domingo, 6 de noviembre de 2022

"No es Dios de muertos, sino de vivos" (Lc 20, 27-38)

 

En este tiempo de otoño (en una época, por estas fechas tenía lugar el final del año), y en este fin del año litúrgico, la liturgia nos invita a pensar en "preguntas últimas". Hoy, el Evangelio nos habla de la Resurrección.

Los saduceos, uno de los grupos influyentes en tiempo de Jesús, leían y comprendían la Escritura de manera bastante restringida, y negaban la Resurrección. Se presentan ante Jesús con una argumentación que pretende ser ingeniosa, porque intenta mostrar la Resurrección como algo absurdo, proponiendo un caso que se basaría en la misma Escritura, pues la propia Ley mandaba que si moría un hombre casado sin hijos, el hermano se casara con la viuda para ampararla y dar descendencia a su hermano. Pero están proyectando sobre aquello que está "más allá", todos sus estereotipos de "más acá". Entre ellos, por cierto, la visión de la esposa como "posesión" del marido (y frente a ello, Jesús también alude a unas relaciones nuevas, en libertad: "no serán dadas en matrimonio... son como ángeles y son hijos de Dios").

Jesús no se deja enredar. Por el contrario, hace ver que la Resurrección y la vida de los resucitados está más allá de nuestras categorías de pensamiento y de comprensión de la realidad, hechas "a medida" de este mundo. Y subraya el aspecto de relación con Dios: es Él quien nos resucita, y quienes son resucitados ("hijos de la resurrección", en lenguaje hebreo) son hijos suyos. Así como Abraham, Moisés y Jacob están vivos "para Él" y por Él. En otro lugar, San Pablo habla también de ese "para Él", refiriéndose ya al propio Jesús (Rom 8, 8 y 2 Cor 5, 15): "los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos". Lo que sabemos de la Resurrección es que es una vida recibida de Dios, vinculada a Cristo, un vivir "ante Él", en su presencia. 

Una Vida nueva en la que ya somos invitados a ir entrando, dentro de las limitaciones y lo fragmentario de nuestra vida actual. A ello se refieren el "consuelo eterno" y la "esperanza dichosa" "el amor de Dios y la paciencia en Cristo" que son "fuerza para toda clase de palabras y obras buenas" de que habla la IIª carta a los Tesalonicenses (2 Ts 2,16-3,5).

Dios es Dios de vivos. Nos invita a vivir en una plenitud que vamos descubriendo desde Él. A despertar (¿qué meadormece? ¿a qué puedo ir abriendo hoy los ojos y el corazón?) para saciarnos de su semblante (Salmo 16, 15)


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

  En los primeros domingos de Pascua, el Evangelio narra los encuentros de Jesús Resucitado con los discípulos. En los tres siguientes, ante...