martes, 24 de marzo de 2020

“Levántate, toma tu camilla y echa a andar” (Juan 5, 1-6)



La primera lectura nos habla de un río que nace del Templo y va saneando e infundiendo vida a su paso.

El Evangelio nos presenta de nuevo la luz de Jesús. Esta vez, en una escena chocante, marcada por confusiones y sinsentidos: cerca del templo, una multitud de enfermos buscaba supersticiosamente la curación en la piscina de Betesda; el discapacitado a quien Jesús se acercó, llevaba postrado toda una vida, sin que nadie lo ayudara; y ni siquiera conocía a Jesús; los judíos interpretaban la ley de manera que tropezaban con minucias en lugar de ayudar …

Y Jesús pasa ofreciendo vida. Él es nuevo Templo, y el agua que cura. Él trae la nueva Ley: se acerca al discapacitado, lo sana, le devuelve la capacidad de hacerse cargo de su vida, y quiere sanar también su espíritu, previniéndole para que evite el pecado (y el pecado es, precisamente, lo que incapacita, enferma y aísla a las personas).

Y nos invita a dejarnos alcanzar por Él, para echar a andar. Para ir, como Él, haciendo el bien. 




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