sábado, 5 de febrero de 2022

"Y dejándolo todo, lo siguieron" (Lc 5,1-11)



El Evangelio habla hoy de llamada, de conversión (como descubrimiento), de asombro, de seguimiento. Y lo hace en un relato lleno de paradojas, que también reflejan la forma en que Dios se hace presente entre nosotros, como fuerza en la debilidad, grandeza a partir de lo pequeño... Todo ello, por cierto, forma parte del "Evangelio que os anuncié, y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando" (1 Cor 15, 11), que habla de la gracia de Dios que se ha manifestado en Cristo, y que nos hace "ser lo que somos", desarrollar nuestra identidad y nuestra vida en plenitud.

Jesús se acerca a Simón pidiéndole un pequeño favor, y así inicia un diálogo que lleva a lo más grande. Se mete en su barca, para embarcarlo a él en su misión. Le pide, para llenarlo de su riqueza. Le pide, primero, a dejar por un momento lo que estaba haciendo y hacerle sitio, para predicar desde su barca. Después le dice que deje la orilla y vaya a aguas más profundas a pescar, aunque sea a deshora y en un tiempo estéril, y así le invita a que se fíe de Él. 

Y Pedro entra en ese diálogo, que es de palabras y hechos, aun con dificultades. Es auténtica esa oración de Pedro, que con sinceridad expone sus dudas, y con disponibilidad se pone manos a la obra. Y en la predicación y la pesca empieza a descubrir quién es Jesús. Siente el asombro (o temor o estupor, como dicen otras traducciones) que sentimos al descubrir a Dios, su grandeza frente a nuestra pequeñez e indignidad: una majestad que se hace sencilla para pedir nuestra ayuda; una santidad que ha venido a meterse en nuestro barro; un Dios al que tiene todo, pero que quiere contar contigo. Dios es amor. Desde ahí, es fácil comprender la paradoja de que, precisamente el día que hicieron la mayor pesca de su vida, dejaran el negocio. Se encontraron con Él, y dejaron los bienes de Dios por el Dios de los bienes. 

Jesús empieza a cambiarle la vida a Simón, y lo llama a ser pescador de hombres. Para nosotros, esto de "pescar" suena a atrapar Pero para los israelitas (gente "de secano", para quienes el mar es símbolo de peligros, casi sinónimo del abismo) pescador de hombres significa alguien que salva a otros del peligro, como los que rescatan en el mar. Pedro deja aquellas redes que estaba lavando, para tejer otras redes: redes de comunidad, de escucha compartida, de ayuda. 

Se empezaba a tejer la Iglesia, que como Pablo nos dice, siempre tiene que recordar (otra propuesta para hoy: recordar cómo nos hemos ido encontrando con Jesús y nos ha ido llamando) que está llamada a todo eso: a escuchar, a embarcarse, a dejar la propia orilla y, aunque dé miedo o desgana, remar mar adentro... y al asombro que nace, cuando Cristo descubre quién es.

Hoy, en lugar de un canto, proponemos este vídeo 

Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)


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