"En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt 28, 16-20)
Así comenzamos cada día la Eucaristía, y así estamos llamados a comenzar cada jornada: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sabiéndonos convocados (a la Eucaristía, a la vida...) por un amor que nos sobrepasa y que nos sostiene. Que nos ha dado la vida (" para que tengamos vida en abundancia " (Jn 10,10), se ha hecho nuestro hermano, para compartir con nosotros su Vida, y permanece a nuestro lado, alentando lo mejor de nosotros mismos. Al hablar de Dios como Misterio, no nos referimos tanto a que sea incomprensible (ciertamente, es más grande de lo que nuestra mente es capaz de abarcar y analizar). Nos referimos, sobre todo, a que a Dios no lo podemos conocer de manera meramente intelectual , desde fuera , como podemos hacer con un objeto que podemos analizar. Lo conocemos cuando entramos en relación con Él, cuando nos involucramos personalmente. Lo conocemos al vivirlo (algo parecido a lo que pasa con el amor, por ejemplo). Y hablamos de Dios Trinidad,