Una vez más, somos llamados a la confianza, a la esperanza. Jesús resucitado se hace presente a pesar de que los discípulos se encuentran bloqueados por el miedo, y les comunica su Espíritu, a la vez que los envía. Él es capaz de abrir nuevos caminos entre nosotros, de ayudarnos a superar nuestros miedos y dificultades.
Somos invitados a contar con el Espíritu. A invocarlo, a abrirnos a Él, buscando la verdad, intentando vivir en apertura, cultivando la acogida y la capacidad de comunión. A discernir su voz y su inspiración, para dejarnos impulsar por Él.
Somos enviados, con un mensaje que es de perdón, de reconciliación y sanación para nuestro mundo. Con el testimonio de las maravillas de Dios, que quiere ser proclamado en las todas las lenguas, sonar de forma comprensible para todos, vibrar con la sensibilidad de cada uno, para ayudar a cada uno a reconocerse como hijo de Dios y aportar el don que ha recibido, para construir un mundo de hermanos.
¡Cuán
manso y amoroso
recuerdas [= despiertas] en mi seno
donde
secretamente solo moras
y en
tu aspirar sabroso
de
bien y gloria lleno
cuán
delicadamente me enamoras!
San Juan de la Cruz
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