sábado, 28 de agosto de 2021

"Lo que sale de dentro..." Marcos (7,1-8.14-15.21-23)

 


La Palabra de Dios es sabiduría sanadora. Y su anuncio va unido al bien de la persona. Esto se expresa en las normas higiénicas que encontramos en el Antiguo Testamento (lavarse las manos...). Como también tiene relación con la educación en valores que ha sido consigna de buena parte de la educación católica en las últimas décadas, o en la relación que buena parte de la espiritualidad actual tiene con el cultivo de actitudes psicológicas sanas. 

El problema, tal vez, está en que ese camino también puede hacerse "de vuelta". Podemos, tal vez casi darnos cuenta, desconectarnos de Jesús. Se nos puede perder la dimensión de escucha (así empieza el anuncio de la Ley del Señor, en Dt 4,1: "Ahora, Israel, escucha..."), y podemos convertir ese anuncio en "preceptos humanos", en doctrinas ideológicas o normas a las que nos aferramos, o incluso en motivo para juzgar a otros, mientras el corazón se ha ido alejando del Señor y su vida. 

Más allá de la lectura, obvia para nuestra cultura, de que la fidelidad a Dios no está en meras prácticas externas, el evangelio de hoy puede interpelarnos, invitarnos a preguntarnos "dónde está nuestro corazón". Preguntarnos por lo que sale de nuestro interior (¡tantas veces explicamos nuestras actitudes por los contextos, por las situaciones, por los condicionamientos...!), con una actitud humilde ("andar en verdad", como decía Sta. Teresa) que también es confianza y nos acerca a la experiencia de la misericordia del Señor.  Porque, si bien nuestro corazón muchas veces es ambiguo y frágil, la Palabra y la presencia del Señor "es capaz de salvarnos" (St. 1, 20).


Lecturas de hoy: (www.ciudadredonda.org)

sábado, 21 de agosto de 2021

"¡Tú tienes palabras de vida eterna!" (Juan, 6, 60-69)

 


La segunda lectura (Ef 5, 21-32), que puede extrañar en el contexto actual, pide una aclaración. Cabe tener en cuenta que la Palabra de Dios llega en palabras humanas, que recogen también la mentalidad del tiempo (el mundo judío del siglo I). Pero, sobre todo, es que Pablo no está hablando de una supuesta superioridad del hombre sobre la mujer. De manera retórica, "distribuye" unas actitudes entre mujeres ("se sometan a sus maridos") y hombres ("amen a sus mujeres"). Pero se trata de actitudes mutuas: de la misma forma que cabe esperar que las mujeres amen a sus maridos, éstos también se someten a sus mujeres. De hecho, el pasaje ha comenzado universalizando esa actitud: "someteos unos a otros con respeto cristiano" (o "en el temor de Cristo"). Y eso apunta a que ese sometimiento tiene un sentido diferente del que hoy suele connotar la palabra sumisión. Un sentido que tiene que ver con la escucha mutua, el tenerse en cuenta, el estar en comunión y decidir juntos. Con esa "autoridad" que tienen para nosotros las personas a las que queremos.  Por otra parte, el texto pone la relación entre Cristo y la Iglesia como modelo de la relación conyugal, como amor comprometido,  definitivo, fecundo. 

En el Evangelio (anticipado, de alguna forma, por la lectura de Josué 24), el discurso del Pan de Vida que había comenzado con la multiplicación de los panes y los peces, termina con una llamada  a tomar opción. Muchos comentan que el lenguaje de Jesús es duro. No sé si es porque no entendían las palabras de Jesús, que hablaban de comer su carne y beber su sangre (Jn 60, 54-56), o si es porque sí las entendían: y es que una cosa es hacerse partidarios de un líder capaz de multiplicar panes y peces, y otra, bastante más comprometida, es seguir a Cristo asimilando, "tragándose" su estilo y su propuesta de vida, "comulgando" con Él. El caso es que, cuando descubren las exigencias del seguimiento de Jesús, muchos se marchan. Y Jesús les deja ir, no intenta ganárselos rebajando estas exigencias, ni con otros argumentos. Y se vuelve a los más cercanos (y en ellos a nosotros), interpelándolos a tomar una decisión. 

La respuesta, la confesión de Pedro transmite una relación personal (no dice"¿adónde iremos?", sino "¿a quién iremos?"), y una profunda experiencia: "Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68). Esto es clave, y da razón de todo lo demás: la palabra y la vida de Jesús son radicales, porque son raíz de vida. Y Él mismo es quien da fuerzas y ánimo para vivirlas.  


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

sábado, 14 de agosto de 2021

"Dichosa tú, que has creído" (Lc 1, 39-56)


Este Domingo, celebramos la fiesta de la Asunción de la Virgen María. Una fiesta en la que, una vez más, el pueblo cristiano expresa su admiración y amor a la Virgen, y que, a la vez, nos devuelve una mirada de esperanza sobre nuestra realidad y vocación como personas. 

En la Asunción afirmamos que María participa plenamente, "en cuerpo y alma", de la Resurrección del Señor Jesús. Al contemplar así a María, nuestra madre y hermana, estamos hablando también del destino que Dios nos tiene reservado, del futuro definitivo que nos ofrece. Estamos llamados a la Resurrección, y a participar en ella con todo nuestro ser. A la vez, esta afirmación nos sobrepasa: intuimos apenas una plenitud de vida que desborda lo que somos capaces de pensar e imaginar. 

Esta fiesta es una llamada a la esperanza. Cabe recordar que Pío XII definió como dogma esta convicción del pueblo cristiano en un momento especialmente sombrío, cinco años después de  la II Guerra Mundial, y en los comienzos de la Guerra Fría). 

Y de esperanza nos hablan las lecturas de hoy: de la Resurrección a la que estamos todos llamados; de las obras grandes que el Señor realiza en cada generación (Lc 1, 47-55); de la lucha contra el mal que, a pesar de su apariencia poderosa, finalmente no vencerá (y la muerte es una de las expresiones de ese mal, "el último enemigo aniquilado", 1 Cor 15, 26). 

Una esperanza que, para nosotros, es fuente de alegría. También la palabra de Isabel a María vuelve hacia nosotros, como una invitación: "Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá" (Lc 1, 45). Y es impulso para caminar hacia esa vida a la que Dios nos llama, para construir ese Reinado de Dios y de su misericordia. En nuestro tiempo, marcado por el desencanto, por una especie de desesperanza muchas veces aliada con la comodidad y la reducción a lo inmediato, la Asunción nos llama a levantar la vista para recordar que nuestra vida no es una simple sucesión de momentos, sino un camino con un destino, que da sentido y orienta nuestros pasos.  

La fiesta de hoy nos invita, así, a preguntarnos por cómo vivimos la esperanza, a preguntarnos por la fuente de nuestra alegría. Y hacerlo de la mano de María, acompañados por su amor.


Lecturas de hoy (https://www.vaticannews.va) 


  En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, ante...