sábado, 29 de julio de 2023

"El Reino de Dios se parece a un tesoro escondido..." (Mt 13,44-52)

 


Las parábolas que hoy escuchamos dan cuenta de la radicalidad de las opciones que pide Jesús. Se corresponden, además, con lo que Jesús propuso a los que le seguían ("ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres. Así tendrás un tesoro en el cielo, y ven, sígueme" Lc 18, 22-23). Y con lo que muchos han hecho, como confiesa Pablo: “considero que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, (…) y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos, hasta hacerme semejante a él...” (Flp 3, 7,11). Quien se encuentra "a fondo" con Jesús (unos de forma casual, como quien encuentra un tesoro escondido, y otras, tras mucho buscar, como el mercader de perlas finas) sabe que vale la pena darlo todo por él. Y lo hace lleno de alegría, porque ha encontrado la plenitud de vida. 

La tercera parábola de hoy ofrece otra perspectiva, y también vuelve sobre el tema (del domingo pasado) de que en este mundo coexisten trigo y cizaña, "buenos" y "malos", distintas formas de enfocar la vida. Al fin, nuestras opciones (o la falta de opciones) también definen nuestra vida, y hacen que pueda ser una vida plena o una vida desperdiciada, gastada en "nadas". De fondo, está la propuesta (reflejada en la oración de Salomón, en la primera lectura) de buscar y pedir la sabiduría, saber vivir. 

Por otro lado, el tesoro escondido nos invita a buscar a Dios "en lo escondido". Hay ahí una llamada a la interioridad, que ya se intuía cuando Jesús invitaba a "orar a tu Padre que ve en lo escondido" (Mt 6,6). Y una llamada a cultivar la sabiduría de una mirada diferente a la del mundo, como propone el Papa Francisco: no mirar tanto a las cosas que el mundo alaba, a mirar las periferias, (…) dar importancia a lo que otros descartan (…) lo realmente valioso no llama nuestra atención, sino que requiere un paciente discernimiento para ser descubierto y valorado”. (Audiencia 17-XI-2021).

Vale la pena, también meditar la lectura de la carta a los Romanos, que habla del designio de Dios, un designio que es para todos (Pues Dios "quiere que todos los hombres se salven", como dice 1 Tm 2,4. Sin embargo, no todos tienen fe. Por eso, los que hemos recibido la gracia de encontrarnos con Dios, hemos sido escogidos, como dice hoy Pablo). No es que por amar a Dios todo nos vaya a salir bien, pero "a los que aman a Dios todo les sirve para el bien". El Hijo de Dios se ha hecho hombre para hacernos sus hermanos, imagen suya. Nos ha llamado para justificarnos, y hacernos partícipes de su gloria, de su vida. 

sábado, 22 de julio de 2023

"Dejadlos crecer juntos" (Mt 13, 24-30)


Jesús comienza a hablar en parábolas. La primera imagen era la del sembrador (evangelio del domingo pasado) que, a pesar de varios intentos fallidos (lo que cae en pedregal, zarzas, camino...) sigue sembrando, y consigue una cosecha extraordinaria. A ella le sigue la que hoy escuchamos. Ésta da cuenta de cómo conviven y se entremezclan el bien y el mal en el mundo. El trigo y la cizaña crecen juntos en el mundo. Y también en la Iglesia. Y en el corazón de cada uno. 

La imagen, y el sentido popular de los términos, es sugerente. La cizaña se ha convertido, para nosotros, en símbolo de la incitación a la división y discordia, la maledicencia y calumnia... La planta es parecida al trigo, y se puede confundir con él, además de que puede enredarse en sus raíces. Se distinguen en la siega, porque la espiga de la cizaña es prácticamente hueca (y por eso se mantiene erguida), mientras el trigo, lleno de fruto comestible, se inclina. Esto invita a pensar en actitudes que pueden tener apariencia religiosa pero no dan fruto (dice Pablo, en Gálatas 5, 22-23, que "el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,  humildad y dominio propio"), y que se delatan por su soberbia o por sembrar división. Como en otro lugar dice Jesús, "por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 16)

Frente a la tentación justiciera de correr a arrancar la "cizaña", Jesús nos habla de un Dios paciente, que deja la oportunidad de crecer y de dar fruto. 

Y, de manera parecida a como la parábola del sembrador Mt 13, 4-9.18-23) nos llevaba a una reflexión sobre el tipo de tierra que somos cada uno (y qué habrá que hacer para convertirse en tierra buena, capaz de dar fruto), ésta nos invita a discernir cuidadosamente lo que va creciendo en nuestro corazón y en nuestra vida, para potenciar el crecimiento del "buen trigo", y dar fruto, y evitar el crecimiento de nuestras "cizañas" personales. 

"¡Oh hermanas mías!, no os aseguréis ni os echéis a dormir, que será como el que se acuesta muy sosegado habiendo muy bien cerrado sus puertas por miedo de ladrones, y se los deja en casa. Y ya sabéis que no hay peor ladrón, pues quedamos nosotras mismas, que si no se anda con gran cuidado y cada una (como en negocio más importante que todos) no se mira mucho en andar contradiciendo su voluntad, hay muchas cosas para quitar esta santa libertad de espíritu, que pueda volar a su Hacedor sin ir cargada de tierra y de plomo (...) Aquí puede entrar la verdadera humildad."
                   Teresa de Jesús, Camino de perfección, 10, 1.3


Lecturas (www.dominicos.org)

sábado, 15 de julio de 2023

"Ahí tienes a tu madre" (Jn 19, 25-27)

 

En las iglesias carmelitas, celebramos este domingo a la Virgen del Carmen. El Evangelio de esta fiesta (Jn 19, 25-27) nos lleva al pie de la cruz, donde la entrega de Jesús que nos salva, manifiesta la gloria de Dios. En ese contexto de salvación, de revelación plena de Dios ("todo se ha cumplido" Jn 19,28.30), a la vez profundamente enraizado en los dolores de nuestra humanidad), es donde Jesús nos entrega a su madre, y nos invita a recibirla en nuestra casa, como lo hace el discípulo que Jesús quiere. 

La segunda lectura (Gálatas, 4, 4-5) nos ayuda a comprender el sentido de esto. Dios nos ha adoptado como hijos, y ha enviado a su Hijo, Jesucristo, para que él nos "rescate" del sometimiento a las leyes, al estilo de este mundo, y nos transmita cuanto significa ese ser hijos de Dios. Y María, la primer testigo de este misterio de vida, la mujer que acompañó los primeros pasos de Jesús, nos acompañará para seguir a Jesús, para comprender y vivir este misterio de libertad, de plenitud. Ella, la llena de gracia, la persona que mejor ha sabido abrir su corazón y su vida a la acción del Espíritu, es nuestra ayuda, con su ejemplo, su presencia callada  y su intercesión, para crecer como hijos de Dios, para que esa nueva realidad vaya desarrollándose en nosotros. 

Que el escapulario, el hábito de María, nos ayude a vivir sus hábitos: el de guardar las cosas de Jesús, meditándolas en su corazón (Lc 2, 19.51), el de la disponibilidad y humildad ante Dios (Lc 1,38), el de ponernos en camino para llevar a Jesús a otros, para compartir la fe, para servir (Lc 1,39), el de contemplar y descubrir la acción de Dios en la historia y en la propia vida (Lc 1, 46-56), el de buscar a Jesús en los momentos de incertidumbre y desconcierto (Lc 2, 45)... Que ella guíe el navegar de nuestra vida. 


Lecturas de la fiesta de la Virgen del Carmen


domingo, 9 de julio de 2023

"Venid a mí..." (Mt 11, 25-30)



Hace algunos domingos, Mateo nos hablaba de cómo Jesús ve con compasión a las gentes, cansadas y abatidas como ovejas sin pastor (Mt 9, 36). Desde esa compasión envía a los discípulos a la misión, aun consciente de las dificultades que encontrarían. Es por esa misericordia, de hecho, por lo que Él, el Hijo amado del Padre (Mt 3, 17), ha venido a nosotros, para "tomar nuestras debilidades y cargar con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17). 

Entre aquella escena y la que hoy contemplamos, Mateo nos presenta el envío de los discípulos, y el anuncio, por parte de Jesús, de las dificultades que encontrarán. El mensaje de Dios, a pesar de responder a la necesidad de la humanidad, va a encontrar resistencia, rechazo, indiferencia. Los sabios y entendidos, los doctores de la ley (fariseos, escribas...), los que se sienten seguros en sí mismos (en su saber, en sus bienes, en sus fuerzas...) no acogen su palabra, y la vida que Jesús ofrece queda oculta a sus ojos, incapaces de ver más allá de sus propios criterios. Los pequeños, los humildes, dispuestos a confiar en Dios, son los que se abren a esa vida que ofrece Jesús, y que es la vida de Dios, porque "nadie conoce al Padre sino el Hijo". 

De fondo, está el dilema de "vivir en la carne" o "vivir en el espíritu", al que alude Pablo en la carta a los Romanos (Rom 8, 9.11-13), que no se refiere a la contraposición entre cuerpo y alma (del pensamiento griego), sino a una opción, un estilo de vida: estar "en la carne" es vivir encerrado en uno mismo (en los propios deseos, intereses, criterios...). La vida espiritual consiste en abrirse a Dios, vivir en la confianza y el amor, que nos lleva más allá de nosotros mismos...  y nos abre a esa vida que nuestras fuerzas no pueden alcanzar, pero Dios nos regala. 

Muchas cosas pueden agobiarnos y cansarnos. Unas, vienen delas dificultades de la vida, que no podemos evitar; algunas, vienen de habernos implicado en ayudar a otros, de intentar participar en la misión de Jesús. Otras, pueden tener que ver con modos de afrontar la vida que, a la larga, resultan agotadores. El cansancio y abatimiento que Jesús veía en la gente tenía mucha relación con una religiosidad llena de preceptos, de cumplimientos... Hoy, el perfeccionismo puede llevar a algunas personas de buena voluntad al cansancio y al agobio de una exigencia que nunca se alcanza. A unos y otros, a todos, nos llama Jesús, para encontrar alivio en Él. Su yugo, aunque lleve en sí la radicalidad que escuchábamos en domingos pasados, es suave, porque se basa en el amor del Padre, que estamos llamados a experimentar. Amor misericordioso y paciente con nuestras limitaciones, amor que infunde fuerza y ánimos, y da sentido a todo esfuerzo. Amor que transmite paz al corazón, que siempre nos acoge y ofrece descanso y alivio. El "aprended de mí" es una invitación abierta, a experimentar su vida, conocer su Paz y Alegría (Jn 14, 27; 15,11). Hoy, incidiendo en la sencillez, humildad.

¡La ciencia del amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada todavía... Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono.

(...) Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud, como dijo en el salmo 49 (…) No tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. Porque ese mismo Dios que declara que no tiene necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila en mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed... Pero al decir: «Dame de beber», lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor...

Sí, me doy cuenta, más que nunca, de que Jesús está sediento. Entre los discípulos del mundo, sólo encuentra ingratos e indiferentes, y entre sus propios discípulos ¡qué pocos corazones encuentra que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito!

Teresa del Niño Jesús, Historia de un alma (Manuscrito B, 1-2rº)


Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

sábado, 1 de julio de 2023

"El que pierda su vida por mí la encontrará" (Mt 10, 37, 42)

 

Las palabras que hoy escuchamos a Jesús, siguen teniendo como contexto el envío evangelizador ("el que os recibe a vosotros, me recibe a mí") y la hostilidad del mundo a ese mensaje. Y también la forma de hablar judía, llena de contrastes y radicalidad. Conviene, por ello, situar su sentido. No es (como podría parecer) que haya una "competencia" entre el amor a la familia y el amor de Dios. Dios no se sitúa ante lo humano en actitud de rivalidad o competencia. De hecho, Él ama a cada persona, más de lo que sus padres o sus hijos puedan amarla. La primacía del amor a Dios no "hace de menos" los otros amores, sino que los "ordena", y los ayuda a crecer en plenitud. Desde Dios, el amor a los padres, a los hijos, a los cónyuges, los hermanos... puede ir creciendo en libertad para no atrapar, en generosidad y vitalidad, en capacidad de compartir, en horizonte y apertura hacia los demás...

Con todo, el conflicto existe. En las primeras comunidades hubo personas que, por su fidelidad a Cristo, sufrieron presiones de sus familias, o incluso el rechazo total. La radicalidad de las palabras del Evangelio refleja la radicalidad de su opción: tuvieron que elegir. Eso sigue ocurriendo hoy. Y en ocasiones, de manera menos explícita: los lazos familiares, a veces, se pueden convertir en ataduras de chantajes afectivos, de egoísmos de grupo (aquello de "yo por mi familia mato"...) que un seguidor de Cristo no puede aceptar. 

Jesús da un paso más, e invita a poner toda la vida en juego, en el seguimiento de Cristo. Aceptar el riesgo de seguirle, el riesgo de "perder la vida" en ello. Y, efectivamente, seguir a Cristo implica una serie de actitudes que, desde los criterios de nuestro mundo, pueden implicar "perder". Implica una manera diferente de afrontar la vida diferente. Vale la pena, aquí, volver sobre la lectura de la carta a los Romanos que hoy escuchamos, para preguntarnos qué puede significar para nosotros "andar en una vida nueva", y a qué hemos de "morir", para ello. 

Jesús nos habla de cargar la cruz y seguirle. Leído desde aquel tiempo en que la cruz era un patíbulo, esto nos habla de una opción que afronta el riesgo al fracaso, a la muerte: una opción total. A la vez, esta expresión la cruz de cada uno, nos remite a nuestra vida personal, con nuestras "cruces", nuestras dificultades cotidianas... y nos habla de un seguimiento de Cristo que se encarna en lo cotidiano, en nuestra existencia real. 

A la vez, estas palabras llevan dentro una esperanza y una experiencia de luz. No se trata meramente de cargar con la propia cruz, sino de hacerlo siguiendo a Jesús. No afrontamos nuestras dificultades y riesgos en solitario, sino unidos a Jesús, apoyados en Él, el que "nos amó primero" (1 Jn 4,19), que siempre está cerca de nosotros y toma la iniciativa. Afrontado con Él nuestras cruces, "viviremos con Él", encontraremos nuevos caminos, maneras fecundas de vivir nuestra realidad. Y la invitación a la radicalidad de este evangelio va unida a la conciencia de la generosidad de Dios que comprende nuestra limitación y recompensa hasta el más pequeño esfuerzo. 

¡Aventuremos la vida!
Pues no hay quien mejor la guarde
que el que la da por perdida.
Pues Jesús es nuestra guía,
y el premio de aquesta guerra.
Ya no durmáis, no durmáis,
porque no hay paz en la tierra.

Teresa de Jesús


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


  En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, ante...