jueves, 26 de marzo de 2020

“Esas obras que hago dan testimonio de mí” (Jn 5, 31-47)



El Evangelio comienza a presentarnos el enfrentamiento de Jesús con los judíos, que se irá agudizando, hasta llevarlo a la Cruz.

Esa discusión también habla de nosotros: del riesgo de encerrarnos en nuestros pequeños mundos, en nuestras ideas, hasta volvernos insensibles o incapaces de comprender al otro.

Nos habla de la necesidad de limpiar la mirada para ver, para que no nos ofusque la apariencia, el estar pendientes de la imagen de nosotros mismos (“¿…buscáis gloria unos de otros, y o buscáis la gloria que viene de Dios?”)

Nos habla de la necesidad de buscar a Dios con obras. En el ámbito de la ciencia y la técnica, se puede analizar un objeto sin implicarse. Pero en el ámbito de la vida, de lo que de verdad importa, para buscar la verdad, es necesario implicarse. “Sólo se ve bien con el corazón…”

“Otros hay que han dejado todas las cosas por el Señor (…) mas tienen mucha honra. No querrían hacer cosa que no fuese tan bien acepta a los hombres como al Señor; gran discreción y prudencia. Puédense harto mal concertar siempre estas dos cosas: y es el mal que casi, sin que ellos entiendan su imperfección, siempre gana más el partido del mundo que el de Dios. Estas almas, por la mayor parte, les lastima cualquier cosa que digan de ellas, y no abrazan la cruz, sino llévanla arrastrando, y así las lastima y cansa y hace pedazos; porque si es amada, es suave de llevar”.
Teresa de Jesús, Meditaciones sobre los Cantares, 2, 26


Canto: Muéveme, mi Dios, hacia ti(Ixcís) 



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