domingo, 31 de diciembre de 2023

"El niño iba creciendo..." (Lc 2, 22-40)

 

El Evangelio nos presenta, por una parte, a la familia de Jesús como una familia normal de su tiempo. Una familia humilde (presentan la ofrenda que presentaban los pobres, que no podían costear un cordero), y religiosa, que, de acuerdo con lo que indicaba la Ley, presenta a su hijo en el templo. Este rito ("conságrame todo primogénito" Ex 13,2) era un reconocimiento de Dios como Señor que había liberado a los judíos de Egipto y los había constituido como pueblo. 

La intervención profética de Simeón y Ana descubren, en esa sencilla celebración familiar, al Mesías esperado. En realidad, es el enviado de Dios, el Hijo de Dios, quien se está presentando al pueblo de Israel, como "luz para iluminar a los pueblos, y gloria de tu pueblo Israel".

La fiesta de la Sagrada Familia nos invita a mirar ese lado familiar de Jesucristo, y con ello también la trascendencia de nuestras familias. El Hijo de Dios nació, como verdadero hombre, en una familia, y en ella fue creciendo, robusteciéndose, llenándose de gracia. La familia es una realidad esencial de nuestro crecimiento como personas. Es cauce, para cada uno de nosotros, de la gracia, del amor gratuito de Dios. De hecho, ese amor (el de los padres, hermanos...) que nos recibió cuando, recién nacidos, lo necesitábamos todo, es el que nos ha hecho capaces de amar, y de acoger el amor de Dios en nuestras vidas. 

Desde ese reconocimiento de la importancia de la familia, nos invita a cuidarla. La lectura de la carta de Pablo a los cristianos de la ciudad de Colosas nos propone una preciosa serie de actitudes para "llevar puestas" siempre: la misericordia, la bondad, la humildad, paciencia, perdón mutuo, el saber convivir y sobrellevar las debilidades de cada uno..." Vale la pena mirar nuestra vida cotidiana desde esa palabra. 

Hay un versículo que choca con la sensibilidad actual: "mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos" (la traducción del leccionario anterior a 2015 me parece más adecuada que la actual, por las connotaciones negativas que ha tomado el término sumisión). Nos puede ayudar a entenderla el contexto de ese tiempo (Pablo escribe en el siglo I) y sobre todo, el contexto de la frase, que a continuación dice a los maridos "amad a vuestras mujeres". Pablo, al escribir, también usa unas formas retóricas, y así ha "distribuido" unas actitudes que, en realidad, son comunes a maridos y mujeres: ambos, igualmente, están llamados a amarse y a vivir en diálogo, reconociéndose mutuamente una "autoridad", que no significa superioridad de uno sobre otro. Esa autoridad es la que nace del amor: acogemos y escuchamos con atención la palabra de aquella persona que es importante para nosotros y que sabemos que nos ama, y por tanto nos inspira confianza. 

Hoy es un día que nos invita a reconocer lo que hemos recibido en nuestras familias, y dar gracias a Dios por ellas, por cada uno de quienes las componen ("Sed agradecidos", nos dice S. Pablo en Col 3, 15). Y a cuidar a cada persona. La familia está llamada a ser espacio que cuida, que ayuda a crecer de manera sana, como Jesús, en todas las dimensiones.


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

En estos días, se ha suscitado cierta polémica por la Declaración "Fiducia Supplicans" de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre la facultad para bendecir parejas que viven en situación irregular (divorciados y parejas de personas del mismo sexo). Aparecen noticias, comentarios, reacciones... Cabe apuntar  que este documento defiende el matrimonio como lo ha comprendido siempre la Iglesia, y no pretende equiparar con él otros tipos de unión. La bendición que autoriza no es un remedo del rito litúrgico del matrimonio, sino una oración que expresa la misericordia de Dios y el acompañamiento maternal de la Iglesia a "aquellas persona que, aunque estén en una unión que en modo alguno puede parangonarse al matrimonio, desean encomendarse al Señor y a su misericordia, invocar su ayuda, dejarse guiar hacia una mayor comprensión de su designio de amor y de vida" (n. 30) y "ruegan que todo lo que hay de verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y relaciones, sea investido, santificado y elevado por la presencia del Espíritu Santo" (n. 31). En este sentido, puede considerarse en línea con las palabras de Benedicto XVI, en su Exhortación "Sacramentum Caritatis", que recordaba que los divorciados vueltos a casar "siguen perteneciendo a la Iglesia".
Ofrecemos un enlace al texto de la Declaración, para poder leerla directamente, que es lo más conveniente para saber lo que dice:


domingo, 24 de diciembre de 2023

"El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 1-18)

 

Como nos dice la Carta a los Hebreos, Dios, que habló desde antiguo por los profetas, ahora "nos ha hablado por el Hijo". El es su lenguaje y su palabra. El, que ha asumido nuestra realidad y se ha hecho nuestro hermano, para que nosotros podamos ser hijos de Dios.

Una Palabra que necesitamos escuchar con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma (Dt 6,5). Un lenguaje que hemos de aprender. Salvación que se manifiesta en la fragilidad de un niño envuelto en pañales y acostado en un comedero de animales, porque no ha habido sito para él en la ciudad. Luz que sigue brillando y ofreciendo vida en medio de la noche, que no la recibe ni la puede retener. Verdad y gracia que se nos ofrece para que podamos vivir de una forma nueva (Tito, 2, 11-14).

“ Un Dios que se ha hecho
tan pequeño por mí…
¡Yo lo amo…!
¡Pues él sólo es amor y misericordia
!"

      (Santa Teresa del Niño Jesús)


"Hágase en mí..." (Lc 1, 26-38)

 


Este año, la IV semana de Adviento se reduce a un día, este domingo que ya es víspera de la Navidad. Quedan apenas unas horas para la celebración del nacimiento de Jesús. La liturgia nos invita a prepararnos de la mano de María. El relato de la Anunciación nos ofrece algunas actitudes que podemos cultivar en estos días:

- Humildad. María, una adolescente de un pueblo insignificante (hasta entonces, nunca había sido nombrado), conoce su pequeñez. Sobre todo, se sabe pequeña porque es capaz de captar la grandeza de Dios.

 - Sencillez y confianza. Y, a diferencia de Adán que huía de Dios, o de Zacarías que dudaba, María se sitúa ante Dios, desde su humildad, con confianza. Intuye que esa grandeza es misericordia, y sencillamente se abre a ese amor. Con confianza expresa sus dudas, y responde poniendo toda su vida en manos de Dios.
    En estos días que tienden a recargarse de adornos, de regalos, de celebraciones, de compromisos, de tantas cosas, tal vez la sencillez puede ser una clave. Buscar lo esencial en el encuentro con cada persona, y en el comienzo de cada día. Buscar a Dios en cada jornada, intentar situarnos ante él y ante los que nos encontramos, con sencillez.  

- Disponibilidad y libertad. Desde la confianza, María se entrega al plan de Dios, para quien "nada hay imposible". Lo hace sin reservas ni condiciones. Y en esa entrega a Dios nace una libertad intrépida Podemos imaginar los condicionamientos sobre los que salta, por su embarazo antes del matrimonio, y también porque decide por sí misma, sin consultar a su prometido. De hecho, ya algunos Padres de la Iglesia comprenden la duda de José no como sospecha sobre María, sino como duda de que él tuviera algo que hacer en ese acontecimiento en el que, a diferencia de toda tradición anterior, él parecía quedar "al margen".
    En estos días en que se acumulan compromisos y costumbres, tal vez puede ser bueno pararnos a pensar en lo que de verdad queremos vivir y hacer, a quién queremos dedicar atención...

Estos serán días intensos de encuentros, celebraciones, fiestas... Recordemos que lo más importante es que Dios ha venido a nosotros. Viene a tu vida. Quiere también encarnarse, hacerse presente en tu historia. El misterio de su acción de amor quiere hacerse también en ti. 




domingo, 17 de diciembre de 2023

"Testigo de la luz" (Jn 1, 6-8) "Se alegra mi espíritu en Dios" (Lc 1,47)

 

En el evangelio que hoy escuchamos a Juan definir su lugar, ante las preguntas del pueblo. Su llamada a la conversión, su anuncio de los tiempos definitivos y la radicalidad de su vida llevaron a muchos a pensar si él sería el salvador que esperaban (nombrado con distintas figuras en las tradiciones de Israel: el Mesías, el Profeta, o Elías, que esperaban que volviera "para restablecer a las tribus de Jacob". Eclo 48,10). Con humildad ("andar en verdad" como dice Teresa) Juan reconoce que él no tiene las respuestas, ni trae la salvación.  No pretende ocupar el lugar de Jesús, que viene a rescatar, a salvar al pueblo ("desatar la sandalia" era el gesto con el que alguien ocupaba el lugar del pariente más cercano, para "rescatar", hacerse cargo de la familia y la heredad de un difunto. Rut 4,7). 

El lugar de Juan es otro, que lo empuja (como también impulsa a la Iglesia) a una misión audaz: ser la voz que llama a allanar el camino del Señor, el que bautizará con Espíritu Santo (Lc 2, 16)

Esto nos recuerda que esperamos a alguien con nombre propio. No creemos simplemente en unos valores, y nuestra esperanza no es un sueño utópico. Nuestra fe es camino de encuentro personal con Jesús, el Hijo de Dios, para ir conociéndolo cada vez más profundamente. 

Y Él es el fundamento de los valores que asumimos, y de la esperanza que nos anima. Él, que trae buena noticia, que viene a vendar los corazones desgarrados, a liberar de toda cautividad, a hacer brotar la justicia (Is 61,1-2.11). Por eso, también, seguirle significa ir experimentando eso (cómo nos sana en nuestros desgarros, nos libera de opresiones o de ataduras, impulsa nuestras vidas...) y cultivar esas mismas actitudes de sanación, de esperanza, de libertad. 

"Estad siempre alegres", nos dice San Pablo, en este domingo, que proclama también alegría desbordante en la lectura de Isaías y en el Cántico de María. ¿Es posible esta alegría? Pablo hablaba a una comunidad que conocía las dificultades y la persecución, y él mismo refiere, en otros momentos, las penalidades y peligros que acompañaron su existencia. La alegría de Pablo brota más hondo, y tiene que ver con algunas actitudes, que nos invita a cultivar:

- "Sed constantes en orar" (a los cristianos de Filipos, les decía "os lo repito: estad alegres... el Señor está cerca". Flp 4,5). Orar es acercarnos a Dios e ir descubriendo cómo nos acompaña.

- "Dad gracias en toda ocasión". El agradecimiento nos hace conscientes de la gracia que recibimos, nos abre a la gracia. 

- "No apaguéis el Espíritu" (tal vez nos podemos preguntar qué nos "apaga", qué ahoga esta llama del Espíritu que es amor, búsqueda de la verdad, ánimo... Y cómo avivarla, evitar que se apague)

- "Examinadlo todo, quedándoos con lo bueno" (interesante palabra, para estos tiempos que tientan a todos a meterse cada uno en su "burbuja")

- "Guardaos de toda forma de maldad". 

Nos acercamos a la Navidad. María nos invita a alegrarnos en Dios, como ella. Porque su misericordia llega, en cada generación, a los que lo buscan. El también viene a hacer obras grandes en ti. 

Lecturas de hoy (www.domincos.org)


domingo, 10 de diciembre de 2023

"Preparad el camino del Señor" (Mc 1, 1-8)


Escuchamos hoy el título y el comienzo del Evangelio según san Marcos, que nos acompañará durante este año litúrgico. Es el primero de los Evangelios. Parece ser que, hasta entonces (os años 60 del  siglo I), entre las comunidades cristianas se había transmitido la narración de la Pasión del Señor, los testimonios de la Resurrección, las enseñanzas y los hechos de Jesús, que se habían comenzado a agrupar en colecciones de dichos, parábolas, signos... Marcos es el primero que reúne esos elementos para ofrecernos la persona y el mensaje de Jesús, en un relato unido, que nos sirva como un "puente" para que lleguemos a Él (por eso, porque están escritos para llevarnos al encuentro con Jesús, meditar los Evangelios es una excelente manera de orar). 

Cada Evangelio nos ofrece una perspectiva sobre el misterio de Jesús (ayudándonos así a descubrir la infinita riqueza de facetas y rasgos de Cristo). Marcos nos habla de cómo el Hijo de Dios viene a nosotros y se revela de forma escondida, diferente a como se le esperaba e imaginaba. Y comienza con la predicación de Juan, que nos llama a la conversión: para acoger al Hijo de Dios que viene por un camino nuevo y trae un mensaje diferente, es necesaria una actitud de apertura, de atención, de salir de nuestros esquemas. El mismo Juan intuye que está preparando el camino para alguien a quien no es capaz de comprender totalmente, que le supera y realizará una obra nueva, creadora . "Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo".

También el profeta Isaías, en medio de la desolación del destierro de Israel en Babilonia, levanta la vista y descubre a un Dios que perdona la infidelidad del pueblo, que volverá a salvarlo y conducirlo ("como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo los reúne"). Y en medio de esa situación de desierto, llama a preparar el camino. 

La segunda carta de Pedro, escrita tardíamente, se dirige a una comunidad desconcertada porque el retorno glorioso del Señor, que esperaban, parece retrasarse. Con un lenguaje apocalíptico (que a nosotros, acostumbrados a "visualizar" en forma cinematográfica, tal vez puede despistarnos), el autor quiere, sobre todo, llama a considerar que el mundo y sus apariencias pasa, pero nosotros estamos llamados a encontrarnos con Dios. Y pone nuestra forma de vivir, nuestras obras, a la luz de ese encuentro definitivo con Dios. Eso nos llama a plantearnos en profundidad cómo estamos viviendo: qué nos mueve (o paraliza), qué buscamos, en qué nos apoyamos... Y nos propone una forma diferente de vivir el tiempo, que para Dios es relativo. Él quiere, sobre todo, es "que nadie se pierda, sino que todos accedan a la conversión".  También para nosotros está en relación con la vida. No podemos dejar pasar el tiempo en una rutina de distracciones, ni en una espera pasiva. "Esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia", y estamos llamados a vivir en una "paz con Dios" que tiene que vez con la paz que Jesús ofrece en la Última Cena (Jn 14, 27), con la bienaventuranza de los constructores de paz (Mt 5,9), con una conducta que se acerca a esa santidad de Dios que es misericordia (piedad) y hace presente su salvación, que ayuda a las personas a vivir en plenitud.  construcción de la paz.

Esperamos a alguien más grande que nuestros esquemas. Y se nos invita a prepararle camino. ¿Qué es necesario levantar? (o ¿a quién es necesario levantar? porque nos encontramos personas caídas, hundidas...?) ¿Qué puentes he de tender? ¿Qué obstáculos he de rebajar?  ¿Qué espacio tendré que despejar, en mi vida, para el encuentro en verdad con el otro, conmigo mismo, con Dios?

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


jueves, 7 de diciembre de 2023

"Llena de gracia" (Lucas, 1, 26-38)

 

En medio del Adviento, la Inmaculada Concepción de la Virgen María nos habla también de esperanza. Una esperanza que encontramos expresada en el cántico de la carta a los Efesios (1, 3-6.11-12) y que habla de nuestra vocación: ser, plenamente, hijos de Dios, participando de su santidad y su vida por el amor. 

Esa plenitud de vida contrasta con las limitaciones que encontramos, con el mal que nos salpica diariamente, y que aparece en el relato del Génesis, aparentemente ingenuo pero lleno de referencias: el miedo que lleva a esconderse de Dios, la culpa que unos se pasan a otros, el engaño... (pero también, la lucha contra el mal, que ha de acabar con la victoria humana). 

Un relato que, a su vez, contrasta con el de Lucas, donde encontramos el saludo luminoso del ángel, la promesa de salvación de Dios, y por parte de María, la actitud abierta, confiada, la capacidad de respuesta... En ese "he aquí la esclava del Señor" hay mucha libertad (frente a los condicionamientos sociales de su tiempo; por ejemplo, en el hecho de que responda por sí misma, sin "pedir permiso" a nadie; frente a miedos...) y hay una concordancia con la misma actitud del Hijo que viene a hacer la voluntad del Padre, y expresa así su amor. 

En María contemplamos la salvación de Dios, su plan, realizado en plenitud: ella es la totalmente libre de ese mal que, con lenguaje simbólico, hemos expresado como algo que nos mancha y podríamos también expresar como lo que no nos deja ser, nos malogra, nos esclaviza. Ella es la Inmaculada, también la persona que ha realizado su vida en el amor.

María nos acompaña y nos refleja la misericordia de Dios. De alguna manera, ya comenzamos a ser "intachables" ante Dios, que "no puede tacharnos", porque nos ama incondicionalmente, y quiere ayudarnos a participar de su vida. María, la llena de gracia, nos invita y nos enseña a abrir nuestra vida a la gracia, al amor de Dios. 

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


domingo, 3 de diciembre de 2023

"Velad" (Mc 13, 33-37)

 

Ya hace días (o semanas) que en nuestras ciudades se han encendido miles de luces navideñas, cuando nosotros venimos a comenzar el Adviento, encendiendo una vela. La sobriedad de este gesto nos invita a una preparación que mire al interior, a lo esencial, para poder vivir en verdad esta fiesta. Pues tenemos el riesgo de que la multitud de celebraciones, regalos y adornos de estas fiestas "centrifugue" la Navidad (y a nosotros mismos) a unos fastos externos, muy glamourosos, pero vacíos por dentro. 

Nos preparamos para celebrar la Navidad, acogiendo a Dios que viene a nuestras vidas. El recuerdo del nacimiento de Jesucristo en Belén, cuando Él entró en nuestra historia para salvarnos, nos tomar conciencia de que el final de nuestro mundo y de nuestra vida será encuentro definitivo con Él. Y a estar atentos, porque, desde que Él ha asumido nuestra condición humana, en cada persona y cada acontecimiento nos sale al encuentro.

El Adviento nos invita a la esperanza. Esperanza que no se basa (como el optimismo) en un cálculo o proyección sobre lo que va a pasar, sino que se fundamenta en Dios, es saber que nos acompaña en todo lo que vivimos, que viene a nosotros, abriendo caminos de vida.  Esperanza que se desglosa en una serie de actitudes, que se nos invita a "encender", como las velas de Adviento. 

El Evangelio de hoy nos señala la primera: velar. Jesús la recalca con una parábola que conecta con las que venimos escuchando los domingos anteriores, y nos indica algunas características de esta espera: 

- Esperamos a alguien que no no es ajeno. Es el Señor, "el dueño de la casa". De hecho, Aquél que nos ha dado la vida y el ser, y nos puede ayudar a vivirlos en plenitud. Y que quiere hacer morada en nuestro corazón. 

- Es una espera activa, que nos empeña en colaborar en construir aquello mismo que esperamos que Él nos traiga: la paz, el amor, una vida digna para todas... Cada uno tenemos algo que hacer, un ámbito en que podemos ir haciendo.

- Se nos llama a estar atentos para abrirle nuestras vidas, pues puede venir en cualquier momento: tal vez vivamos momentos "crepusculares", o sentirnos en medio de la noche, o contemplar las luces de un nuevo amanecer... y en cualquiera de esos momentos podemos vivir la sorpresa del encuentro con El. 

Velar significa estar atentos. Tiene también un matiz de cuidar, y de presencia cercana: velar a un enfermo, velar por algo... El comienzo de este breve Adviento (esta vez, apenas tres semanas) nos invita a preguntarnos qué queremos cuidar, a quién queremos estar atentos y cercanos, en la Navidad próxima.

Retiro on-line para Adviento (este año, inspirado en Sta. Teresa del Niño Jesús y María Montessori)

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

  En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, ante...