Hoy, vemos en el Evangelio una tensión entre la gente que
busca a Jesús, que intuye la Vida que Él ofrece, pero intenta “domesticarlo”,
traerlo a su modo de vivir y sus intereses, y Jesús que quiere revelar y
entregar Vida, pero en Verdad.
Así, aunque Jesús ha frustrado sus esperanzas de tener un
rey, siguen buscándolo.
Y entablan un diálogo difícil. Las preguntas de la gente “se van por las ramas”, por cuestiones
colaterales: la curiosidad por cómo llegó al lugar sin tener barca, las obras
que hay que hacer, los mediadores y las mediaciones (como Moisés, y el maná). Y
Jesús, en cada respuesta, intenta centrarlos en lo fundamental:
- Llama a buscar y esforzarse, sobre todo, “por el alimento que permanece para la vida
eterna”.
- Ante la pregunta por las obras (cumplimientos, actividades…)
Jesús remite a lo que es previo, a la raíz: creer en Él, aceptarlo como fuente
de Vida y Verdad, acoger su propuesta de vida.
- Como Jesús afirma estar marcado con el sello del Padre,
ellos preguntan por la señal de ese sello, y recuerdan a Moisés, que les
transmitió el maná y la Ley. De fondo está, precisamente, el deseo de quedarse
en esa Ley, en cumplimientos externos (por eso Juan anota que han vuelto a
cruzar a la orilla judía, a Cafarnaúm, y luego situará la discusión en la
sinagoga). Y Jesús señala la verdadera fuente, más allá de Moisés, del maná y la
Ley: es Dios quien envió a Moisés y quien ofrece el pan que verdaderamente baja del cielo y da la vida al mundo. Y ese
pan es el propio Jesús. Su palabra, sus hechos, su propia persona, se nos
ofrecen como verdadero alimento que sacia nuestros anhelos y nutre nuestra
vida.
Pablo, en la carta a los Efesios, nos llama a preguntarnos
por los criterios con los que vivimos, para no dejarnos seducir por cuestiones
insustanciales y deseos que corrompen:
- Es necesario trabajar por el alimento y las demás
necesidades cotidianas. Pero, ¿hasta qué punto nos absorben estas cuestiones –para
muchos parece que todo es poseer y gozar-, o las situamos como medio para
vivir, para compartir, para amar? ¿Hasta qué punto cultivamos el hambre y sed
de justicia y de paz, el hambre de Dios, de Vida?
- Tenemos normas y rutinas de actividades que nos ayudan (¡y
mucho!) para vivir en concreto nuestros valores. ¿Intentamos también ir a la
raíz, al encuentro con Dios?
Pablo nos invita a renovarnos en la mente y el espíritu, para alcanzar la vida que Dios nos está ofreciendo, que él quiere crear en nosotros. Con el Evangelio, hoy podemos orar: “Señor, danos siempre de este pan”.
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