprar, confiar en el dinero...), que genera hambre e insatisfacción, Jesús promueve otra forma de vida, que nace de la capacidad de compartir en