domingo, 26 de febrero de 2023

"Conducido por el Espíritu al desierto"(Mt 4, 1-11)

Comenzamos la Cuaresma, camino hacia la Pascua. Como a Israel, este camino nos lleva, en este primer domingo, al desierto. Nos invita al encuentro con nosotros mismos, “en una soledad sin caminos”, sin carriles prefijados; para que busquemos orientación, para que tracemos nuestro rumbo. Como hizo también Jesús, al comienzo de su misión.

Jesús enfrenta en el desierto sus tentaciones, que irán apareciendo a lo largo de su vida. Y que están conectadas con las tentaciones originarias del ser humano, presentadas en el relato del Génesis, lleno de simbolismo. Podemos centrar nuestra atención en muchos detalles y alusiones, que ofrecen pistas para reflexionar: la seducción del mal que sutilmente embauca; el hecho de que promete lo más apetecible, y lleva a la desnudez, a la indignidad (y a un nuevo error, que es esconderse de Dios)… Y aquella palabra de la serpiente: “Seréis como Dios”, engañosa, porque... ¿qué sabemos, realmente, de cómo es Dios?

Las tentaciones de Jesús tienen que ver, precisamente, con cuál pueda ser el camino de Dios en el mundo. Así, aparecen, como trampas, el poder (que lleva a postrarse ante Satanás: ahí se pueden resumir tantas historias de violencia, de opresión, de muerte...); la posibilidad de manejar las fuerzas del mundo para conseguir lo que se quiera; y la pretensión de caminar sin tropiezos, de ser un Mesías de éxitos, que no conozca el fracaso. De fondo, se puede adivinar el deseo (tan frecuente, tan humano) de eludir nuestras limitaciones humanas, el sueño de un "atajo divino" que nos ahorre todo eso.

Y las respuestas de Jesús revelan la lucidez y fidelidad al Padre ("Al Señor tu Dios adorarás, a Él solo darás culto") con que el Hijo de Dios ha asumido su misión. Su disponibilidad para buscar la voluntad del Padre ("no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"). Su decisión de asumir nuestra realidad humana, que pasa por el sufrimiento y la muerte, sin "tentar a Dios", sino confiando en su amor, para que el Padre pueda trazar su camino, que es misterioso: es a la manera de Dios y con una plenitud que no entraba en nuestros cálculos. El Mesías, el Hijo de Dios, se hace Siervo y se entrega por amor, para que tengamos vida en abundancia. 

Las respuestas de Jesús son inspiradoras para nosotros, que también somos tentados (y a veces, sin darnos cuenta). El Espíritu que guió a Jesús al desierto también nos invita a nosotros a pararnos, a encontrarnos a solas con nosotros mismos, para identificar nuestras tentaciones (las que ya conocemos y las más que se pueden camuflar de forma más sutil), para enfrentarlas con lucidez. Para encontrar el camino de Dios en nuestra vida.


 Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

domingo, 19 de febrero de 2023

"Amad a vuestros enemigos... sed perfectos como vuestro Padre del cielo" (Mt 5, 38-48)




Seguimos escuchando el Sermón de la montaña, en el que Mateo ha reunido el núcleo central de las enseñanzas de Jesús. Y hoy encontramos una palabra de Jesús exigente: "amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen". Es también uno de los mensajes más específicos y originales del cristianismo.

Las lecturas nos ayudan a situar esta palabra de Jesús, que se enmarca en la vocación del pueblo de Dios: "Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo" (Levítico, 19,1). Y que, a la vez, lleva a plenitud (y completa, corrige) aquella Ley que Dios dio a su pueblo a través de Moisés. Es una sabiduría que no es de este mundo, y que ante el mundo puede parecer necedad. 

Las expresiones que Jesús usa para superar la ley del Talión nos resultan chocantes. Parece que en su contexto tenían significados precisos (por ejemplo, un soldado romano, cuando lo trasladaban, podía exigir a cualquiera que cargara con su equipaje, pero una sola milla. Lo que sugiere que, si lo acompañaba más distancia, de alguna manera lo ponía en aprieto o en evidencia). Forman parte de la forma de hablar de Jesús, son expresiones tajantes que expresan la radicalidad de su propuesta. Ante la violencia, hemos de encontrar otra manera responder, una manera que abra caminos a la solución de los conflictos, que interpele al otro, para despertar su conciencia... Como en otros textos que venimos escuchando estos domingos, el mejor comentario y explicación los encontramos en el mismo Jesús. En Él encontramos la actitud de dignidad y de paz de quien, ante las ofensas y la violencia con que se le ataca, se sabe sostenido por el Padre, y sigue tendiendo una mano que conduce a la verdad y el amor. 

Jesús nos llama a la perfección de Dios, que ama a todos. Que quizás es diferente de las perfecciones que nosotros pensamos. Lucas, certeramente, la traduce como misericordia: "sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6, 36). Es el camino para ir construyendo una nueva humanidad, para superar las espirales de odio y violencia que, ojo por ojo, nos pueden dejar ciegos. Es parte fundamental del Reino de Dios. Una vez más, ese "como" (como vuestro Padre) no es meramente comparativo, sino que nos habla de participar en la vida de Dios. Viviendo el perdón, esforzándonos en ensanchar nuestro corazón para amar a todos, vamos entrando en el corazón de Dios, vamos realizando el ser hijos de Dios. Y, por su parte, es la experiencia de su amor la que nos hace capaces de todo esto. 

No puedo yo creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad y quede allanada en quedar muy bien con quien la injurió; porque tiene presente el regalo y merced que le ha hecho, adonde vio señales de grande amor, y alégrase se le ofrezca en qué le mostrar alguno”.
Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 36, 12

      "Yo sé, Señor, que tú no mandas nada imposible. Tú conoces mejor que yo mi debilidad, mi imperfección. Tú sabes bien que yo nunca podré amar a mis hermanas como tú las amas, si tú  mismo, Jesús mío, no las amaras también en mí. Y porque querías conce­derme esta gracia, por esto diste un mandamiento nuevo...¡Y cómo amo este mandamiento, pues me da la certeza de que tu voluntad es amar tú en mí a todos los que me mandas amar...!
Sí, lo sé: cuando soy caritativa, es únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuanto más unida estoy a él, más amo a todas mis hermanas..."
Teresa de Lisieux, Historia de un alma, Ms C, 11-12


Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)



domingo, 12 de febrero de 2023

"Para dar plenitud" (Mt 5,17-37)

 

Con frecuencia, Jesús se enfrenta con los fariseos y doctores de la Ley: para curar en sábado, salvar a una mujer condenada a muerte por adulterio... hoy escuchamos el sentido de todo esto, que no es una "rebaja" de las exigencias de la Ley, sino, precisamente, su realización plena, según el corazón de Dios, ese corazón que "el Hijo Único, que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18).

Y así, escuchamos hoy una palabra radical: "si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos". Una palabra que inquieta, pues los escribas eran los doctores de la ley, y los fariseos se distinguían de los demás por el cumplimiento minucioso de sus preceptos. 

Jesús nos invita, precisamente (¡para ello dará su vida!), a "entrar" en ese reino, que es una nueva vida según el corazón del Padre. A entrar en una forma diferente de relacionarnos con Él, no basada en la aparente seguridad que da el cumplir una serie de normas (todo lo exigentes  que se quiera), sino en abrirnos, para acoger su amor misericordioso, y responder a ese amor: dejarnos transformar por él, reflejarlo en nuestras actitudes, hacerlo presente e el mundo (y una cosa y la otra se ayudan mutuamente: el esfuerzo por reflejar ese amor misericordioso nos abre a acogerlo como algo que se regala gratuitamente). Ese amor salvador de Dios es la Ley que ha de cumplirse, que prevalecerá, a pesar de los avatares del mundo. 

Y así, Jesús llama a vivir desde ese amor, y lo que significa, radicalmente. La reinterpretación que Jesús hace de los antiguos preceptos va a la raíz de los mismos: la renuncia a toda forma de violencia (también la verbal), y la búsqueda de la reconciliación; el respeto a la persona y a la familia, que ha de purificar la mirada; la opción incondicional y definitiva por el amor que funda la familia; la sinceridad. Jesús llama a vivirlos desde lo pequeño, desde los detalles, que van poco a poco orientando nuestra vida. Y a cortar de raíz con cuanto se opone a ellos. 

Es el amor el que articula también misericordia y exigencia, como lo vemos en las palabras y hechos de Jesús, que siempre propone esta radicalidad en nuestras opciones, y a la vez acoge siempre a aquél a quien se le quiebran los proyectos, a aquél que cae. Desde ahí hay que entender también las palabras que hoy dice Jesús sobre el divorcio (como las que dice también, por ejemplo, sobre los que, con más o menos frecuencia, nos peleamos con un hermano o caemos en actitudes agresivas). Proponer esa radicalidad en las opciones y cuidarla en el día a día, y ofrecer esa misericordia que acoge y ayuda a vivir en plenitud, es nuestro reto como Iglesia. Pidamos al Espíritu que nos infunda su sabiduría (ésa de que habla hoy Pablo) para saber proponer "lo que Dios ha preparado para los que lo aman" (1 Cor 2, 10)


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


domingo, 5 de febrero de 2023

"Vosotros sois la sal de la tierra" (Mt 5, 13-16)

La sal, en la antigüedad, era símbolo de permanencia, porque conserva los alimentos sin corromperse. En Oriente antiguo el "pacto de sal" tenía garantía de fidelidad y de cumplimiento. A ello hace referencia Jesús al decir "vosotros sois la sal de la tierra". En un mundo donde todo tiene la tentación de corromperse, se nos llama a vivir la integridad, la fidelidad. 

Cada domingo (y cada día) en la Eucaristía, hacemos memoria de una "Alianza nueva y eterna": Dios se ha encontrado con la humanidad haciéndose hombre; Jesucristo ha entregado su vida por nosotros para hacernos hijos de Dios, para que vivamos como tales. Como la sal, nosotros, los discípulos de Jesús, somos signo y testimonio de ese pacto. 

El Evangelio nos advierte, también, de que la sal puede "volverse sosa". Parece ser que, antiguamente, por la forma en que se distribuía y guardaba (sal sin refinar, en sacos de varios kilos, guardados en recipientes de piedra), con frecuencia lo que quedaba en el fondo, al final, era un residuo degradado, sin capacidad de salar, que se tiraba a los caminos ¿Nos puede pasar lo mismo? Por ejemplo: el tiempo y las energías que dedicamos a Dios, al Evangelio, al amor, ¿es, a veces, lo que queda "al final" de nuestras prioridades...?

Jesús también nos dice que somos la luz del mundo. Estas palabras expresan la mirada de Dios sobre nosotros, llena de confianza, de amor. Y a la vez, nos interpelan. En un mundo donde la fe se considera algo "privado", que se intenta relegar de los espacios públicos (precisamente, de esos espacios donde se decide cómo intentar construir un mundo en paz, qué es la justicia, cómo distribuir los bienes del mundo y conservar el medio ambiente....), Jesús nos dice que "no se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cuenco". Es más, es que "una ciudad en lo alto de un monte" es imposible de ocultar. Una Iglesia construida como comunidad sobre la vida y mensaje de Jesús, sobre su Cruz y Resurrección, no puede dejar de llamar la atención. 

Isaías, consciente de que también en nosotros hay oscuridades ("cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia..."), nos habla de cómo somos luz: "parte tu pan con el hambriento... no te desentiendas de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas".  (Is 58, 7-10). Y Pablo nos ofrece también, una perspectiva sobre cómo será ese "brille vuestra luz ante los hombres", que no tiene que ver "con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu", el de "Jesucristo, y este crucificado" (1 Cor 2, 1-5). Tal vez no sea una luz "deslumbrante", llamativa, como la de las estrellas mediáticas. Seguramente, será la luz de quien sirve y se entrega, de quien vive el amor y ayuda a vivir. Las bienaventuranzas (que preceden a este pasaje del Evangelio), encarnadas en actitudes concretas, en "buenas obras", se convierten en luz,. Hoy, el Evangelio te invita a preguntarte por esas actitudes evangélicas que Dios te invita a vivir, para ser luz. 

También es un día para recordar a personas que son o han sido luz para nosotros, que nos ayudan a orientarnos, que nos transmiten alegría, confianza... Y dar gracias a Dios por ellas. 



Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

  El mar embravecido era, para Israel, ejemplo de las fuerzas de la naturaleza, admirables y temibles, que pueden desatar un caos capaz de e...