sábado, 25 de junio de 2022

"Sígueme" (Lc 9, 51-62). "Para vivir en libertad..." (Gal 5,1)


Retomamos el ciclo normal de los domingos del año, con la invitación de Jesús a seguirle. La radicalidad de esta llamada está subrayada por el lenguaje del tiempo de Jesús, con su gusto por las expresiones tajantes, y con contextos que conviene conocer para no interpretarla de forma inhumana. Así, la despedida de la familia era un ritual que podía alargarse días. Y el que pidió "ir primero a enterrar a mi padre" no se refería meramente al entierro, sino a atender al padre anciano hasta la muerte (con todo, aún yo he conocido a misioneros que no pudieron asistir al entierro de sus padres. El Evangelio se ha extendido por el mundo gracias a mujeres y hombres como ellos). El evangelio recoge ahí dos ejemplos de actitudes que intentan posponer la respuesta, que se debaten en una cierta indecisión, como la de quien "pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás", sin terminar de romper amarras. Junto a ellas, aparece la advertencia de Jesús a quien, entusiasmado, quiere seguirle. Es una llamada  a considerar que esta decisión implica una disponibilidad de por vida, a seguir a Jesús sin buscar refugios. Y se añade, a estos avisos, una cuarta escena, la de los Zebedeos, que pretenden convertir a Dios en enemigo de sus enemigos. Quieren seguir a Jesús "a su manera" (algunos manuscritos especifican la reprensión de Jesús: "no sabéis de qué espíritu sois", aunque puede ser un añadido). 

El marco de estos avisos sobre seguimientos "a medias", poco meditados o indecisos, es el camino de Jesús hacia Jerusalén: hacia la cruz. La seriedad de ese camino da sentido a la coherencia y decisión con la que quiere que lo sigamos. 

Y San Pablo nos recuerda el sentido de ese camino: Cristo da la vida por nosotros "para que vivamos en libertad". Una libertad que no es justificación de egoísmos ni entrega a lo primero que apetece, al igual que tampoco es sujeción a leyes impuestas. Su sentido es el amor. Se entiende desde el amor. ("Ama, y haz lo que quieras", decía san Agustín...). El que ama se entrega libremente: sabe tomar la iniciativa yendo más allá de sus meros intereses, y aprende a escuchar y "hacerse al otro", sin dejar de ser él mismo, sin dejar de crecer como persona en libertad.

La Palabra de Dios, hoy, nos invita a preguntarnos cómo seguimos a Jesús. A tomar conciencia de las excusas, de las indecisiones o tendencias que puede haber en nosotros para hacerlo a medias, o "a nuestra manera". Nos invita (con el salmo), a dejarnos instruir por Él, buscar y encontrar en Él nuestra alegría, nuestro descanso (en Él podemos también "reclinar la cabeza"). Nos invita a preguntarnos cómo vivimos ese seguimiento (y las realidades en que se concreta: nuestro vivir en familia, en comunidad, nuestro participar en la Iglesia...): ¿nos va llevando la inercia? ¿lo hacemos desde algo parecido a un cumplimiento del deber (aunque sean deberes que hemos escogido nosotros)? ¿Vamos encontrando o intuyendo ese camino del espíritu, ese camino del amor que da sentido y ayuda a orientar más afinadamente nuestros pasos?


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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