sábado, 7 de noviembre de 2020

"Velad" (Mt 25, 1-13)

 

Los últimos domingos del año litúrgico nos interpelan sobre el rumbo y el sentido de nuestra vida, y nos llaman a estar vigilantes. Para las primeras comunidades cristianas, esa vigilancia se orientó, en gran medida, en la espera del retorno glorioso de Cristo ("Maranathá!" ¡Ven, Señor! La segunda lectura, de 1 Tes 4,13-18, nos muestra que lo esperaban como algo inminente). Con el paso del tiempo, la Iglesia va comprendiendo que ese estar en vela es discernimiento para descubrir el paso del Señor por nuestra vida ("para abrirle tan pronto como llegue y llame" Lc 12, 36) y por nuestro mundo ("interpretar los signos de los tiempos", Lc 12, 56), para estar atentos a lo que nos ofrece y lo que nos pide.

Esa invitación a tener los ojos y el corazón abiertos, se ilustra con la parábola de las diez doncellas, que habla sobre la necesidad de estar preparados, precisamente porque hay momentos que nos pillan por sorpresa, como ese esposo que llega en mitad de la noche (Mt 10,6). Y la capacidad de responder no se improvisa, tiene que ver con las actitudes que hemos ido cultivando y guardando en el corazón, simbolizadas por ese aceite que no se puede repartir, porque es personal: nadie puede amar, ni esperar, ni creer por mí. 

¿Qué aceite, qué actitudes he de cultivar y guardar para que mi vida pueda dar luz, para salir al encuentro del Señor que viene?

"¿No oíste sus pasos silenciosos?
Él viene, viene, viene siempre.
En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
Él viene, viene, viene siempre.
"

    (R. Tagore)



Lecturas de hoy (ciuadredonda.org)

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