La fiesta de hoy nos invita a contemplar a Dios, como se ha
revelado en la Pascua, en la Resurrección de Jesús y el don del Espíritu Santo.
La confesión de fe en la Trinidad nace de la experiencia de los discípulos: en
las palabras y obras de Jesús, y sobre todo en el encuentro con Jesús Resucitado,
con su fuerza creadora y la vida que Él transmite, descubren que Él es Dios.
Además, experimentan al Espíritu Santo como presencia personal de Dios, llena de
fuerza vivificadora, creadora, que los “guiará
hasta la verdad plena”. Y ambos, Jesús y el Espíritu, llevan al Padre: Jesús
nos ha enseñado a llamarlo Abbá (Lc
1,2), y el Espíritu “se une a nuestro espíritu
para dar testimonio de que somos hijos de Dios” y “nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Rom 8, 15-16). Esta experiencia
fue tan fuerte que rompió sus esquemas religiosos (el estricto monoteísmo
judío), y los llevó a confesar a las Tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu, que
son un solo Dios, porque como Jesús mismo afirma, “somos uno” (Jn 10, 30).
La Iglesia habla de Dios Trinidad desde el encuentro
personal (y comunitario) con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por eso,
son también los místicos quienes más hablan de la Trinidad, desde la
experiencia. Dios es misterio, y la forma principal de acercarnos a él no es el
pensamiento abstracto, sino la relación personal. En esa relación insisten las
lecturas de hoy, desde el libro de los Proverbios (“mis delicias están con los hijos de los hombres”), y el salmo 8,
que canta, a la vez, la pequeñez de hombre ante Dios, y la inmensa dignidad de
la que Dios lo reviste. Pablo, en la carta a los Romanos, nos habla de
Jesucristo, que nos ha reconciliado con Dios (de quien nos habíamos alejado) y
nos da acceso a la gracia de Dios. Y de “el
Espíritu Santo que se nos ha dado” y derrama en nuestros corazones el amor
de Dios. El mismo Espíritu que nos anuncia lo de Jesús y lo del Padre, y nos
guía hasta la verdad plena. Dios vive en relación. Y nos llama a entrar en
relación con Él.
¿Cómo es tu relación con Dios? La fiesta de hoy te invita a
profundizar en tu relación de hermano (Heb 2,11), discípulo y amigo (Jn 15, 14)
con Jesucristo. En tu apertura al Espíritu que “se une a nuestro espíritu” Rom 8, 16) y nos hace capaces de vivir y
“adorar al Padre en Espíritu y en verdad”
(Jn 4,23-24). En tu relación de confianza filial con Abbá, el Padre.
¡Oh, Dios mío,
Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme
en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que
nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que
cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Inunda mi alma de paz;
haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca
te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser, toda despierta en fe,
toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.
Santa Isabel de la Trinidad
Hoy celebramos la jornada “Pro Orantibus”. En este día,
oramos por los contemplativos, que oran por nosotros continuamente, y con su
oración son, de manera callada y silenciosa, como una puerta abierta a la
fuerza, la luz y la vida de Dios, para que impulsen a la Iglesia y lleguen a cada
uno de nosotros.