Este domingo retomamos la lectura continuada del
Evangelio según S. Marcos. Las fiestas pasadas han hecho que “saltemos” tres
episodios: la curación de un paralítico, y las discusiones de Jesús con los
escribas y fariseos a causa del ayuno y del sábado. Desde el principio, Jesús
se aleja de una interpretación de la Ley centrada en cumplimientos, y pone en
el centro a las personas. Y manifiesta el poder de Dios liberando a las
personas del poder del mal (ése es el sentido fundamental de las curaciones de
endemoniados).
Hoy encontramos a Jesús entre dificultades. Dicen de Él que
está “fuera de sí”: trastornado (o tal vez, en aquella mentalidad, dominado por
un espíritu). Y vienen escribas desde Jerusalén para condenarlo como endemoniado
e instrumento de los demonios. Hasta su misma familia va a intentar retirarlo
de su misión y reconducirlo a la vida doméstica.
Jesús enfrenta la situación con radicalidad y serenidad a la
vez:
- Por un lado, no se
deja manipular por su familia, aunque, para hacer más fuerza, hayan llevado a su
propia madre. Y frente a unas tradiciones familiares que (como en este caso)
podían convertirse en una atadura, sienta las bases de una nueva familia, que,
como el propio Jesús, reconoce como Padre a Dios y busca su voluntad (Jn 15, 12-13). Una
voluntad que se expresa en el mandamiento del amor, y que abre caminos de vida
para las personas, como se ve en el actuar de Jesús. Una voluntad de vida y amor
que se ofrece a todos.
- Por eso, a los mismos que condenan a Jesús, Él “los invitó a acercarse”, y para intentar
hacerles comprender, empieza a hablar en parábolas, como luego hará en la
predicación a todos. Les advierte de que, con esa actitud de “no querer ver”,
de denigrar los gestos de salvación que se les ofrecen, ellos mismos se cierran
al perdón y a la vida. Porque lo que se está manifestando en las obras de Jesús,
es que el amor de Dios es más fuerte que el mal. Y se ofrece de manera total: “todo
se les podrá perdonar a los hombres”.
Pablo, en su carta a los Corintios, se sitúa en esa
experiencia y esperanza del amor de Dios, siempre más fuerte. Él está pasando
por la tribulación, por situaciones de pérdida en que siente cómo “el hombre
exterior se va desmoronando”. Pero ve más hondo, “sabiendo que quien resucitó
al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús”, y que, en medio de
esas situaciones difíciles, Dios está construyendo una nueva realidad, está
haciendo llegar su amor y su vida a la comunidad por la que él se desvive, y a
él mismo: “Todo es para vuestro bien”.
Anotación sobre los "hermanos de Jesús”
Aparecen en este pasaje del evangelio los “hermanos de Jesús”, que han hecho a
algunos pensar que María tuvo más hijos. Hay que aclarar que en algunas lenguas
(como el arameo) se usa el término “hermano” para designar también a los primos
y otros parientes. Mc 6,10 (y Mt 13,55) identifica a algunos de estos hermanos:
Joset, Judas y Simón. Y en el relato de la cruz, nos dice quien era su madre, otra de
las mujeres que estaban al pie de la cruz: “María la madre de Santiago el
menor y de Joset” (Mc 16,1. Mt 27, 56).
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