domingo, 12 de febrero de 2023

"Para dar plenitud" (Mt 5,17-37)

 

Con frecuencia, Jesús se enfrenta con los fariseos y doctores de la Ley: para curar en sábado, salvar a una mujer condenada a muerte por adulterio... hoy escuchamos el sentido de todo esto, que no es una "rebaja" de las exigencias de la Ley, sino, precisamente, su realización plena, según el corazón de Dios, ese corazón que "el Hijo Único, que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18).

Y así, escuchamos hoy una palabra radical: "si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos". Una palabra que inquieta, pues los escribas eran los doctores de la ley, y los fariseos se distinguían de los demás por el cumplimiento minucioso de sus preceptos. 

Jesús nos invita, precisamente (¡para ello dará su vida!), a "entrar" en ese reino, que es una nueva vida según el corazón del Padre. A entrar en una forma diferente de relacionarnos con Él, no basada en la aparente seguridad que da el cumplir una serie de normas (todo lo exigentes  que se quiera), sino en abrirnos, para acoger su amor misericordioso, y responder a ese amor: dejarnos transformar por él, reflejarlo en nuestras actitudes, hacerlo presente e el mundo (y una cosa y la otra se ayudan mutuamente: el esfuerzo por reflejar ese amor misericordioso nos abre a acogerlo como algo que se regala gratuitamente). Ese amor salvador de Dios es la Ley que ha de cumplirse, que prevalecerá, a pesar de los avatares del mundo. 

Y así, Jesús llama a vivir desde ese amor, y lo que significa, radicalmente. La reinterpretación que Jesús hace de los antiguos preceptos va a la raíz de los mismos: la renuncia a toda forma de violencia (también la verbal), y la búsqueda de la reconciliación; el respeto a la persona y a la familia, que ha de purificar la mirada; la opción incondicional y definitiva por el amor que funda la familia; la sinceridad. Jesús llama a vivirlos desde lo pequeño, desde los detalles, que van poco a poco orientando nuestra vida. Y a cortar de raíz con cuanto se opone a ellos. 

Es el amor el que articula también misericordia y exigencia, como lo vemos en las palabras y hechos de Jesús, que siempre propone esta radicalidad en nuestras opciones, y a la vez acoge siempre a aquél a quien se le quiebran los proyectos, a aquél que cae. Desde ahí hay que entender también las palabras que hoy dice Jesús sobre el divorcio (como las que dice también, por ejemplo, sobre los que, con más o menos frecuencia, nos peleamos con un hermano o caemos en actitudes agresivas). Proponer esa radicalidad en las opciones y cuidarla en el día a día, y ofrecer esa misericordia que acoge y ayuda a vivir en plenitud, es nuestro reto como Iglesia. Pidamos al Espíritu que nos infunda su sabiduría (ésa de que habla hoy Pablo) para saber proponer "lo que Dios ha preparado para los que lo aman" (1 Cor 2, 10)


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


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