domingo, 18 de abril de 2021

"Mirad mis manos y mis pies: soy Yo en persona" (Lc 24, 35-48)


De nuevo, Jesús se hace presente en medio de los discípulos, que están compartiendo la experiencia que tienen de encuentro con Él ("porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo..." Mt 18,20). Y, una vez más, el evangelista refiere las dificultades de los discípulos para reconocer a Jesús: el miedo, la sorpresa, o incluso la alegría (¿tal vez la idea de que "algo tan hermoso no puede ser real"?) suscitan dudas, alarma, vacilación. Descubrir la presencia del Resucitado y abrirse a ella es un proceso. Por eso, tal vez, la Pascua se prolonga durante 50 días, como un nuevo itinerario de conversión gozosa. 

En medio de estas dudas, precisamente, se manifiesta Jesús: "soy yo en persona". No es un fantasma, no es una sugestión, no es un producto de la imaginación o de los sentimientos de los discípulos, ni una idea, no es un ideal ni una "causa" por la que luchar, o un mero símbolo. Es Él, realmente, que se hace presente. Y, si bien lo podemos experimentar a través de símbolos, ideas, sentimientos. ideales... todo eso vale en la medida en que nos acerca a Él, a su persona. 

Jesús se presentan, una vez más, mostrando las manos y los pies, marcados con las señales de la Pasión: Es el mismo que pasó por la cruz. Esas manos son las que tantas veces vieron los discípulos curando, alcanzando a los que nadie quería tocar, levantando.... Y esos pies, los que recorrieron tantos caminos, invitando a seguir sus huellas. La primera y la segunda lectura guardan cierta relación con esto, al hablar de nuestro quehacer, inspirado y sostenido por el mismo Jesús que cargó con nuestras faltas y nos invita a guardar su Palabra. Y al aludir a la curación del cojo que da ocasión a Pedro para anunciar el Evangelio. 

Nosotros no podemos "palpar" a Jesús, como aquellos primeros discípulos, pero somos invitados a una experiencia de Él, que a través de medios (la comunidad, la oración, las actitudes que cultivamos...) se realiza, se hace verdadero y real encuentro con Él. Y que tiene un momento privilegiado en la Eucaristía, donde nos sentamos a comer con Él.


Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

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