domingo, 2 de abril de 2023

"Obediente hasta la muerte... Jesucristo es Señor" (Flp 2, 6-11; Mt 26,14-27,66)

 

El Domingo de Ramos nos introduce en la Semana Santa, con ese gesto profético de la entrada de Jesús en Jerusalén, de forma humilde, y aclamado como aquél "que viene en nombre del Señor". Por las mismas fechas, el gobernador romano hacía su entrada en la capital, escoltado por un imponente despliegue militar para dejar claro su dominio de la situación. La entrada de Jesús es la del Mesías que viene, no con el poder de un ejército que se impone, sino con la fuerza del Espíritu, la fuerza de Dios Amor que se entrega y da vida, que salva. La aclamación de los que acompañan a Jesús anuncia una victoria que se va a realizar de forma muy diferente a como ellos esperaban, y con un alcance más definitivo. 

El relato de la Pasión nos introduce en todo lo que vamos a contemplar en estos días, para que lo meditemos una y otra vez, para que vayamos entrando en el sentido de este Misterio que siempre es más profundo de lo captamos, siempre es mayor. Y está más conectado con nuestras vidas de lo que percibimos. 

Se nos invita a una lectura pausada de la Pasión del Señor, para dejarnos interpelar por ella. Son muchas las escenas, las personalidades que aparecen, los elementos y los detalles que nos hablan. Cabe apuntar, entre otros, que el relato de Mateo se caracteriza por las frecuentes referencias al cumplimiento de las Escrituras, ya desde la entrada de Jesús en Jerusalén (Mt 21, 1-11) que recuerda el texto del profeta Zacarías (Za 9,9). La entrega y la muerte de Jesús es, efectivamente, el cumplimiento total de todos los anuncios y profecías anteriores, la Revelación plena de Dios. Jesús muere por fidelidad al Padre, al amor de Dios a todos los hombres, que él ha predicado sin plegarse a los exclusivismos de unos y otros (fariseos, nacionalistas judíos, etc.). Su entrega, su amor hasta el fin, su humilde despojarse de sí mismo y de la misma vida por nosotros (que canta Flp 2, 6-11), su comunión, en la cruz, con todos los que sufren, revela quién es Dios en verdad. 

Es un cumplimiento lleno de paradojas, que también aparecen por doquier: los discípulos que prometen ser fieles pero sucumbirán a su debilidad, y aún así, serán testigos de la fidelidad de Jesús que, en medio de todo, se entrega y salva; la incomprensión del pueblo elegido y de los doctores de la ley, frente a la reconocimiento de los paganos, que culmina en la confesión del centurión: "Verdaderamente este era Hijo de Dios". Dios lleva adelante su plan de salvación anunciado, pero no sucede como esperábamos. Acontece, de hecho, con más hondura y más alcance. 

Así sigue siendo. Esta cruz de Jesús ilumina también las encrucijadas de la vida de cada uno de nosotros, y nuestras contradicciones. En ellas también nos acompaña y salva, de forma, a veces, insospechada Somos invitados a la confianza en Él, y a dejarnos iluminar por su palabra, por su ejemplo, por su vida, por su presencia. . Somos invitados, en estos días, a mirar la cruz de Jesús. Y mirar nuestra vida a su luz. 



Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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