sábado, 22 de agosto de 2020

"Vosotros, ¿quién decís que soy Yo? (Mt 16, 13-20)

 


El Evangelio nos presenta la confesión de fe de Pedro en Jesús. No se trata de la opinión de la gente, ni siquiera de una respuesta aprendida de una tradición. Las palabras de Pedro significan centrar en Jesús todas las esperanzas: en Jesús se centra toda la esperanza de salvación de Israel. Es una confesión audaz, que va más allá de las doctrinas judías: Jesús es el Hijo de Dios vivo. Es vida, y va más allá de las palabras. Es Dios, y va más allá de nuestros límites. 

Jesús bendice a Pedro, reconociendo en él esa sabiduría que el Padre ha dado a los pequeños (Mt 11, 25-27). Y le da un nombre y una misión nuevas, con una promesa irrevocable: la fe humilde en Jesús es la columna firme que hace a la Iglesia capaz de dejarse sostener por Dios. 

Varias veces al año, la liturgia nos hace volver sobre esta pregunta, como una interpelación personal: ¿Quién decís que soy Yo? 
¿Qué lugar tiene Cristo en mi vida, en mi escala de valores, en mis esperanzas, en mi corazón...?




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