sábado, 30 de marzo de 2024

"Ha resucitado y va delante de vosotros a Galilea" (Mc 16, 7; Jn 20, 1-9)


 Los relatos evangélicos de la Resurrección hablan de algo que trasciende los conceptos y las categorías de nuestro pensamiento: de algo que no cabe en palabras. Por eso, como el lenguaje de los místicos, recurren a símbolos, a imágenes que nos invitan a ponernos en camino, como a Pedro y Juan, hacia la experiencia de la Resurrección y la fe. 

Un elemento que todos transmiten es la dificultad de aquellas discípulas y discípulos (los primeros testigos son las mujeres que acompañaron a Jesús en la cruz. Y esto es significativo), la dificultad para creer y comprender. En todos ellos hay un desconcierto, como en Magdalena, un primer momento en que lo que están descubriendo sobrepasa su capacidad de entender, un momento de vacilación. Y un camino.

Un camino que se emprende madrugando, y en oscuridad. Una oscuridad que aludíamos al celebrar la Vigilia Pascual en la noche. Una oscuridad como la que envolvía al mundo al principio del Primer día de la Creación. Y es que con la Resurrección de Jesús comienza una Nueva Creación. Nueva Creación que empieza en los creyentes: de hecho, y aunque todos los evangelios  hablan del sepulcro vacío, el signo más claro de la Resurrección, para el mundo, fue y sigue siendo la renovación de los que se encuentran con Él: la vida que los llena, y que se manifiesta como alegría, capacidad de compartir, audacia y liberación de temores, capacidad de comprender la palabra de Jesús y vivirla... los dones del Espíritu. Desde nuestro corazón y nuestra vida, Dios quiere ir, pacientemente, renovando la sociedad y el mundo entero. 

Un camino personal. El primer anuncio ha sido "un no sé qué que quedan balbuciendo" (como cantaba Juan de la Cruz). Magdalena anuncia apenas que Jesús no está en el sepulcro, sin saber dar razón. Movidos por la inquietud, Pedro y el discípulo amado se ponen en marcha, como antes lo había hecho ella. Juan nos deja ahí el detalle de que el discípulo que Jesús ama es el más rápido, y también una nota con sabor a comunidad: aunque llega antes, entra con Pedro. Tal vez eso es determinante para alcanzar a comprender los signos (los lienzos "vacíos" porque el cuerpo de Jesús no ha sido llevado, sino que los ha dejado; el sudario, signo de muerte, aparte), y creer. El encuentro con el Resucitado es un camino de conversión (dejar atrás prejuicios y ataduras, volvernos hacia Jesús, abrirnos a su Espíritu), personal y a la vez hecho en comunidad.

Un "camino a Galilea". El Evangelio de la Vigilia, de Marcos, nos envía allí, recordando las palabras de Jesús, en la Última Cena, cuando anunciaba también la dispersión y escándalo de los discípulos ante el arresto y la cruz del Maestro. Galilea es el lugar donde comenzó Jesús su predicación, como hoy recuerda Pedro en los Hechos de los Apóstoles; el lugar donde llamó a los discípulos, donde comenzó su misión, "haciendo el bien y curando a los oprimidos". Es también el lugar de la vida cotidiana, donde tenían su trabajo y sus familias. 

Y es que, aunque este Domingo se nos ha convertido en "el final de la Semana Santa", es el Primer Día. Aquí comienza todo. Es como el "kilómetro cero", el punto de referencia de toda nuestra vida. Somos invitados a recomenzar nuestro seguimiento, a encontrarlo, vivo, en nuestra vida cotidiana. A descubrir con Él "los bienes de allá arriba" (los que Él puso encima, con sus actitudes y sus palabras, distintos a los del mundo). A una Vida Nueva que, de momento, tal vez no resplandece enseguida, porque "está escondida con Cristo en Dios"(Col 3, 1-4), pero va germinando, como una primavera del Espíritu, en el corazón del discípulo. 

¡Feliz Pascua!


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Hoy escuchamos una de las palabras de Jesús en la Última Cena. En ese momento de intimidad de Jesús con los discípulos, lleno de intensida...