En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, antes de la Ascensión, nos habla de nuestra relación con Él, a través de tres imágenes: el Buen Pastor, la Vid y los sarmientos, y el Amigo.
Hoy se presenta Jesús como Pastor. Es una imagen familiar
para aquellas gentes, que con frecuencia se aplicó a reyes y gobernantes,
encargados de conducir a los pueblos. Más de una vez, los profetas hablaron así
de los reyes de Israel, para denunciar que eran malos pastores, que se aprovechaban
del pueblo, en vez de cuidarlo.
Jesús es, en cambio, el Buen Pastor, que da la vida por las
ovejas. Ha expresado, poco antes, la razón de esa entrega: “Yo he venido para que tengan vida, y la
tengan a en abundancia”(Jn 10,10). Ese “dar la vida” se hará real en la
muerte de Jesús, que aquí se afirma como un acto de total libertad de Jesús: “Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente”. Y aquí, se unen dos
paradojas, que nos invitan a meditar: la libertad de Jesús, que incluso está
por encima de la muerte (“Tengo poder
para entregarla y tengo poder para recuperarla”) se realiza unida a la
voluntad, el “mandato” del Padre. Y
Jesús se manifiesta como “dueño” de
las ovejas, en la entrega por ellas.
Otro rasgo fundamental de esta relación del Buen Pastor con
los suyos es el conocimiento mutuo. Un conocimiento profundo, íntimo: tanto,
que Jesús lo declara igual al que une al Padre y al Hijo. La carta de San Juan
nos ayuda a comprenderlo: Jesús usa la imagen del Pastor, pero los
términos “oveja” y “rebaño” son mera metáfora, porque nuestra
relación con Dios aclara y hace emerger nuestra verdadera realidad, con toda su dignidad y singularidad: el Padre nos llama "hijos
suyos y ¡lo somos!" aunque aún no se ha manifestado plenamente cuanto esto
significa. Él ya nos conoce y nos ama. Nosotros estamos en camino de comprender vivir esa filiación, ese conocerle y
amarle, que une el conocimiento y la
identificación, nos iguala en dignidad y en posibilidades: estamos llamados a
ser semejantes a El, a participar de
su vida
Y esta vocación es universal. La misión de Jesús como Pastor
no se reduce al “redil” de Israel, se
abre a la humanidad entera, llamada a formar un solo rebaño, un solo pueblo.
Un
pastorcico solo está penado,
ajeno
de placer y de contento,
y
en su pastora puesto el pensamiento,
y
el pecho del amor muy lastimado.
No
llora por haberle amor llagado,
que
no le pena verse así afligido,
aunque
en el corazón está herido;
mas
llora por pensar que está olvidado.
Que
sólo de pensar que está olvidado
de
su bella pastora, con gran pena
se
deja maltratar en tierra ajena,
el
pecho del amor muy lastimado.
Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado
de
aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y
no quiere gozar la mi presencia,
y
el pecho por su amor muy lastimado!
Y
a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre
un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y
muerto se ha quedado asido dellos,
el
pecho del amor muy lastimado.
S. Juan de la Cruz
Lecturas de hoy (www.dominicos.org)
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