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Mostrando entradas de marzo, 2021

"¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" (Mc 11, 1-10; Mc 14 y 15)

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  Con los ramos y la aclamación a Cristo, entramos en la Semana Santa, donde celebraremos su victoria sobre la muerte y el pecado. Una victoria, como todo lo de Dios, que se realiza de otra manera, por caminos diferentes a los humanos... (el camino de la cruz, de la muerte...) precisamente para asumir todo lo humano. Es la Pascua, el Paso del Señor. Paso que nos lleva de la muerte a la vida, de la tiniebla a la luz. Somos llamados a abrir el corazón para que este Misterio pase por nosotros.  Este año escuchamos el relato de la Pasión según san Marcos, el primero de los relatos evangélicos. Nos presenta cómo Cristo se revela (paradójicamente) en lo escondido. A través de su muerte, vence a la muerte. En el fracaso y el desprecio se revela como Hijo de Dios (Mc 15,40), que muere rezando un salmo de abandono y confianza en medio del sufrimiento, el salmo 21, que, según la costumbre de entonces, Marcos cita con sus primeras palabras: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?&qu

"El Señor está contigo" (Lc 1, 26-38)

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 Cercanos a la Semana Santa, celebramos el fundamento de nuestra salvación: Dios viene a compartir nuestra vida, con todo lo hermoso y lo doloroso y difícil que ella tiene. Y lo hace para darnos a compartir su Vida. Así es como nuestra existencia se abre a un horizonte infinito, y a la vez se encuentra siempre acompañada por Aquél que ha venido para estar con nosotros en toda situación.  Desde la ladera humana de este misterio, una palabra: "Hágase en mí según tu Palabra", que converge con la misma Palabra del Hijo: "Aquí estoy para hacer tu voluntad" (Heb 10, 4-10). Con esta Palabra se inaugura el nuevo culto, que ya no se basa en sacrificios ni ofrendas externas, sino en esa actitud de confianza con la que María abre su vida a Dios, ese Dios tan cercano, cuya voluntad es, para nosotros, vida en abundancia (Jn 10,10) "la unión verdaderamente con la voluntad de Dios; ésta es la unión que toda mi vida he deseado; ésta es la que pido siempre a nuestro Señor, y la

Cultos en Semana Santa

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  Cultos en Semana Santa  Celebración penitencial:  Viernes, 26 de marzo, 19 h. Domingo de Ramos  (28 marzo):              12:00 Misa Solemne. Bendición de Ramos en la iglesia Jueves Santo  (1 de abril)         10:00 Laudes         17:30 Misa         19:30 Cena del Señor         21:30 Hora Santa Viernes Santo  (2 de abril)         10:00 Laudes         10:30 Via Crucis         16:30 Celebración de la Pasión Sábado Santo  (3 de abril)         10:00 Laudes          20:30 Vigilia Pascual  Domingo de Pascua  (4 de abril)         Horario de Misas habitual

"Si el grano de trigo..." (Jn 12, 20-33)

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  El domingo presente y el capítulo del Evangelio que leemos, nos aproximan a la Pasión del Señor, a su sentido. Jesús ha de pasar por el rechazo de su pueblo y ser elevado  en la cruz. El aparente fracaso de su misión, la entrega de su vida en pura fe al Padre, es el camino por el que, misteriosamente, ha de convertirse en autor de salvación eterna (Heb 5,9) que atrae a todos a la Vida, como anticipa la escena de los griegos buscando el encuentro con Él.  Juan nos permite atisbar las dificultades que el propio Jesús siente ante este paso. Su alma agitada (Jn 12,27) nos lo descubre como hombre verdadero, que vive la obediencia como un aprendizaje, y sufre (Heb 5,7). Es Dios que anda por caminos humanos, experimenta nuestras incertidumbres, y nos abre el camino a una salvación que no ha consistido en evitar el sufrimiento, sino en alcanzar la Vida. La vida entregada de Jesús se hace propuesta para todos nosotros, con la imagen del grano que cae y se entrega para dar fruto. Somos invita

José, el silencio que acoge la Palabra

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  El silencio de José, en el Evangelio, es significativo. Cada personaje de los Evangelios de la infancia nos lega una oración: el Magníficat, el Benedictus, el Nunc Dimittis, la primera parte del Ave María... La oración que nos deja José es, precisamente, el silencio. Silencio junto a Aquél que es la Palabra. Silencio, en el que la interioridad de José se hace transparente a la voz de Dios, en los sueños ("Yo duermo, pero mi corazón vela", dice el Cantar , 5,2). Silencio que se hace disponibilidad para los planes de Dios, en una peregrinación de fe, que lo lleva más allá de las convenciones de su tiempo y de los límites de su patria. Silencio que se hace acogida cálida y colaboración eficaz . Silencio despojado de protagonismos y libre de quejas, pronto para acompañar a María, y a Jesús en su crecimiento. Silencio interior que le permite escuchar, más allá de las incertidumbres, de las persecuciones (él también "tuvo miedo", Mt 2,22), ese "no temas" (Mt 1

"Tanto amó Dios al mundo" (Jn 3, 14-21)

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La Torah refiere una extraña historia en el éxodo de los israelitas: atacados por una plaga de serpientes, Moisés hizo un estandarte con una serpiente de bronce, para que los que eran mordidos lo miraran, y así quedaran curados (Num 28, 8-9). Cristo, elevado en la cruz, es nuestro estandarte.   Ante un mundo que busca a toda costa el éxito, y fracasa, nosotros seguimos a Alguien que se atrevió a fracasar por amor. Ante un mundo fascinado por el placer y por el poder, e impotente para detener el dolor que su propia injusticia provoca, levantamos a un crucificado, a Aquél que vino para servir y dar la vida por todos. Ante un mundo que inútilmente intenta huir de la muerte o esconderla, nosotros miramos a alguien que asumió la muerte, para darnos la Vida. Ante un mundo que tiende a cerrarse en el egoísmo y a rechazar a Dios, queremos abrir el corazón a quien, por amor al mundo, nos ha dado lo más querido, su propio Hijo. El amor de Dios, manifestado en la entrega de Jesús, es nuestra band

"Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1 Co 24; Jn 2, 13-25)

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Este año, la Cuaresma, en las primeras lecturas, nos trae la historia de la relación de Dios con su pueblo, a través de las distintas alianzas: la que hace con Noé, que abarca a la humanidad (Gn 9, 8-15), la que hace con Abraham (Gn 22), la que hace con el pueblo de Israel, en el Sinaí (que incluye el Decálogo que hoy escuchamos), a la que el pueblo será infiel, y los anuncios de una nueva Alianza. Dios se va revelando, y va estableciendo unos vínculos, que se van haciendo más profundos en una historia en la que, por una parte, aparece la debilidad de la respuesta humana, y por otra, la misericordia de Dios que no abandona, que se da con mayor generosidad cada vez.  La Alianza definitiva llega en Jesús, donde Dios asume nuestra misma condición humana, para compartir con nosotros toda su Vida. Por eso, Jesús será el nuevo y verdadero Templo, el lugar donde nos encontramos verdaderamente con Dios, como alude el Evangelio ("El hablaba del templo de su cuerpo -de su persona-" Jn