sábado, 11 de septiembre de 2021

"Si alguien quiere venir en pos de mí..." (Mc 8, 27-35)

 


Hemos visto a Jesús realizando signos, predicando el Reino. Y hemos encontrado ya, a estas alturas del Evangelio de Marcos, la resistencia de diversos grupos de personas. Jesús y sus discípulos "van de camino" (M 8, 27), y Jesús ve ya, sobre ese camino, la sombra de la cruz. Por eso habla francamente con sus discípulos. Ellos ya son capaces de reconocerlo como Mesías. Pero, ¿qué significa el Mesías? Para ellos, significa el éxito, el cumplimiento de una serie de expectativas que el pueblo y que ellos mismos han proyectado sobre la promesa de Dios: grandeza, liberación política (incluso venganza...). Por eso Jesús (aquí y en otros pasajes) no quiere que lo divulguen. No es ese Mesías. El suyo no es el Dios de los triunfadores. Jesús habla de un Padre de todos; y su camino, para poder llegar a todos, bajará hasta los últimos. 

En ese diálogo directo, incluso abrupto, aparece la resistencia de Pedro, que se vuelve tentación para Jesús (recuerda aquello de "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie..." Mt 4,6). Y la respuesta decidida de Jesús, ante esa pretensión  de "ponerse delante de Jesús", de intentar conducirlo a sus propios planes: "ponte detrás de mí" (Mc 8, 33). 

A ella se une una enseñanza sobre las condiciones para seguir auténticamente a Jesús: es necesario "negarse a uno mismo", porque para vivir la disponibilidad del discípulo, a veces hay que renunciar a planes, expectativas, ideas preconcebidas... Seguir a Jesús, además, se hace con lo bueno y lo que nos pesa: las dificultades, los sufrimientos, los fracasos que se cruzan en nuestro camino, no son ajenos al seguimiento de Jesús. Hemos de integrarlas, seguirle con ellas... y precisamente Él nos enseñará, a cada uno, cómo llevar la cruz sin que nos aplaste. Y en definitiva, la propuesta de Jesús es de entrega, de apertura radical. Quien vive para sí mismo (quien quiera salvar su vida) se malogra. Quien es capaz de amar, de entregarse, corre el riesgo de perder, pero se abre a la salvación que Jesús trae. 

El Evangelio nos transmite la pregunta de Jesús: "y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Una pregunta que, hoy, nos invita a pensar sobre nuestra idea de Jesús, y las expectativas que tenemos sobre lo que es seguirle, y a confrontarlas con Él mismo, con lo que Él nos enseña, para caminar "detrás de Él". Para seguirlo como El quiere que lo sigamos. Para dejarnos salvar, comunicar vida, por Él.

"Y así, querría yo persuadir a los espirituales cómo este camino de Dios no consiste en multiplicidad de consideraciones, ni modos, ni maneras, ni gustos, aunque esto, en su manera, sea necesario a los principiantes (...) porque el aprovechar no se halla sino imitando a Cristo que es el camino y la verdad y la vida, y ninguno viene al Padre sino por él, según él mismo dice por San Juan (14,6 y 10,9). Y en otra parte dice: Yo soy la puerta; por mí, si alguno entrare, salvarse ha. De donde todo espíritu que quiere ir por dulzuras y facilidad y huye de imitar a Cristo, no le tendría por bueno".                        (San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo II, 7,8)



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