sábado, 25 de septiembre de 2021

"Quien no está contra nosotros está a favor nuestro" (Mc 9, 38-43. 45. 47-48)


La escena del Evangelio que de hoy sigue a la del Domingo pasado, donde contemplábamos a Jesús abrazando a un pequeño. Marcos añade ahí unos dichos de Jesús, que vienen a completar una enseñanza sobre la radicalidad que pide Jesús. 

Una radicalidad no excluyente. La tendencia a "marcar territorio", a dejar fuera a quienes "no son de los nuestros", no es de Jesús. Él nos habla del Padre que acoge y ama a todos. Y subraya su generosidad,  que no deja sin recompensa cualquier gesto, por pequeño que sea. La Iglesia, como subraya el Concilio Vaticano II, ha de tender la mano para colaborar con todos aquellos que trabajan por la paz y la justicia, todos cuantos luchan contra el mal (expulsar demonios), ser capaz de reconocer la acción del Espíritu que obra también fuera de límites visibles de la Iglesia  

Una radicalidad que busca el bien. Jesús advierte con severidad a quien haga caer  a un pequeño (hacer caer, ése es el sentido del término escandalizar). Tras abrir para todos la posibilidad de hacer bien en su nombre, y valorar los gestos pequeños, Jesús subraya la responsabilidad de hacer el bien, nunca el mal, especialmente ante los más débiles.  

Una radicalidad que exige un trabajo personal para identificar y purificar nuestras actitudes. Los términos drásticos que siguen hablan de "cortar por lo sano" con actitudes (mano), caminos (pie), enfoques o miradas (ojo) que nos aparten de Jesús. Nos invitan a purificar, con decisión, nuestro corazón y nuestra vida para seguir a Cristo con autenticidad.  

"La elección de los apóstoles no es el privilegio de una posición exclusiva de poder y de separación, sino la gracia de un ministerio inclusivo de bendición y de comunión. Gracias al don del Espíritu del Señor resucitado, ellos deben custodiar el lugar que ocupa Jesús, sin sustituirlo: no para poner filtros a su presencia, sino para que sea más fácil encontrarlo".
(Documento preparatorio Sínodo 2021-2023, n. 19)


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


sábado, 18 de septiembre de 2021

"Quien quiera ser..."

 


Tras el primer anuncio de su Pasión, Jesús profundiza en el camino que está haciendo con sus discípulos. Es un camino difícil, frustrante, para los discípulos (que escuchan un mensaje alejado de sus expectativas), y también para el propio Jesús, que ve que no le comprenden, y no es por una dificultad intelectual, sino porque sus corazones tienen otra orientación. El mismo Jesús tendrá que esperar y confiar que la Palabra que está sembrando en el corazón de sus discípulos llegue a dar fruto algún día. 

Contrasta la actitud de los discípulos, que no comprenden y les da miedo preguntar (¿miedo de que Jesús vea lo lejos que están de su mensaje? ¿Miedo de que Jesús les lleve "más adentro" en esa propuesta que a ellos les repele?), con la de Jesús, que, precisamente, pregunta, entra en diálogo con ellos, con sus motivaciones e ideas. Una vez más, Jesús nos invita también a nosotros a hacer camino con Él, a abrirle nuestros sentimientos (con sus contradicciones...), nuestros deseos, nuestros planes, nuestros planteamientos.

Aparece ahí la pretensión de ser importante. Una pretensión a la que alude la carta de Santiago, en la que se habla de envidias, de rivalidades... Y Santiago nos dice que la sabiduría que viene de Dios es "comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia" (St. 3, 17-18). Esa sabiduría hoy aparece en la palabra de Jesús. Él que nos invita a orientar ese deseo de ser importantes, asumiendo su mismo lugar, el de Él que ha venido a servir. Y en su gesto. Abrazando a un niño, que en aquella sociedad era alguien "que no cuenta" (cfr. Mt 14, 21, p.ej.), Jesús habla de una acogida y una ternura que deja a un lado pretensiones e intereses, para alcanzar la persona; una actitud que abre el corazón a lo que Jesús transmite, y a su misma presencia, a la ternura de Dios. Y nos invita a dejarnos abrazar también por Él, en nuestra pequeñez y pobreza.

Sólo el amor nos hace importantes. 


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

sábado, 11 de septiembre de 2021

"Si alguien quiere venir en pos de mí..." (Mc 8, 27-35)

 


Hemos visto a Jesús realizando signos, predicando el Reino. Y hemos encontrado ya, a estas alturas del Evangelio de Marcos, la resistencia de diversos grupos de personas. Jesús y sus discípulos "van de camino" (M 8, 27), y Jesús ve ya, sobre ese camino, la sombra de la cruz. Por eso habla francamente con sus discípulos. Ellos ya son capaces de reconocerlo como Mesías. Pero, ¿qué significa el Mesías? Para ellos, significa el éxito, el cumplimiento de una serie de expectativas que el pueblo y que ellos mismos han proyectado sobre la promesa de Dios: grandeza, liberación política (incluso venganza...). Por eso Jesús (aquí y en otros pasajes) no quiere que lo divulguen. No es ese Mesías. El suyo no es el Dios de los triunfadores. Jesús habla de un Padre de todos; y su camino, para poder llegar a todos, bajará hasta los últimos. 

En ese diálogo directo, incluso abrupto, aparece la resistencia de Pedro, que se vuelve tentación para Jesús (recuerda aquello de "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie..." Mt 4,6). Y la respuesta decidida de Jesús, ante esa pretensión  de "ponerse delante de Jesús", de intentar conducirlo a sus propios planes: "ponte detrás de mí" (Mc 8, 33). 

A ella se une una enseñanza sobre las condiciones para seguir auténticamente a Jesús: es necesario "negarse a uno mismo", porque para vivir la disponibilidad del discípulo, a veces hay que renunciar a planes, expectativas, ideas preconcebidas... Seguir a Jesús, además, se hace con lo bueno y lo que nos pesa: las dificultades, los sufrimientos, los fracasos que se cruzan en nuestro camino, no son ajenos al seguimiento de Jesús. Hemos de integrarlas, seguirle con ellas... y precisamente Él nos enseñará, a cada uno, cómo llevar la cruz sin que nos aplaste. Y en definitiva, la propuesta de Jesús es de entrega, de apertura radical. Quien vive para sí mismo (quien quiera salvar su vida) se malogra. Quien es capaz de amar, de entregarse, corre el riesgo de perder, pero se abre a la salvación que Jesús trae. 

El Evangelio nos transmite la pregunta de Jesús: "y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Una pregunta que, hoy, nos invita a pensar sobre nuestra idea de Jesús, y las expectativas que tenemos sobre lo que es seguirle, y a confrontarlas con Él mismo, con lo que Él nos enseña, para caminar "detrás de Él". Para seguirlo como El quiere que lo sigamos. Para dejarnos salvar, comunicar vida, por Él.

"Y así, querría yo persuadir a los espirituales cómo este camino de Dios no consiste en multiplicidad de consideraciones, ni modos, ni maneras, ni gustos, aunque esto, en su manera, sea necesario a los principiantes (...) porque el aprovechar no se halla sino imitando a Cristo que es el camino y la verdad y la vida, y ninguno viene al Padre sino por él, según él mismo dice por San Juan (14,6 y 10,9). Y en otra parte dice: Yo soy la puerta; por mí, si alguno entrare, salvarse ha. De donde todo espíritu que quiere ir por dulzuras y facilidad y huye de imitar a Cristo, no le tendría por bueno".                        (San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo II, 7,8)



sábado, 4 de septiembre de 2021

"Effetá" (ábrete) (Mc 7, 31-37)


Jesús aparece, esta vez, fuera del pequeño mundo de Israel, en tierra de gentiles (Siria y Líbano, que, por cierto, actualmente están sufriendo una crisis de la que sólo de vez en cuando oímos algo). Una vez más, su acción sanadora es un signo del Reinado de Dios, de lo que Él nos trae. El comentario de la gente ("todo lo ha hecho bien" Mc 1, 37) recuerda incluso al Génesis ("todo era bueno" Gn 1, 31), suena a Creación, a renovación.

El Evangelio nos presenta una situación de aislamiento, de incomunicación, que nos interpela también a nosotros, habitantes de la "era de las comunicaciones"... que tantas veces sentimos también dificultades para comunicarnos. Y nos invita a preguntarnos por esta paradoja. ¿Qué es lo que nos aísla y hace difícil el entablar una relación auténtica, humana, con los que están a nuestro alrededor e incluso con nosotros mismos? ¿Tal vez ruidos, superficialidad, otras actitudes de fondo...?

Le piden a Jesús que le imponga las manos. Su respuesta, sin embargo, no es una "acción mágica", y el relato tiene detalles sugerentes: el gesto de llevar al hombre aparte (que sugiere un "tomar distancia" frente al mundo, un "retirarse"), los dedos en los oídos, como venciendo una resistencia, la saliva, que alude a un contacto personal, la mirada orante ... y su palabra, que Marcos nos hace escuchar en arameo, tal como Jesús la pronunció : "Effetá"

Ábrete. Ésta es una de las palabras esenciales de Jesús. Una de sus propuestas fundamentales: frente al riesgo de cerrarnos en nosotros mismos (en nuestras soberbias o nuestros miedos, en nuestros egoísmos o prejuicios, o en lo que a cada uno nos cierra), nos invita a abrir los oídos, el corazón, la vida; a escuchar, acoger, compartir; a confiar, a amar. Entrar en nosotros mismos (abrirnos a nuestro interior), abrirnos a los demás. Abrirnos a Él. 


Lecturas de hoy: (www.ciudadredonda.org)


  En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, ante...