sábado, 25 de diciembre de 2021

"En las cosas de mi Padre"

 


En el domingo siguiente a la Navidad volvemos los ojos sobre la Familia en que nació. Es significativo que el Hijo de Dios, al nacer, prescinde de honores, de riquezas, de seguridades, e incluso del amparo de una casa, pero no de una familia. Y es que es verdaderamente fundamental el llegar al mundo acogidos en una familia que nos ama, y que posibilita nuestro crecimiento a todos los niveles. 

Las lecturas de hoy subrayan la importancia de la familia, a la vez que indican un estilo de vida en familia, caracterizado por el cuidado mutuo, la misericordia ("la compasión hacia el padre no será olvidada" Eclo 3, 14; "El Señor os ha perdonado; haced vosotros lo mismo" Col 3,13), el respeto, la capacidad de sobrellevarnos con amor. 

En nuestra mentalidad "chirría" el consejo "mujeres, someteos a vuestros maridos" (tampoco de cualquier manera, sino "como conviene en el Señor", Col 3, 18). Al leer con atención, podemos ver que Pablo, de manera retórica, distribuye entre hombres y mujeres actitudes que son recíprocas: a continuación dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres" (Col 3, 19). De la misma forma que es de esperar que también las mujeres amen a sus maridos, también éstos han de someterse (o "ser sumisos" dice la traducción litúrgica actual) a sus mujeres. Ese sometimiento mutuo se refiere a un contar siempre el uno con el otro, y a la "autoridad" que tiene para nosotros la palabra de quien nos ama.

El Evangelio nos muestra a la familia de Nazaret en una perspectiva de Pascua: la ciudad de Jerusalén, la fiesta pascual por la que sube allí la familia, los tres días de búsqueda de Jesús (que son una alusión a los tres días del sepulcro)... Además de subrayar que Jesús es el Hijo de Dios, nos llama a todos a reflexionar sobre ese sentido pascual que tiene también la vida en familia: la capacidad del amor entregado para generar vida y para superar las situaciones de dolor y de crisis, la llamada a vivir el amor, como Jesús y con fe en Él, en las relaciones familiares. 

En este día, damos gracias a Dios por nuestras familias, y le pedimos que nos dé luz para seguir construyéndolas en el amor. 


 

"La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros"

 


Nos ha tocado una Navidad "desconcertada", con contagios y confinamientos de última hora, que han frustrado encuentros familiares, y con más jornadas de preocupación. No esperábamos así esta Navidad.

Con todo, el misterio de la Navidad tiene que ver precisamente con lo inesperado. Las lecturas de la Misa del Gallo nos recuerdan que el Hijo de Dios nació a la intemperie: en medio de un viaje impuesto por las circunstancias, sin sitio en la posada. Y son gentes "a la intemperie" (pastores que velan por turno el rebaño) los primeros testigos del misterio, capaces de reconocer al Salvador en la humilde señal de un niño recién nacido, acogido en un comedero de animales. 

El Evangelio de Juan nos dice que la Palabra se ha hecho carne. Habla de la Palabra a través de la cual se creó todo (como narra el Génesis), la Palabra que contiene el sentido y el orden del mundo, que es luz y vida para la humanidad. Y, por otra parte, el término "carne" se refiere a la realidad humana como algo efímero, débil, sujeto a muchos condicionamientos. 

Dios asume nuestra realidad. Con cuanto tiene de insegura, de frágil, de limitada. Y nos invita a que nosotros también la asumamos, ante Él. Que le abramos nuestra realidad concreta de aquí y ahora (también con aquellos aspectos que quisiéramos que fueran de otra manera). Que le dejemos entrar e iluminarla, que la miremos desde Él, para poder descubrir los caminos que Él abre, los pasos que nos invita a dar, la vida que Él está haciendo brotar.

Y Él, Dios-con-nosotros, nos invita a ser "con": a compartir nuestra vida, a vivir atentos a los otros, empezando por los más cercanos. Así nos hacemos atentos a Él. 

Feliz Navidad. Con la Felicidad que Dios te ofrece.


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)




domingo, 19 de diciembre de 2021

"Dichosa tú que has creído" (Lc 1, 39,45)

Entramos en la última semana del Adviento de la mano de María. El Evangelio nos invita a contemplarla: llevando a Cristo en su seno, ella se pone en camino, presurosa, impulsada por el Espíritu, al encuentro de su prima Isabel. María es así anuncio de una Iglesia que ha de vivir "en salida" (como dice el Papa Francisco), al encuentro de la humanidad, para servir. Y nos da una clave, a cada uno, para encaminar la próxima Navidad: salir al encuentro (de aquéllos que nos necesitan, tal vez, de aquéllos que están a nuestro lado...). 

El encuentro de María e Isabel es un encuentro lleno de gozo, en el que comparten, con hondura, lo que están viviendo, lo que Dios está haciendo en sus vidas. El retazo de conversación que Lucas transmite, nos habla de bendición y nos deja la primera bienaventuranza de este Evangelio: "Dichosa tú que has creído, porque lo que ha dicho el Señor se cumplirá" (Lc 1, 45). Se nos invita a entrar en esa bienaventuranza: a creer, a apoyarnos en Dios y en su fidelidad. Ahí encontraremos base sólida para levantar nuestra vida y para vivir las enseñanzas de Jesús, para encontrar su gozo. 

La lectura de la carta a los Hebreos nos deja otra palabra preñada de sentido: "Aquí estoy... para hacer tu voluntad" (Heb 10,7). Es la palabra con la que entra el Hijo de Dios en nuestra historia, para traernos la salvación. El "Hágase en mí" de María y el silencio de José (silencio que escucha y obra) serán la primera respuesta y eco de esta disponibilidad fundamental. (Como el primer acorde que pone en nuestras vidas la música de Dios). El autor de la carta a los Hebreos está señalando la clave fundamental de la vivencia religiosa, lo que da sentido a nuestro culto, a nuestra vida cristiana: hacernos presentes a Dios, con esa actitud de disponibilidad. Actitud que responde a la del mismo Hijo de Dios: Él se ha hecho ofrenda, se nos da para siempre para que nosotros podamos ser santificados, compartir la vida de Dios.  

Como en casa de Isabel y Zacarías, María entra en la nuestra y nos saluda, nos ofrece a Aquel que lleva en las entrañas ("Él mismo será la paz" Miq 5,4), para transmitirnos la alegría del Espíritu. 

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


 

sábado, 11 de diciembre de 2021

"Estad alegres ... el Señor está cerca" (Flp 4, 4-5; Lc 3, 10-18)


 En el tercer Domingo de Adviento, la esperanza nos invita a la alegría. No se trata de la alegría artificial del consumo y de los estereotipos en que está cayendo la Navidad (adornos, músicas, luces, derroches...). San Pablo nos habla de una alegría que encuentra fundamento en la cercanía del Señor. Desde la lectura del profeta Sofonías, podemos descubrir esa cercanía de Dios como fuente de reconciliación, de liberación, de sosiego, porque nos encontramos ante la mirada de Aquél que es capaz de re-crear nuestra realidad y que "se alegra y se complace en ti, te renueva con su amor" (Sof 3, 17).

Esa alegría nos invita a vivir, como exhorta San Pablo, con mesura, sin angustias, y poniendo, en la oración, todo ante Dios, pidiéndole lo que necesitamos, y dándole gracias. 

Por su parte, en el Evangelio vuelve a aparecer Juan el Bautista, que responde a la pregunta de los que se quieren preparar para recibir al Señor "¿Qué tenemos que hacer?". Una pregunta que tiene su trasfondo en la complejidad de la ley judía (nosotros no tenemos aquellos 613 preceptos, pero nuestra vida también tiene sus complejidades, en las que a veces nos enredamos y desorientamos). Y responde con actitudes sencillas, con ese "sentido común" que tenemos cuando nos paramos para recuperar perspectiva sobre lo que vivimos. A la vez, Juan el Bautista anuncia una esperanza que es siempre mucho mayor, una esperanza abierta tan abierta como esas palabras que hablan del Espíritu Santo y el fuego, capaces de encender, dar calor, renovar más allá de lo que imaginamos. 

Este domingo puede ser ocasión para preguntarnos cómo preparar con lucidez esta Navidad, antes de que nos arrastre el tropel de celebraciones convencionales, gastos y demás etcéteras de estos días. Por ejemplo... 

- ¿Cuándo puedo buscar un momento para orar, para ponerme en silencio ante Dios, para mirar, junto a Él, con más hondura, estos días, y mi vida?

- ¿A quién puedo acercarme en estos días? ¿A quién hace tiempo que no me acerco, que no le escucho o le llamo....? ¿Quién puede estar necesitando una palabra, un gesto, una cercanía de mi parte...?

- ¿Cómo puedo compartir algo de lo mío en estos días?

- ¿Cómo pasar un tiempo "de calidad" con los míos, compartir con ellos un momento...?


Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

miércoles, 8 de diciembre de 2021

"Alégrate, llena de gracia" (Lc 1, 26-38)

 


En esta fiesta de la Inmaculada Concepción, San Pablo nos habla del plan de Dios para nosotros, que se realiza a través de Cristo: "Él nos eligió... para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor" (Ef 1, 4). Lo que celebramos en María es ese plan, que en ella se ha realizado totalmente, y que también está llamado a realizarse en nosotros. 

María es así, un signo de esperanza en el Adviento. Aunque en el mundo se acumulen las noticias de corrupción y violencia; aunque, en la cultura actual, muchas veces se presenten la mediocridad y la degradación como algo omnipresente e inevitable, el fondo más profundo del ser humano es otro, nuestro destino es participar de la santidad de Dios: de su vida, de su amor, de su luz. Precisamente Cristo viene para realizar esto en nosotros y su acción, que transcurre por caminos humildes y a veces desapercibidos, tiene poder para llevarlo a cabo finalmente.

Frente a la tentación de Adán, de esconderse por miedo, Dios nos invita a acercarnos a Él con confianza, para que Él nos ayude a vivir en plenitud. Al mirar a María, la llena de gracia, nuestra madre, ella nos recuerda que también  Dios acompaña la vida de cada uno de nosotros con su amor gratuito, con su misericordia que se inclina sobre nuestra pequeñez para ayudarnos a desplegar la hermosura y vitalidad que ha puesto en nosotros.  

María también nos muestra el camino para colaborar con la obra de Dios en nosotros: ese "Hágase en mí según tu Palabra", que significa abrir a Dios la propia realidad, dejar que su Palabra resuene en nuestro interior, ilumine nuestros sentimientos, actitudes, capacidades... para que Él pueda sanar, orientar e impulsar nuestra vida. 

"Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de gracia".

        (Pedro Casaldáliga)


Lecturas (www.ciudadredonda.org)

sábado, 4 de diciembre de 2021

"Preparad el camino del Señor" (Lucas 3, 1-6)

 

Lucas comienza el relato de los hechos de Jesús (tras la narración de su nacimiento e infancia) con la predicación de Juan el Bautista, y situándonos en el momento histórico con referencias precisas. Este detalle tiene su importancia para nosotros, inmersos en una cultura que está convirtiendo el relato de la Navidad en una especie de mito o de cuentecillo dulce que sirve para ilusionar a los niños y dar ocasión de celebraciones. Y es que nos preparamos para rememorar un hecho histórico, real: se trata, precisamente, de que Dios se hace "de carne y hueso", asume la realidad humana. Y se trata, precisamente, de que cada uno de nosotros abramos nuestra realidad concreta a Dios. 

Lucas presenta la predicación Juan, recogiendo la palabra de Isaías (Is 40, 3-4), llamando a preparar camino al Señor. Es una de las claves del Adviento. Al encender la segunda vela, se nos invita a preguntarnos: ¿cómo he de preparar yo el camino para que Dios entre en mi vida? ¿qué obstáculos he de remover, qué puentes he de tender, qué barreras debo cruzar, qué necesito allanar y abajar, qué necesito enderezar, de qué prostraciones tengo que levantarme...?

No es sólo trabajo nuestro. Al hablar de esa preparación Lucas entreteje expresiones activas ("preparad el camino del Señor") con una forma verbal pasiva ("los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados") que, en la Escritura, se usa con frecuencia para referirse a lo que es acción de Dios. Preparar su camino es algo que no haremos sólo con nuestro esfuerzo, sino con su ayuda. El Evangelio también te invita a poner ante Dios las cosas que se te hacen cuesta arriba, las que te "hunden", las que no sabes bien cómo encauzar... pidiéndole que te ayude a preparar su venida, a veces por senderos insospechados. 

Antes que diga de lo interior, que es la oración, diré algunas cosas que son necesarias tener las que pretenden llevar camino de oración, y tan necesarias que, sin ser muy contemplativas, podrán estar muy adelante en el servicio del Señor; y es imposible, si no las tienen, ser muy contemplativas, y cuando pensaren lo son, están muy engañadas.  (…9 importa mucho entendamos lo muy mucho que nos va en guardarlas para tener la paz que tanto nos encomendó el Señor, interior y exteriormente: la una es amor unas con otras; otra, desasimiento de todo lo criado; la otra, verdadera humildad, que, aunque la digo a la postre, es la principal y las abraza todas.

(Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 4, 3-4)



Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

  En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, ante...