Acostumbramos a identificar el fariseísmo con la hipocresía,
aunque muchos fariseos eran sinceros. La parábola de hoy nos habla de otra
tentación, tal vez más cercana aún a nosotros: la de pretender justificarnos
por lo que hacemos. (De ahí a juzgar a los otros, queda un paso). Y no sólo por
las normas que cumplimos, sino por las cosas que hacemos bien. Por supuesto, bueno es
hacer el bien, y, si lo pensamos, todo el bien que podamos hacer es poco,
comparado con lo que hemos recibido. Pero no es eso lo que nos justifica.
Sólo el amor justifica. Y el amor misericordioso de Dios es
el que verdaderamente justifica nuestra vida, el que potencia cuanto hacemos de
bueno, acoge nuestros mejores deseos, sana nuestras heridas, repara nuestros
errores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario