sábado, 10 de abril de 2021

"Hemos visto al Señor" (Jn 20, 19-31)


El primer día de la semana es jornada de encuentro con Jesús resucitado. Así nos lo transmiten, e invitan a vivir, los Evangelios que narran las apariciones de Jesús. 

Ese encuentro transforma la vida de los discípulos. Estaban paralizados por el miedo, y Jesús les infunde su paz y su alegría. Estaban cerrados, y Él los envía al mundo, con la fuerza de su Espíritu y con una misión reconciliadora. Los Hechos de los Apóstoles nos narrarán el proceso de transformación de esa comunidad. Pues no fue un cambio "mágico", de la noche a la mañana, sino un camino, con sus dificultades y sus luces. Los discípulos se convierten, con su vida, en testigos del Resucitado, que es quien inspira, enciende y fortalece esa vida nueva. 

Somos convocados a este encuentro, que tiene algo de "ver" (experimentar su presencia y su fuerza) y de "no ver" (caminar en la incertidumbre y la penumbra propia de este mundo). Como Tomás, que puede tocar, en el Resucitado, las señales de la crucifixión, y que confiesa a Jesús como Señor y Dios, precisamente, aquello que esta más allá de lo visible. También nosotros nos podremos acercar a Jesús, que lleva en sus manos el dolor de la humanidad y nuestra propia fragilidad, y que alienta en nosotros la vida nueva, sanadora y reconciliadora del Espíritu. La fe es encuentro que genera vida (Jn 20,31). Somos testigos suyos porque, vamos encontrando, en nuestra vida y a nuestro alrededor, el rastro de su amor misericordioso. 

¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!

Llama cristalina a la fe por dos cosas: la primera, porque es de Cristo su Esposo, y la segunda, porque tiene las propiedades del cristal en ser pura en las verdades, y fuerte y clara, limpia de errores y formas naturales. Y llámala fuente, porque de ella le manan al alma las aguas de todos los bienes espirituales. De donde Cristo nuestro Señor, hablando con la Samaritana, llamó fuente a la fe, diciendo (Jn. 4, 14) que en los que creyesen en él se haría una fuente cuya agua saltaría hasta la vida eterna. Y esta agua era el espíritu que habían de recibir en su fe los creyentes (Jn. 7, 39)

S. Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, 12,3



Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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