domingo, 9 de junio de 2024

"Estos son mi madre y mis hermanos" (Mc 3, 20-35)

 


Este domingo retomamos la lectura continuada del Evangelio según S. Marcos. Las fiestas pasadas han hecho que “saltemos” tres episodios: la curación de un paralítico, y las discusiones de Jesús con los escribas y fariseos a causa del ayuno y del sábado. Desde el principio, Jesús se aleja de una interpretación de la Ley centrada en cumplimientos, y pone en el centro a las personas. Y manifiesta el poder de Dios liberando a las personas del poder del mal (ése es el sentido fundamental de las curaciones de endemoniados).

Hoy encontramos a Jesús entre dificultades. Dicen de Él que está “fuera de sí”: trastornado (o tal vez, en aquella mentalidad, dominado por un espíritu). Y vienen escribas desde Jerusalén para condenarlo como endemoniado e instrumento de los demonios. Hasta su misma familia va a intentar retirarlo de su misión y reconducirlo a la vida doméstica.

Jesús enfrenta la situación con radicalidad y serenidad a la vez:

-  Por un lado, no se deja manipular por su familia, aunque, para hacer más fuerza, hayan llevado a su propia madre. Y frente a unas tradiciones familiares que (como en este caso) podían convertirse en una atadura, sienta las bases de una nueva familia, que, como el propio Jesús, reconoce como Padre a Dios y busca su voluntad (Jn 15, 12-13). Una voluntad que se expresa en el mandamiento del amor, y que abre caminos de vida para las personas, como se ve en el actuar de Jesús. Una voluntad de vida y amor que se ofrece a todos.

 - Por eso, a los mismos que condenan a Jesús, Él “los invitó a acercarse”, y para intentar hacerles comprender, empieza a hablar en parábolas, como luego hará en la predicación a todos. Les advierte de que, con esa actitud de “no querer ver”, de denigrar los gestos de salvación que se les ofrecen, ellos mismos se cierran al perdón y a la vida. Porque lo que se está manifestando en las obras de Jesús, es que el amor de Dios es más fuerte que el mal. Y se ofrece de manera total: “todo se les podrá perdonar a los hombres”.

Pablo, en su carta a los Corintios, se sitúa en esa experiencia y esperanza del amor de Dios, siempre más fuerte. Él está pasando por la tribulación, por situaciones de pérdida en que siente cómo “el hombre exterior se va desmoronando”. Pero ve más hondo, “sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús”, y que, en medio de esas situaciones difíciles, Dios está construyendo una nueva realidad, está haciendo llegar su amor y su vida a la comunidad por la que él se desvive, y a él mismo: “Todo es para vuestro bien”.

“Todos los que aman al Señor con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, con todas las fuerzas, y aman a sus prójimos como a sí mismos (cf. Mt 22,37.39; Mc 12,30) (…) ¡Oh cuán bienaventurados y benditos son ellos y ellas, mientras hacen tales cosas y en tales cosas perseveran!,  porque descansará sobre ellos el espíritu del Señor (cf. Is 11,2) y hará en ellos habitación y morada (cf. Jn 14,23), y son hijos del Padre celestial (cf. Mt 5,45), cuyas obras hacen, y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo (cf. Mt 12,50). Somos esposos cuando, por el Espíritu Santo, el alma fiel se une a nuestro Señor Jesucristo. Somos para él hermanos cuando hacemos la voluntad del Padre que está en los cielos (Mt 12,50); madres, cuando lo llevamos en nuestro corazón y en nuestro cuerpo (cf. 1 Cor 6,20), por el amor divino y por una conciencia pura y sincera; y lo damos a luz por medio de obras santas, que deben iluminar a los otros como ejemplo (cf. Mt 5,16)”.
      S. Francisco de Asís, Carta a los fieles, 1


Anotación sobre los "hermanos de Jesús

Aparecen en este pasaje del evangelio los “hermanos de Jesús”, que han hecho a algunos pensar que María tuvo más hijos. Hay que aclarar que en algunas lenguas (como el arameo) se usa el término “hermano” para designar también a los primos y otros parientes. Mc 6,10 (y Mt 13,55) identifica a algunos de estos hermanos: Joset, Judas y Simón. Y en el relato de la cruz, nos dice quien era su madre, otra de las mujeres que estaban al pie de la cruz: “María la madre de Santiago el menor y de Joset” (Mc 16,1. Mt 27, 56).

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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