domingo, 14 de abril de 2024

"Soy yo en persona" (Lc 24, 35-48)

 

¿En qué se cree hoy? Personalmente, cuando echo un vistazo al mundo de la cultura actual (cine, literatura, etc.), veo una profusión exuberante de relatos, de fantasía que juega con el pasado, con el futuro, con universos paralelos, con retóricas... Y me deja una sensación de vacío: la impresión de que (casi) todos esos relatos no son "ventanas", sino meras imágenes. No se abren a otra realidad, sino que sólo sirven para "decorar" la vida, o  para acompañar la apatía. Da la impresión de que vivimos en una era de desencanto, en que las creencias se reducen a mitos, a historias que se usan para distraer, o en momentos difíciles para calmar el dolor (como ante la muerte, mucha gente se apoya en una difusa esperanza en un más allá y en algún Ser Supremo), sin más trascendencia.

De esto (entre otras cosas) viene a hablarnos Lucas, cuando nos narra hoy un encuentro de Jesús con sus discípulos. Es también hermosa y sugerente la descripción de ese momento, porque habla de lo que está llamada a ser nuestra celebración de la Eucaristía y los grupos cristianos: los discípulos están reunidos, compartiendo la noticia de la Resurrección y cómo está afectando a sus vidas: "contaban lo que les había pasado por el camino y cómo lo reconocieron al partir el pan". Y Jesús se hace presente en medio de ellos. Realmente presente. No es que su entusiasmo y fervor les haga sentir la presencia de Jesús; porque, de hecho, esta presencia los sorprende, los descoloca e incluso atemoriza. En los testimonios de la Resurrección, esto es casi una constante: lo inesperado y chocante de la experiencia que viven, aunque a la vez lleva por dentro una profunda paz. Una experiencia que a ellos mismos les resulta difícil de integrar (y tienen que hacer un proceso para "darse cuenta") y que los transforma: pasan del desencanto y desolación a la fe, de las dudas a la confianza, del miedo a la paz y al valor, del aturdimiento y cerrazón a la capacidad de comprender. 

Jesús no es un "fantasma", un "espíritu". No es simplemente una "hermosa causa", o una "filosofía de vida". No es un mito. Los discípulos se encontraron con Jesús en persona. Aunque el Resucitado es de otra manera (se hace presente sin barreras físicas, hace falta algo más que los sentidos para reconocerlo...) es Él: el mismo a quien habían intentado seguir por los caminos de Judea y Galilea, el mismo que vieron morir en la cruz. De hecho, una vez más las lecturas insisten en ese hecho difícil de comprender, pero que ocurrió: que el Mesías, el Salvador, tenía que pasar por el sufrimiento y la muerte para abrir un camino definitivo de reconciliación y de vida para nosotros. Un mensaje, de hecho, que siempre nos sigue desbordando, su sentido (para el mundo y para la vida de cada uno de nosotros) es más de lo que acabamos de comprender. El encuentro con Él fue real y tan real que cambió su rumbo y su forma de vivir. Y así, en los Hechos de los Apóstoles vemos a esos discípulos haciendo, precisamente, lo que Jesús ha dicho: ser testigos, ante el pueblo, de su muerte y resurrección, y proclamar una conversión que es reconocimiento de la propia realidad (con toda su crudeza, incluso: "matasteis al autor de la vida") y encuentro con la misericordia de Dios.  

El cambio de vida de los discípulos es consecuencia y testimonio de su encuentro con el Resucitado. A la vez, forma parte del camino hacia ese encuentro. Por eso Juan, a la vez que llama a la confianza en Él, cuando tropezamos con nuestra debilidad y pecado, recuerda la necesidad de "guardar sus mandamientos". Que tampoco se trata de un cumplimiento minucioso de normas, pues los mandamientos de Jesús son creer en Él (Jn 6, 29), amarse unos a otros (Jn 15, 12-14), permanecer en Él (Jn 15,4), hacer práctica la misericordia (Lc 10,37).... El llevar a la vida la enseñanza de Jesús, vivir como discípulos suyos, construir comunidad, nos "pone en sintonía", nos acerca a su camino, en el que Él sale a nuestro paso y nos sorprende con su presencia. Aunque nuestra experiencia tiene características diferentes de las de la primera comunidad cristiana, Jesús también nos invita a un encuentro personal con Él. A descubrir que Él es real, y que nos llama a convertirnos, a crecer, a descubrir nuevas dimensiones de su palabra y de su vida. 

"Señor haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro" (salmo 4)

     "...así como el sol está madrugando y dando en tu casa para entrar si destapas el agujero, así Dios, que en guardar a Israel no dormita, ni menos duerme, entrará en el alma vacía y la llenará de bienes divinos". (S. Juan de la Cruz, Llama 3, 46)


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


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