"¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" (Mc 11, 1-10; Mc 14 y 15)
Con los ramos y la aclamación a Cristo, entramos en la Semana Santa, donde celebraremos su victoria sobre la muerte y el pecado. Una victoria, como todo lo de Dios, que se realiza de otra manera, por caminos diferentes a los humanos... (el camino de la cruz, de la muerte...) precisamente para asumir todo lo humano. Es la Pascua, el Paso del Señor. Paso que nos lleva de la muerte a la vida, de la tiniebla a la luz. Somos llamados a abrir el corazón para que este Misterio pase por nosotros. Este año escuchamos el relato de la Pasión según san Marcos, el primero de los relatos evangélicos. Nos presenta cómo Cristo se revela (paradójicamente) en lo escondido. A través de su muerte, vence a la muerte. En el fracaso y el desprecio se revela como Hijo de Dios (Mc 15,40), que muere rezando un salmo de abandono y confianza en medio del sufrimiento, el salmo 21, que, según la costumbre de entonces, Marcos cita con sus primeras palabras: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?&qu