domingo, 19 de junio de 2022

"Los partió y se los dio" (Lc 9, 11b-17)


En la fiesta de la Trinidad, se nos invitaba a contemplar a Dios, que ha venido a nosotros en los acontecimientos celebrados durante la Cuaresma y la Pascua: la vida, muerte y resurrección de Jesús, y el envío del Espíritu. Hoy, volvemos sobre la Eucaristía, cuya institución habíamos recordado el Jueves Santo. A punto de retomar el ciclo normal de los domingos del año, estas celebraciones nos ayudan a tomar conciencia de lo que, domingo tras domingo, celebramos y somos invitados a vivir. 

El texto de Pablo que hoy escuchamos es el primer relato escrito de la Cena del Señor (varios años anterior a los Evangelios). Pablo recuerda el sentido de la Eucaristía, para corregir a los cristianos de Corinto, que, al celebrarla, se habían ido deslizando hacia algo parecido a una comida social, una reunión al estilo del mundo (con sus clasismos y divisiones. 1 Cor 11, 17-22). Y nos recuerda cómo, cada Eucaristía, nos lleva a la Última Cena de Jesús, a su vida entregada por nosotros. 

El Evangelio, por su parte, nos trae el relato de la multiplicación de los panes y los peces. Ese episodio  tiene sabor eucarístico: por los gestos de Jesús (orar, bendecir, partir el pan, entregarlo), y porque habla del compartir: la extraordinaria fecundidad de los dones puestos a disposición de Jesús y de los demás, la misma manera de acomodar a la gente en grupos... Lucas ha notado la tentación que tienen los discípulos de desentenderse de las personas ("despide a la gente..."); y con ello, otra tentación de nuestra forma de celebrar la Eucaristía: convertirla en un ritual desconectado de la vida, de los anhelos, preocupaciones y vivencias de las personas. El Evangelio nos invita, por el contrario, a descubrir la Eucaristía como compartir: compartir nuestra vida, entre nosotros y con Jesucristo. Acoger la Vida que Él comparte con nosotros. Porque Él ha compartido con nosotros toda su vida, y con ello, la vida de Dios. La de Jesús, ha sido una existencia partida, entregada por nosotros, que es fuente extraordinaria de fecundidad, de alegría, de  paz... de vida. Y eso es lo que recibimos y compartimos en la Eucaristía. 

Algún pensador, hace un par de siglos, expresó su escepticismo diciendo que "el hombre es lo que come". Pero desde mucho antes, Jesús, el Hijo de Dios, se ha hecho nuestro alimento. Para que vivamos desde Él. Para que entremos en el misterio de su Vida, la podamos gustar. Y hoy, Cáritas nos propone que "Somos lo que damos". Si lo pensemos, nos daremos cuenta de que lo que damos a quienes están a nuestro alrededor, va definiendo nuestra vida y nuestra identidad, lo que somos. Optar por el compartir, con Jesús y como Jesús, es optar por vivir el amor. Como Jesús nos enseña que es Dios. Elegir compartir, con todo lo que implica (de esfuerzo, de atención a los más desfavorecidos, a los "descartados" por nuestra sociedad...) es vivir como hijos de Dios. Lo que somos y estamos llamados a vivir. 


Jesus Christ, Bread of Life, Those who come tu you will no hunger.
Jesus Christi, Risen Lord, Those who trust in you will no thirst.

(Jesucristo, Pan de Vida. Quien viene a ti no tendrá hambre.

Jesucristo, Señor Resucitado. Quien viene a ti no pasará sed) (Jn 6,35)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Tras hablarnos de cómo se arraiga el sarmiento en la vid, el Evangelio nos invita a permanecer así en el amor de Jesús. Un amor que es co...