domingo, 25 de abril de 2021

El Buen Pastor (Jn 10, 11-18)


Llegó la pandemia, como un lobo, y sufrimos la divisón y dispersión que crea, y todo lo que nos está robando. Ante ella, se ha puesto a prueba los "pastores" de nuestra sociedad, muchas veces asalariados de otros intereses, que "echan balones fuera" o no saben responder. Entre ellos, los medios de comunicación, que conducen (y "aborregan") nuestra sociedad, y que, frecuentemente limitados por una visión superficial, sensacionalista, curvada sobre nosotros mismos, no han sabido ayudar suficientemente para prepararnos para hacer frente a esta crisis.

También podemos encontrar las huellas del Buen Pastor. El Papa Francisco, hace un año, nos invitaba a descubrirlas: 

"Podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que (...) están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: « Que todos sean uno » (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad".

Esas huellas nos conducen a una experiencia: la de Jesús como Aquél que nos conoce a cada uno, con la misma profundidad y amor con que Él y el Padre se conocen. Que ha mostrado su amor dando la vida por nosotros. Que sabe cuidar y conducir, y por eso infunde paz. Que construye comunidad, en la que cada uno tiene su lugar y crece desarrollando su libertad. 

Desde esa experiencia, hoy se nos habla también de vocación. Oramos por aquellas personas que Jesús llama a consagrarse a seguirle en una vida que, según los criterios del mundo, no tiene sentido, pero con Él, es camino de plenitud. Y esa oración por las vocaciones a la vida consagrada y por las vocaciones nativas en Iglesias de misión, también vuelve sobre nosotros: nos invita, a cada uno, a vivir en plenitud  nuestra vocación; a seguir a Jesús, nuestro pastor, y "hacernos a Él", construir nuestra vida sobre Él como piedra angular.  


Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

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