viernes, 7 de abril de 2023

"Cargando él mismo con la cruz..." (Jn 18,1 - 19,42)

 



Hoy se nos invita a contemplar la cruz de Jesús, a dejarnos interpelar por aquello que fue instrumento de tortura y muerte, pero ha cambiado de sentido por la muerte de Cristo, hasta convertirse en señal de salvación y vida. 

El relato de la Pasión según san Juan nos ofrece una perspectiva significativa. Por un lado, su historicidad detalla escenas como las negaciones de Pedro, y muestra el juego de manipulaciones insidiosas entre los sumos sacerdotes y Pilato (ellos lo corrompen para que condene injustamente a Jesús, y él consigue que declaren "no tenemos más rey que al César"). Por otro, una serie de detalles ofrecen una lectura más honda, que descubre cómo se manifiesta ahí la gloria de Dios, la salvación de la humanidad. Jesús (como uno de tantos, Flp 2, 7-8) es traído y llevado por los manejos de las autoridades, maltratado y escarnecido. Pero manifiesta su majestad como Dios. Una majestad velada, que intimida a Pilato (quien, de alguna manera, es juzgado por el propio Jesús, que le dice "soy rey... no tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado..."), y hace retroceder y postrarse a los soldados que van a prenderlo. (el mismo Jesús que, en la Ultima Cena se arrodillaba para lavar los pies de los discípulos, es quien ahora se presenta como "Yo Soy", como se identificó ante Moisés. Ex 3, 14-15). Manifiesta así que "nadie me quita la vida, sino que Yo la doy voluntariamente. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para recuperarla" (Jn 10,18). Su muerte no es, como parece, victoria del poder del mundo, sino manifestación del amor y obediencia de Jesús al Padre (Jn 14,31), el Padre que lo ha enviado para anunciar su amor salvador para todos. Y en su entrega hasta la muerte, "todo está cumplido" (Jn 19,30). La revelación de Dios a la humanidad se cumple, culmina en ese amor que, por nosotros, se ha despojado de todo, se ha hecho igual a nosotros, hasta ser contado entre los últimos, y ha dado la vida. Y la humanidad es salvada. Su historia, marcada por la muerte, la mentira y la injusticia, se abre a un nuevo comienzo, porque el Hijo de Dios ha cargado con ella, y porque la ha vencido. La Resurrección de Jesús hará "evidente" (aunque con "evidencia" que no se impone, sino se ofrece y se acoge en la fe) esa victoria de Dios.

La muerte de Jesús asume los dolores y muertes de la humanidad. En esa cruz que Jesús ha asumido por anunciar el amor del Padre a todos (sin plegarse a los exclusivismos y las manipulaciones de fariseos y de otros poderes de aquel tiempo), Jesús se une a todos los que sufren, a todos los que mueren. Para que su Vida alcance a todos los que la quieran acoger. El Jesús que ahora entrega el espíritu (Jn 19,30), es el mismo que, resucitado, lo alentará sobre los discípulos, para llevar al mundo la reconciliación y la Vida Nueva (Jn 20, 22-23)

Somos invitados a permanecer junto a la cruz de Jesús, como lo hace el discípulo que Jesús quiere. Junto a María, que, también esta vez, es la que guarda (y nos enseña a guardar) todas las cosas de Jesús, meditándolas en el corazón (Lc 2, 51), aun sin comprenderlas del todo, pero esperando a que su Palabra y su Vida germinen y den fruto (como "el grano que cae en tierra y muere" Jn 12, 24-26). A la espera de la Resurrección que mostrará todo el poder salvador y renovador de la entrega de Jesús. 

Ante esa cruz somos invitados a poner nuestras cruces, nuestros dolores, incertidumbres, fracasos... Y mirar nuestra vida desde la cruz de Jesús, desde el amor que en ella nos muestra, desde la esperanza que ella abre. 

Ante esa cruz somos llamados a hacer presentes las cruces de nuestro mundo, de todos los que sufren, de todas las víctimas, de cuantos vemos "sin aspecto atrayente, despreciados y evitados de los hombres" (Is 53, 2). San Pablo nos dice que Jesús, el Hijo de Dios, aprendió, como hombre real que era, el camino de la obediencia, de la búsqueda de la voluntad del Padre, asumiendo la dificultad y sufrimiento que comporta esta búsqueda. Con Él ("toma parte en los trabajos del Evangelio", 2 Tim 1,8), somos llamados a buscar la voluntad de Dios, que abre caminos de justicia, de solidaridad, de vida. Significativamente, Juan nos presenta al pie de la cruz a quienes serán los primeros testigos de la Resurrección, los primeros en reconocerlo (Jn 20,16; 21,7)

"Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir; es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero"  (Teresa de Jesús, Vida, 22,6)




No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Tras hablarnos de cómo se arraiga el sarmiento en la vid, el Evangelio nos invita a permanecer así en el amor de Jesús. Un amor que es co...