domingo, 1 de mayo de 2022

"Sígueme" (Jn 21, 1-19)


El Evangelio cuenta el tercer encuentro de Jesús resucitado con los discípulos (Jn 21, 14). La narración está llena de alusiones a otros pasajes del Evangelio (la pesca milagrosa en que Jesús llamó a Pedro, la larga  noche del juicio y las negaciones...) y de referencias a la vida de la comunidad cristiana, que nos alcanzan a nosotros. Juan nos invita a embarcarnos con él (Jn 21, 3) en un relato, que es el de una comunidad que, desde sus pobrezas y sus noches, amanece al encuentro con el Señor. 

Al leer el relato con atención (dejándonos interpelar) podremos, tal vez, reconocernos en esos discípulos que conocen la experiencia de jornadas de trabajo sin fruto, de noches de vacío, en la que Dios parece estar ausente, o parece que hemos perdido su rastro, y no se percibe su recuerdo vivo (llama la atención, en los primeros versos, esa "vuelta a la vida cotidiana" de los discípulos, como si nada hubiera pasado, como si nada hubiera cambiado en sus vidas). Y comprender así que es con Él que llega el amanecer, y el trabajo, perseverante, se llena de frutos, y la Iglesia se hace red capaz de acoger y salvar a muchos, sin romperse. 

Una vez más, destacan Pedro y "el discípulo que Jesús quería" (Jn 21,7). Omite su nombre, tal vez para subrayar la experiencia de amor y de identificación con Jesús, lo que él quiere en sus discípulos. Es el discípulo capaz de reconocer al Señor, de intuir su presencia, y compartirla. Pedro, por su parte, sabe que está desnudo (Ap 3, 17. Como Adán tras la caída. Gn 3,7). Pero, en vez de esconderse, se dirige a Jesús. Ya no pretende andar sobre las aguas (Mt 14, 22), sino que se ata la túnica (como Jesús se ciñó para lavar los pies de los discípulos Jn 13,4) y se lanza al agua, y después trae la red a la orilla. 

Una vez más, el encuentro es comida con el Señor, Eucaristía en la que Él hace sentir su presencia y enseña. Y reconcilia. El diálogo último, de Jesús con Pedro, baja hasta las heridas que dejaron las tres negaciones, para sanarlas, para renovar la llamada al seguimiento y el encargo de la comunidad. Jesús invita a un amor total (agapaô); Pedro responde con un sí consciente de que su amor es mucho más pobre (phileô, es la palabra que usa aquí el evangelio). Y Jesús baja hasta su nivel, y por otra parte, le indica el camino del amor: la entrega del Buen Pastor a la comunidad, que es cuidar y apacentar. Y le anuncia que ese amor llegará a ser capacidad de dar la vida. 

La última palabra de hoy, la última que pronuncia Jesús en el Evangelio, es "Sígueme" (Jn 21,19).


Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

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