A pesar del rechazo que ha encontrado en su propio pueblo
(como escuchábamos el domingo pasado), Jesús sigue anunciando el Evangelio y
además, involucra en su misión a los Doce. Y ello, a pesar de que todavía
tienen mucho que aprender. Es que, para ser discípulos, para descubrir lo que
significa el Reinado de Dios que Jesús anuncia, esos discípulos (y nosotros)
han de hacer la experiencia de predicar la conversión, de luchar contra el mal
y de hacer el bien, sanar a otros. El Evangelio nos recuerda, hoy, que la
Iglesia no existe para sí misma. No
podemos vivir la fe como “consumidores”.
Se nos ha dado este don para que lo transmitamos a otros.
Marcos alude apenas al contenido de aquella predicación, y
subraya, sobre todo, actitudes. Por un lado, cuenta lo que hacen los
discípulos, en consonancia con Jesús: curar, llamar a la conversión (otra
actitud: la de volverse hacia Dios), vencer al mal (“echar demonios”. Jesús les ha dado, precisamente, autoridad para eso).
Y, señala las instrucciones de Jesús:
- Los envía “de dos en dos”. Esto subraya la
importancia del testimonio (que se confirmaba por la declaración de dos
testigos). Y de la comunidad. Transmitimos una fe que cultivamos en comunidad y
que no es teoría, sino testimonio de vida.
- Y los envía preparados para un camino largo (con bastón y
sandalias), pero sin provisiones, reservas ni protección: han de ir confiados
en la Providencia y en la hospitalidad de las gentes, a la que tendrán que
acogerse, sin discriminaciones. La autoridad para vencer el mal, aquí, va
acompañada por la sencillez para recibir, como pobres, lo que necesiten. Cabe
apuntar que en aquel tiempo, había también predicadores itinerantes de algunos
grupos judíos, que llevaban su propia comida para no exponerse a comer algo que
no cumpliera los preceptos de pureza legal, o a ser acogidos por pecadores.
En los primeros tiempos del cristianismo, hubo predicadores
itinerantes. En nuestros días, y frente a la tentación de instalarnos,
necesitamos mantener cierta actitud de itinerancia, de relativizar muchas cosas
para recordar que Dios es lo primero. De recordar que somos llamados para ser
enviados. ¿Cómo puedo vivir ese envío en mi realidad concreta?
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