domingo, 27 de agosto de 2023

"¿Quién decís que soy yo?" (Mt 16, 13-20)

 


Hacia la mitad del año, nos encontramos con este pasaje, que el Evangelio sitúa en mitad del camino de Jesús. Es como un "alto en el camino", como un momento de "resituarse". El mismo Jesús, que ha estado "proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo" (Mt 4, 23) ha encontrado diferentes respuestas: entusiasmo y rechazos, gentes que lo siguen y lo abandonan, que lo escuchan, lo critican, y también que quieren silenciarlo... Jesús se para a "tomar el pulso" de la situación, y toma opciones. A partir de aquí, su camino empieza a apuntar hacia la entrega definitiva en la cruz, sus enseñanzas entran también en otra profundidad. 

La primera pregunta de Jesús es  de contexto. Al preguntar por lo que "dice la gente" recoge una variedad de respuestas, imprecisas, variables. Tal vez hoy sería algo parecido, con otros términos: para muchos, Jesús es un "profeta", un "relato", un "mito", una referencia religiosa más o menos vaga...

La más incisiva es la segunda. Pide una respuesta personal, a la vez que comunitaria. De hecho, esa respuesta de fe que pronuncia Pedro, inspirado por el Padre, es la que lo hace "piedra" sobre la que construir la Iglesia. Hoy la liturgia habla del liderazgo de la comunidad cristiana, y lo fundamenta en el servicio fiel, en la fe en Jesús, que conlleva seguir sus enseñanzas y su estilo. Al servicio de esa fe que nos une, para ayudarnos a afirmarnos en ella (Lc 22, 32 "y tú, cuando te recobres, confirma a tus hermanos") y cuidarnos en ella (Jn 21, 15-17) nos preside Pedro y su sucesor. La fe ha es compartida, y crece y se afianza en la vida comunitaria. Y a la vez, es personal. Cada uno de nosotros ha de dar esa respuesta. ¿Quién digo yo que es Jesús? Que también se podría formular como ¿Qué dice mi vida de Él?

Hoy, el Evangelio te invita a responder a esta pregunta. A ponerte ante Jesús, y decirle quién es Él para ti, que lugar tiene en tu vida, y qué lugar quieres que tenga. Y entrar en diálogo con Él. A ese Simón que confiesa a Jesús como Hijo de Dios, Jesús le responde poniéndole un nombre nuevo. Y es que el encuentro con Dios nos renueva, y a la vez nos va descubriendo nuestra verdadera identidad (Ap. 2, 17: "le daré maná escondido, y le daré también una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe").  Y nos ayuda a seguir dando pasos, a seguir descubriendo, más hondamente quién es Jesús y cómo es. Como, de hecho, la confesión de Pedro da pie a Jesús para empezar a hablarle, a los discípulos, de la radicalidad de su camino. 


Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)


domingo, 20 de agosto de 2023

"Para tener misericordia de todos" (Rom 11, 32; Mt 15, 21-28)

Las lecturas de este domingo nos hablan de la salvación de Dios que es para todos. Esta noción, que quizás nos parece familiar y fácil de asumir, para el pueblo de Israel implicó un arduo camino. Contemplar sus dificultades para dejar atrás una concepción nacionalista y cerrada de "su" Dios y comprender que es Padre de todos, nos invita a preguntarnos si esa tendencia al exclusivismo, tan fuerte en el corazón humano, se nos puede también colar nosotros (tal vez de otras maneras, relacionadas con opciones políticas, con formas de pensar o de ser, con sensibilidades...). En este tiempo de Sínodo, nos invita a afinar la capacidad de escucha, de diálogo y de tender puentes de colaboración con todos.

La lectura de Isaías plantea un nuevo modo de ser "el pueblo del Señor". Ya no depende de la nacionalidad, sino de "amar el nombre del Señor y ser sus servidores". La victoria de Dios es salvación, que quiere ofrecerse a todos, y lo que nos prepara para acogerla y nos introduce en ella es "velar por la equidad y practicar la justicia". 

Pablo, por su parte, concluye la reflexión sobre judíos y gentiles que comenzábamos a escuchar el domingo pasado. "Los dones y la llamada de Dios son irrevocables", y  por eso, el rechazo del pueblo judío a Cristo, que se ha convertido en ocasión para que el Evangelio y la salvación llegue a todos los pueblos, no ha de terminar en muerte sino en vida. La misma misericordia que ha convertido su rebeldía en oportunidad de salvación para otros, encontrará camino para salvarlos a ellos. Frente a la tendencia a la rebeldía, expresada de diversas formas (los paganos vivían al margen de Dios, el judaísmo rabínico prefirió el cumplimiento de la ley a la gracia que trae Jesús....) el amor misericordioso de todos es el que nos sana y salva a todos.

Esa misericordia es la que invoca la mujer cananea. Jesús, en vez de "despacharla rápido" (como querían los discípulos), profundiza en la situación, a través de un diálogo que, por un lado pone de manifiesto el pensamiento judío (la salvación es para los judíos, que son los "hijos", no para los "perros" paganos). Y por otro, saca a la luz la fe de esa mujer: una fe movida por su amor de madre (que recuerda a las entrañas misericordiosas con que los profetas describen a Dios); que no se presenta ante Dios con pretensiones (como quienes pensaban "merecer" el favor de Dios por su fidelidad a las leyes) sino con humildad, apelando a la misericordia; una fe que se hace oración insistente (como Jesús en otra ocasión enseña, Lc 18, 1-8), sin desfallecer ante la aparente falta inicial de respuesta. 

Esto nos revela también cómo Dios dialoga con las personas, con la humanidad. A veces tendemos a pensar como si Dios ya tuviera todas las cosas "decididas desde la eternidad". El Evangelio, sin embargo, nos muestra a un Dios que hace camino con nosotros, que, misteriosamente, va tejiendo su salvación en nuestra historia, con nuestra colaboración (como una labor de punto o de ganchillo, en la que Dios llevara una aguja y nosotros la otra). Nuestra colaboración y nuestra oración le ayudan a hacer presente su vida en nuestro mundo. 

A mí me ha dado su misericordia infinita, ¡y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas...! Entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás más aún que todas las demás) me parece revestida de amor...
¡Qué dulce alegría pensar que Dios es
justo!; es decir, que tiene en cuenta nuestras debilidades, que conoce perfectamente la debilidad de nuestra naturaleza. Siendo así, ¿de qué voy a tener miedo?
               Teresa de Lisieux, Historia de un alma, ms. A, 83


 


martes, 15 de agosto de 2023

"Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador" (Lc 1, 39-56)


Hoy, María nos invita a alegrarnos con ella. Celebramos que ella ha sido asumida (por eso hablamos de Asunción), alcanzada totalmente (en cuerpo y alma) por la Resurrección de Cristo. Participa plenamente de su vida. También del amor de Dios por toda la humanidad. Por eso, contemplarla en los cielos es, precisamente, saberla cercana a nuestras preocupaciones cotidianas, a la vida de cada uno de nosotros, transmitiéndonos ese amor materno de Dios que abre caminos en cada situación.  

María nos precede, nos muestra el futuro que Dios nos ofrece a cada uno: llegar participar también, en plenitud, de la vida de Dios. También nosotros estamos llamados a ser asumidos por la Resurrección de Cristo. Ser asumidos, porque la iniciativa es suya (por Cristo, como hoy nos dice S. Pablo, todos volverán a la vida), y eso significa también que se hará a su modo, ese modo que Jesús va enseñándonos en el Evangelio. Y entrar en esa vida nueva en cuerpo y alma, con todo lo que somos, con nuestra personalidad y nuestra historia: realidad que va siendo purificada y renovada por el amor de Dios, que nos re-crea, y también con nuestra colaboración (ese colaborar con Dios que vamos también aprendiendo, porque esta renovación es obra de libertad).

El poderoso ha hecho obras grandes por cada uno de nosotros. En el Evangelio, María celebra, canta la obra salvadora de Dios en su pueblo, en todos los que, con sencillez, se abren a su misericordia, que llega a sus fieles, de generación en generación. Hoy es un buen día para cantar con ella. Este día de fiesta, como un alto en el camino, nos recuerda hacia dónde vamos, y nos invita a celebrar esa vida que va creciendo en nosotros, ese obrar de Dios en tu vida. 

 

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

domingo, 13 de agosto de 2023

"Ánimo, soy yo, no tengáis miedo" (Mt 14, 22-33)


El relato evangélico que hoy escuchamos sigue a la multiplicación de los panes y los peces. Jesús no se queda en el entusiasmo de la gente, ni deja a sus discípulos quedarse ahí. Mateo subraya la fuerza con la que "los apremia" a embarcarse para ir a otra orilla. Más de una vez repetirá Jesús ese mandato. A nosotros, tentados por la seguridad de nuestra orilla (de "nuestro mundo" y sus intereses, de lo  conocido y acostumbrado...) nos impulsa a buscar otras fronteras, a salir al encuentro de los alejados y los otros, de lo aún desconocido...

Va a ser un viaje en la noche, sin sentir la presencia de Jesús a su lado. Un viaje azaroso, de una comunidad lejos de tierra firme, con viento contrario, zarandeada por las olas. Pero Jesús no está lejos. De hecho, hacia el final de esa noche difícil (en el cuarto turno de vela) de la oscuridad y dificultades, experimentan cómo Jesús les sale al paso y se les revela como Dios: como el que es capaz de dominar el abismo (andar sobre las aguas) y, sobre todo, como Aquél que extiende su mano para salvar (aquél "brazo extendido" que tanto recordaba Israel en el Antiguo Testamento, es una mano tendida hacia Pedro que se hundía). Esos gestos ayudan a comprender el sentido de sus palabras: "¡Ánimo, soy yo. No tengáis miedo!". Palabras que somos invitados a guardar en el corazón, para reconocerlas cuando, de alguna manera, también llegan a nosotros. 

Y el Evangelio esboza una especie de diálogo entre esa presencia animosa de Jesús, como Señor, y la fe incipiente, insegura, del discípulo. Entre la noche y el encuentro sorprendente, aparecen el miedo, y la tendencia a "ver fantasmas". Y la palabra de Jesús, que infunde ánimo e invita a reconocerlo. También se cuela la tendencia pedir más señales. Y en las palabras de Pedro se mezclan la inseguridad de quien sigue pidiendo pruebas ("si eres tú"...), y la temeridad de quien pretende lo extraordinario, y el deseo de acercarse a Jesús... En ese intento de seguir a Jesús con más impulso que conciencia, y al sentir la violencia de los vientos, Pedro se siente hundir. Y en esa ambigüedad de su miedo y su deseo, se vuelve a Jesús, y experimenta cómo él lo salva. Pues Dios es el que tiende su mano a nosotros, para salvarnos en medio de la ambigüedad de nuestra vida. Y su reproche amistoso invita a dejar atrás dudas. El Evangelio de hoy nos invita también a hacer memoria y dar gracias a Dios, por tantas veces que su mano nos ha agarrado, y su palabra nos ha invitado a dejar atrás dudas y crecer en la fe

De fondo, en las lecturas de este domingo hay una invitación a descubrir el rostro y la presencia de Dios. Con el salmo 84 rezamos "muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación"... En el relato del libro de los Reyes vemos a Elías, el gran profeta, que "afina el oído" para descubrir la presencia de Dios, que ya no llega aparatosamente en el huracán, el fuego y el terremoto, sino "en el susurro de una brisa suave" (o, más literalmente, "la voz de un silencio sutil"). En la carta a los Romanos, Pablo nos abre su corazón, roto por el dolor de que su propio pueblo, el heredero de las promesas de Dios, ha rechazado al Mesías prometido. A continuación, en esa carta nos habla de cómo, incluso a través de esa oposición incomprensible a Dios, Él ha abierto un camino de bien, para que su salvación llegue a todos los pueblos. Elías y Pablo nos invitan a cultivar esa capacidad de escucha capaz de descubrir el paso de Dios en formas y hechos inesperados. 

Y la oración. Jesús se retira al monte, a orar. Con ese encuentro, a solas con el Padre, tiene que ver cuanto despliega: la capacidad para responder a la gente sin dejarse arrastrar por ella, para llegar hasta sus discípulos y trazar senderos en el mar, para infundir ánimo, calmar vientos y guiar en la fe.


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)



domingo, 6 de agosto de 2023

"Este es mi Hijo Amado. Escuchadlo" (MC 10, 2-10),

 


Este domingo coincide con la fiesta de la Transfiguración. Volvemos a contemplar, ahora a través de los ojos de Marcos, la escena que se nos ofrecía en Cuaresma: Jesús como luz en medio de la noche. "Y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que llegue el día", y el lucero nazca en vuestros corazones" (2 Pedro, 1, 16-19). La segunda carta, refiriéndose a este momento, nos remite al Jesús real, a su Palabra y sus gestos, que se nos invita a escuchar. Nuestra fe no es una fantasia, ni una elucubración . Puede dialogar y encontrar eco en planteamientos filosóficos y culturales, pero siempre desde esta referencia fundamental a Jesús. La medida de la verdadera grandeza, la gloria y la honra que valen la pena se comprenden desde las palabras, los gestos, la vida entregada de Jesús, la vida que infunde su Espíritu. 

Este fin de semana también coincide con la Jornada Mundial de la Juventud. Cientos de miles de jóvenes de todo el mundo han venido a Lisboa a un encuentro. Encuentro con la vitalidad y pluralidad de la Iglesia (""en la Iglesia cabemos todos" repetíamos el jueves, con el Papa Francisco). Encuentro, sobre todo, con Jesucristo.

Esta jornada nos invita a orar por estos jóvenes, por su camino cristiano que se abre entre la complejidad e incertidumbres de este tiempo, para renovar también los  caminos de la Iglesia. Y a dejarnos contagiar de su deseo de encontrarse, cada vez más, con Cristo. De escucharlo.



Lectura de hoy

  En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, ante...