sábado, 4 de septiembre de 2021

"Effetá" (ábrete) (Mc 7, 31-37)


Jesús aparece, esta vez, fuera del pequeño mundo de Israel, en tierra de gentiles (Siria y Líbano, que, por cierto, actualmente están sufriendo una crisis de la que sólo de vez en cuando oímos algo). Una vez más, su acción sanadora es un signo del Reinado de Dios, de lo que Él nos trae. El comentario de la gente ("todo lo ha hecho bien" Mc 1, 37) recuerda incluso al Génesis ("todo era bueno" Gn 1, 31), suena a Creación, a renovación.

El Evangelio nos presenta una situación de aislamiento, de incomunicación, que nos interpela también a nosotros, habitantes de la "era de las comunicaciones"... que tantas veces sentimos también dificultades para comunicarnos. Y nos invita a preguntarnos por esta paradoja. ¿Qué es lo que nos aísla y hace difícil el entablar una relación auténtica, humana, con los que están a nuestro alrededor e incluso con nosotros mismos? ¿Tal vez ruidos, superficialidad, otras actitudes de fondo...?

Le piden a Jesús que le imponga las manos. Su respuesta, sin embargo, no es una "acción mágica", y el relato tiene detalles sugerentes: el gesto de llevar al hombre aparte (que sugiere un "tomar distancia" frente al mundo, un "retirarse"), los dedos en los oídos, como venciendo una resistencia, la saliva, que alude a un contacto personal, la mirada orante ... y su palabra, que Marcos nos hace escuchar en arameo, tal como Jesús la pronunció : "Effetá"

Ábrete. Ésta es una de las palabras esenciales de Jesús. Una de sus propuestas fundamentales: frente al riesgo de cerrarnos en nosotros mismos (en nuestras soberbias o nuestros miedos, en nuestros egoísmos o prejuicios, o en lo que a cada uno nos cierra), nos invita a abrir los oídos, el corazón, la vida; a escuchar, acoger, compartir; a confiar, a amar. Entrar en nosotros mismos (abrirnos a nuestro interior), abrirnos a los demás. Abrirnos a Él. 


Lecturas de hoy: (www.ciudadredonda.org)


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