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  Juan, en su Evangelio, presenta siete signos que van desvelando quién es Jesús y qué significa su Buena Nueva. La resurrección de Lázaro es el último, y enlaza con la Pascua, la propia muerte y resurrección de Jesús.  Juan nos acerca a un Jesús profundamente humano, que se estremece y llora ante la muerte de su amigo y el dolor inconsolable de María y las que lo acompañan. A la vez, Jesús manifiesta que es el Hijo de Dios, capaz de de resucitar a Lázaro. Un Dios que se conmueve con nuestras tragedias. Una compasión que no es sólo sentimiento, sino poder que re-crea la vida. Repetidamente aparece también la frustración, la decepción de Marta y María: " Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano ". Nos queda perplejidad por la demora de Jesús en llegar a Betania (y  si Jesús se hubiera puesto en camino inmediatamente, también habría llegado dos días después del entierro de Lázaro). Una perplejidad en la que se pueden reflejar muchas de nuestras desilusiones, decepci

"Soy la luz del mundo" (Jn 9, 1-41)

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El pasaje evangélico de hoy es largo, y la liturgia ofrece la posibilidad de recortarlo. Vale la pena, sin embargo, leer entero este capítulo de Juan. Nos ofrece una clave fundamental al final, en la pregunta " ¿también nosotros somos ciegos? " y la respuesta de Jesús. (Por cierto ese " para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, queden ciegos " es lo que experimentó Pablo, cegado por la luz de Jesús, para abrir los ojos desde la fe. Hch 9, 3-18)  Desde esa pregunta y la respuesta de Jesús a quienes no reconocen su ceguera, podemos descubrir que este capítulo habla de muchas cegueras, muchas formas "tuertas" de mirar. Probablemente me puedo reconocer en varias: - Cuando como los discípulos, ante el mal y el problema, busco culpables ( ¿quién pecó, este o sus padres? ) en vez de preguntarme qué puedo hacer (" es para que se manifiesten las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado

"Señor, dame de esa agua" (Jn 4, 5-42)

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  Este domingo, y los dos que siguen, escucharemos tres capítulos del Evangelio de San Juan, que centraban tres catequesis para los que estaban a punto de ser bautizados. Nos presentan a Cristo como Agua Viva, Luz del Mundo, y Resurrección y Vida. Son textos largos (con frecuencia, en la Misa se escoge una versión más breve, que prescinde de alguna parte) y densos: son muchos los temas y los detalles en los que podemos fijar nuestra atención. Lo importante es que nos lleven a un encuentro personal con Jesús.  Un Jesús al que vemos muy humano: cansado del camino, sediento... Y a la vez, con la capacidad que Dios tiene para saltar fronteras (entre judíos y samaritanos, que estaban enfrentados; entre varones y mujeres...), para superar los conflictos (" Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén "), llevando las cosas a un plano más profundo; para tocar y decir la verdad de la persona (" me ha dicho to

"Este es mi Hijo, el amado.Escuchadlo"

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  El primer domingo, la Cuaresma nos lleva al desierto, para encontrarnos con nuestra realidad, discernir nuestros caminos. En este segundo domingo, nos lleva al monte, lugar del encuentrocon Dios. Nos invita a una experiencia de oración, como la de Pedro, Santiago y Juan que " vieron su gloria " (Lc 9, 32. Una gloria que no es algo "ajeno a este mundo" ni tampoco es el brillo de los "grandes" de este mundo: es el amor de Dios que se manifiesta dando vida, dando la vida y haciéndola crecer).  Mateo señala que esta escena acontece " seis días después " (Mt 17,1) de que Jesús comience a " manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir... ser matado y resucitar " (Mt 16, 21) e indique que " si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga " (Mt 16, 24). El camino de Jesús, para los discípulos, se ha vuelto desconcertante y oscuro. Y en este momento, se manifiesta la luz q

"Conducido por el Espíritu al desierto"(Mt 4, 1-11)

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Comenzamos la Cuaresma, camino hacia la Pascua. Como a Israel, este camino nos lleva, en este primer domingo, al desierto. Nos invita al encuentro con nosotros mismos, “ en una soledad sin caminos ”, sin carriles prefijados; para que busquemos orientación, para que tracemos nuestro rumbo. Como hizo también Jesús, al comienzo de su misión. Jesús enfrenta en el desierto sus tentaciones, que irán apareciendo a lo largo de su vida. Y que están conectadas con las tentaciones originarias del ser humano, presentadas en el relato del Génesis, lleno de simbolismo. Podemos centrar nuestra atención en muchos detalles y alusiones, que ofrecen pistas para reflexionar: la seducción del mal que sutilmente embauca; el hecho de que promete lo más apetecible, y lleva a la desnudez, a la indignidad (y a un nuevo error, que es esconderse de Dios)… Y aquella palabra de la serpiente: “ Seréis como Dios ”, engañosa, porque... ¿qué sabemos, realmente, de cómo es Dios? Las tentaciones de Jesús tienen que ver,

"Amad a vuestros enemigos... sed perfectos como vuestro Padre del cielo" (Mt 5, 38-48)

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Seguimos escuchando el Sermón de la montaña, en el que Mateo ha reunido el núcleo central de las enseñanzas de Jesús. Y hoy encontramos una palabra de Jesús exigente: " amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen ". Es también uno de los mensajes más específicos y originales del cristianismo. Las lecturas nos ayudan a situar esta palabra de Jesús, que se enmarca en la vocación del pueblo de Dios: " Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo " (Levítico, 19,1). Y que, a la vez, lleva a plenitud (y completa, corrige) aquella Ley que Dios dio a su pueblo a través de Moisés. Es una sabiduría que no es de este mundo, y que ante el mundo puede parecer necedad.  Las expresiones que Jesús usa para superar la ley del Talión nos resultan chocantes. Parece que en su contexto tenían significados precisos (por ejemplo, un soldado romano, cuando lo trasladaban, podía exigir a cualquiera que cargara con su equipaje, pero una sola milla. Lo que sugier

"Para dar plenitud" (Mt 5,17-37)

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  Con frecuencia, Jesús se enfrenta con los fariseos y doctores de la Ley: para curar en sábado, salvar a una mujer condenada a muerte por adulterio... hoy escuchamos el sentido de todo esto, que no es una "rebaja" de las exigencias de la Ley, sino, precisamente, su realización plena, según el corazón de Dios, ese corazón que " el Hijo Único, que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer " (Jn 1, 18). Y así, escuchamos hoy una palabra radical: " si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos ". Una palabra que inquieta, pues los escribas eran los doctores de la ley, y los fariseos se distinguían de los demás por el cumplimiento minucioso de sus preceptos.  Jesús nos invita, precisamente (¡para ello dará su vida!), a "entrar" en ese reino, que es una nueva vida según el corazón del Padre. A entrar en una forma diferente de relacionarnos con Él, no basada en la aparente seguridad