domingo, 11 de agosto de 2024

"Yo soy el Pan de la Vida" (Jn 6, 41-51)

 

Jesús se ofrece como Pan de Vida, y nos invita a alimentarnos de Él. Hacerlo implica aceptar que Jesús es quien nos revela quién es y cómo es Dios, y quien nos transmite verdaderamente la Vida.

El Evangelio deja ver que esto tiene sus dificultades, como les ocurrió a los que lo escuchaban aquel día. Esperaban un enviado de Dios que apareciera de manera extraordinaria y deslumbrante. Les resulta difícil reconocer a Dios en Jesús, que ha crecido en una familia humilde.

Y Jesús, precisamente invita “convertir” nuestra forma de pensar: en lugar de esperar un Dios de hechos sobrehumanos, pero a la medida de nuestras expectativas, nos invita a aprender. Son nuestras expectativas e ideas las que han de abrirse a lo que Él enseña y ofrece, a su forma de hacer las cosas, porque es Él quien ha visto al Padre.  Y su carne, su realidad histórica y concreta, es el alimento que nos da la vida definitiva. Toda la vida de Dios pasa por las formas humildes y humanas (y humanizadoras) de Jesús. Por su forma de descubrir y gozar cuanto tiene de hermoso y bueno la existencia, y su manera de compartirlo. Por su forma de asumir el dolor, las dificultades, las contradicciones que encuentra la vida humana, y por su forma de abrir camino para superarlas…. Jesús, el que pasó por la muerte, es quien nos ofrece vida eterna. Vida que va más allá de la muerte, porque es la vida de Dios. Y a la vez, fuerza y amor que nos hacen capaces de vivir esta vida de otra manera, participando de la libertad y la paz de Jesús, de su capacidad de pasar haciendo el bien...  

Celebramos la Eucaristía para esto: para alimentarnos de Jesús, de su Palabra y del encuentro personal y vivo con Él; para recibirlo y comulgar con Él, con sus actitudes, sus sentimientos, su Vida, su Espíritu.

San Pablo nos recuerda que esto implica un estilo de vida: “Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo…”

Y la historia de Elías, en la primera lectura, nos anuncia también algo que muchos han experimentado en la Eucaristía. Si el camino de la vida, a veces, es muy largo (superior a tus fuerzas, decía otra traducción) y podemos experimentar el cansancio y el desánimo, en este encuentro con Cristo, Pan de Vida, encontramos el alimento que nos fortalece para seguir, y nos guía al encuentro con Dios.  



Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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