domingo, 9 de julio de 2023

"Venid a mí..." (Mt 11, 25-30)



Hace algunos domingos, Mateo nos hablaba de cómo Jesús ve con compasión a las gentes, cansadas y abatidas como ovejas sin pastor (Mt 9, 36). Desde esa compasión envía a los discípulos a la misión, aun consciente de las dificultades que encontrarían. Es por esa misericordia, de hecho, por lo que Él, el Hijo amado del Padre (Mt 3, 17), ha venido a nosotros, para "tomar nuestras debilidades y cargar con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17). 

Entre aquella escena y la que hoy contemplamos, Mateo nos presenta el envío de los discípulos, y el anuncio, por parte de Jesús, de las dificultades que encontrarán. El mensaje de Dios, a pesar de responder a la necesidad de la humanidad, va a encontrar resistencia, rechazo, indiferencia. Los sabios y entendidos, los doctores de la ley (fariseos, escribas...), los que se sienten seguros en sí mismos (en su saber, en sus bienes, en sus fuerzas...) no acogen su palabra, y la vida que Jesús ofrece queda oculta a sus ojos, incapaces de ver más allá de sus propios criterios. Los pequeños, los humildes, dispuestos a confiar en Dios, son los que se abren a esa vida que ofrece Jesús, y que es la vida de Dios, porque "nadie conoce al Padre sino el Hijo". 

De fondo, está el dilema de "vivir en la carne" o "vivir en el espíritu", al que alude Pablo en la carta a los Romanos (Rom 8, 9.11-13), que no se refiere a la contraposición entre cuerpo y alma (del pensamiento griego), sino a una opción, un estilo de vida: estar "en la carne" es vivir encerrado en uno mismo (en los propios deseos, intereses, criterios...). La vida espiritual consiste en abrirse a Dios, vivir en la confianza y el amor, que nos lleva más allá de nosotros mismos...  y nos abre a esa vida que nuestras fuerzas no pueden alcanzar, pero Dios nos regala. 

Muchas cosas pueden agobiarnos y cansarnos. Unas, vienen delas dificultades de la vida, que no podemos evitar; algunas, vienen de habernos implicado en ayudar a otros, de intentar participar en la misión de Jesús. Otras, pueden tener que ver con modos de afrontar la vida que, a la larga, resultan agotadores. El cansancio y abatimiento que Jesús veía en la gente tenía mucha relación con una religiosidad llena de preceptos, de cumplimientos... Hoy, el perfeccionismo puede llevar a algunas personas de buena voluntad al cansancio y al agobio de una exigencia que nunca se alcanza. A unos y otros, a todos, nos llama Jesús, para encontrar alivio en Él. Su yugo, aunque lleve en sí la radicalidad que escuchábamos en domingos pasados, es suave, porque se basa en el amor del Padre, que estamos llamados a experimentar. Amor misericordioso y paciente con nuestras limitaciones, amor que infunde fuerza y ánimos, y da sentido a todo esfuerzo. Amor que transmite paz al corazón, que siempre nos acoge y ofrece descanso y alivio. El "aprended de mí" es una invitación abierta, a experimentar su vida, conocer su Paz y Alegría (Jn 14, 27; 15,11). Hoy, incidiendo en la sencillez, humildad.

¡La ciencia del amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada todavía... Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono.

(...) Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud, como dijo en el salmo 49 (…) No tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. Porque ese mismo Dios que declara que no tiene necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila en mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed... Pero al decir: «Dame de beber», lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor...

Sí, me doy cuenta, más que nunca, de que Jesús está sediento. Entre los discípulos del mundo, sólo encuentra ingratos e indiferentes, y entre sus propios discípulos ¡qué pocos corazones encuentra que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito!

Teresa del Niño Jesús, Historia de un alma (Manuscrito B, 1-2rº)


Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

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